FESTEJOS

Ni un día sin fiesta

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El calendario de julio se ha convertido en una guía de ocio que abarca todo tipo de actividades

Julio nos abre su hoja de calendario con un tentador catálogo de actividades. Toda Galicia se convierte en una suerte de parque multitemático en el que a lo largo del mes se van desgranando, una a una, y a veces simultáneamente, un amplísimo surtido de citas: fiestas religiosas, gastronómicas, ferias de vinos, romerías, festivales musicales, teatro, recreaciones históricas… incluso algunas, difícilmente catalogables, entroncan con las tradiciones más ancestrales que han forjado la cultura gallega. 

Ourense y Lugo llegan al mes de julio en pleno furor festivo. La batalla de flores, se incorpora el primer sábado de julio a un programa de nueve días en el que música y gastronomía fueron los platos fuertes de esta edición de las fiestas del verano en la Ciudad de As Burgas. En Lugo, “Arde Lucus” se ha convertido en tan solo 15 años, en una de las recreaciones históricas más afamadas y con más tirón popular. Desde el 30 de junio al 2 de julio, buena parte del casco histórico de Lugo regresa a la época en la que convivían romanos y castreños, tradiciones ancestrales de los pueblos celtas y la civilización impuesta por las legiones en el tiempo dos mil años atrás. La declaración de fiesta de interés turístico nacional fue un espaldarazo para la organización.
Pero estos dos episodios son apenas un aperitivo, si los comparamos con las más de sesenta propuestas que el mes de julio ofrece a nativos y turistas para ocupar su agenda de ocio a lo largo del mes.

Si atendemos a su veteranía las de carácter gastronómico encabezan el ranking. La tradición popular de las fiestas en Galicia se asienta siempre sobre mesa y mantel y aunque algunas han ido evolucionando, julio reparte comidas por todo el territorio desde el primer fin de semana hasta el último. 

La fiesta del Pan de Cea cumple su primer cuarto de siglo y 26 ediciones el domingo 2 de julio. Su singularidad se sostiene en el hecho de que es el único pan gallego que tiene una indicación geográfica protegida. El Pan de Cea también fue el primero de España en conseguir una certificación de origen protegida. Cuatro ingredientes, harina, levadura, agua y sal, que se han convertido en una de las piezas clave de la gastronomía gallega y en el motor que ha reactivado la economía de este pequeño municipio en el que actualmente mantienen el fuego encendido con leña 17 hornos que el año pasado vendieron más de 600.000 piezas de pan por toda España. El campo de la feria acoge actuaciones musicales, puestos de venta de pan y, por supuesto, pulpeiras y una carpa con parrillada, además de la comida oficial.  

En A Guarda, el protagonismo de este primer fin de semana lo acapara la langosta, cuya fiesta cumple 27 edicione. Langosta y cocina marinera, un apéndice que permite degustar una langosta por 40 euros, o 20 si es media, pero también percebes, nécoras, almejas, navajas... en fin todo lo que es comestible y llega a puerto.
Los productos del mar dominan en este primer mes de las vacaciones. La vieira lo hará en Cambados a partir del 14 de julio, y el percebe do Roncudo, el sábado 15, en el puerto de Corme, en plena Costa da Morte. El calendario gastronómico lo cierra el domingo 30 de julio la Festa do Carneiro ó Espeto, una de las más veteranas, con 47 años y cuarenta y ocho ediciones de una romería popular que incorporó a la gastronomía gallega, de manos de emigrantes, la tradición del asado pampero, con los carneros abiertos en canal, mantenidos en espetos sobre el calor de la leña que se consume en el centro de cada grupo de piezas a asar. La Carballeira de Santa Lucía acoge a los comensales que deberán concertar previamente los lotes. Un carnero de 12 a 14 kilos, una empanada de zorza, otra de bacalao con pasas, cuatro bollas de pan, 12 botellas de vino tinto y otras tantas de agua, además de cafés, servicio de mesa par 20 personas y la salsa para aderezar el carnero conforman cada lote que se vende a un precio de 300 euros, lo que da un coste por comensal de 15 euros. Quienes no sean capaces de juntarse en un grupo de 20 personas para un lote, pueden recurrir a los restaurantes locales que ese día también sirven carnero al espeto, callos, empanadas, ectétera.

Tampoco faltan citas para la cata de vinos. Algunas son locales, como la que se dedica al Tinta Femia (Caíño tinto) en Bueu, el primer fin de semana. En el segundo, el punto de encuentro es As Neves, con los tintos de Rías Baixas como protagonistas.

Por suerte, las ferias del vino duran al menos dos días, ya que en el tercer fin de semana, se celebran dos, a ambos extremos de la geografía gallega. En O Barco de Valdeorras, la feria del vino de esta denominación de origen que cumple su vigésima edición. Godello y Mencía serán las grandes estrellas de esta convocatoria, a orillas del Sil. Si seguimos su curso aguas abajo, doscientos kilómetros después llegaremos hasta O Rosal, ya en el Baixo Miño, donde  blancos monovarietales de Albariño y sobre todo, los rosales elaborados con el ensamblaje de Albariño, Caíño blanco y Loureira, desplegarán todo su esplendor aromático.

Música y teatro 

Se han convertido en la gran revelación del calendario estival del siglo XXI. Los conciertos salpican prácticamente todo el territorio gallego y todo el calendario estival, siendo el mes de julio el más concurrido. Siempre hubo conciertos de verano, pero la mayoría estaban organizados desde instancias institucionales, especialmente ayuntamientos, que destinaban un importante porcentaje de su presupuesto de fiestas a este capítulo. La inflación de conciertos y de precios, unas veces por lucir las fiestas más atractivas, acabó finiquitando aquella carrera de competición por conseguir las actuaciones más caras y llamativas.

Hoy es la iniciativa privada, a veces con el apoyo institucional, la que domina en el escenario y los presupuestos se han moderado. Por otra parte, la caída de la venta de discos ha lanzando a la carretera a la mayoría de grupos y solistas que encuentran en estas giras de verano su principal fuente de ingresos. 

La costa cantábrica se lleva la palma en estos festivales. Por veteranía, con el Festival del Mundo Celta de Ortigueira, que el año próximo cumple cuarenta años y se ha convertido en un referente internacional de música folk. El festival comienza el jueves 13 de julio y concluye en la madrugada del lunes 17. El turismo musical moviliza a miles de personas que aprovechan las estancias en los camping habilitados para conocer el entorno en el que se desarrollan los festivales. La semana anterior al festival de Ortigueira, a pocos kilómetros, en Viveiro, se celebra el Resurection Fest, con el heavy, el hard rock, el punk y el metal como hilos conductores en los cuatro escenarios por los que desfilarán un total de cien bandas.

La novedad de este año es el traslado del Port América, desde Nigrán a Caldas de Reis, fusionándose con el Cultura Quente y un plantel de una teintena de actuaciones y otros tantos cocineros en la parte gastronómica.
El más singular de todos ellos es el Sinsal, que tiene la isla de San Simón como escenario. Su singularidad estriba en que el reducido número de participantes, un máximo de 800 por jornada, acudirán a un festival sin saber previamente quiénes actúan.  

Pero ni todo es música ni siempre se celebran en la costa. La Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia, moviliza del 15 al 24 de julio a miles de personas que acuden a la capital del Ribeiro que durante esa semana se convierte también en la capital de las artes escénicas: desde el circo al teatro clásico, esplorando todos los géneros.

Y dentro del apartado de los “inclasificables” pero también de los imprescindibles, el mes de julio despliega algunos de los más espectaculares curros o “rapas das bestas”, como el de Sabucedo, en el término municipal de A Estrada. La Rapa das Bestas de Sabucedo, del 7 al 10 de julio, se ha convertido en uno de los espectáculos más mediáticos, con presencia de cámaras y periodistas de todo el mundo, tratando de captar la instantánea más espectacular mientras los loitadores, los cowboys de estos montes,  tumban literalmente a lafuerza a los caballos, solo con sus manos, sin palos ni cuerdas. Los gestos que captan las cámaras de animales y jinetes, y que ya han dado la vuelta al mundo han generado una atractiva curiosidad quemueve a personas de todo el mundo aq la búsqueda de  experiencias diferentes y únicas. Es el lado salvaje de Occidente en pleno siglo XXI.

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