COMIDA

El pan industrial, un enemigo de la salud

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¿Qué pasa con esas lustrosas baguetes que cuestan (y valen) tan poco, al cabo de unas horas? Que ya no son ni tan crujientes, ni tan frescas, ni apetecen tanto.

Recién hechos tienen un aspecto magnífico, con su forma de baguete, de artesano, de docenas de variedades diferentes de panes. Pero la realidad es que tiene poco que ver con eso que tradicionalmente conocemos como pan y que se elabora exclusivamente con harina de trigo (o de centeno, o de maíz, o una mezcla), levadura, agua y sal. Yo recomendaría a quienes caen en la tentación que echasen un vistazo a la enorme lista de ingredientes, la mayor parte, destinados a darle de forma artificial un aspecto, una textura y una conservación que luego se convierten en enemigos de nuestra salud. ¿Qué pasa con esas lustrosas baguetes que cuestan (y valen) tan poco, al cabo de unas horas? Que ya no son ni tan crujientes, ni tan frescas, ni apetecen tanto. La cenicienta se convierte en calabaza cuando el milagro de la química deja de hacer su efecto. 

La panificación industrial ha abaratado el precio del pan. Pero ¿a qué coste? Ya no entramos en cuestiones como el uso de harinas extremadamente refinadas que privan al pan de propiedades nutricionales que tenían en el pasado. Hablamos de procesar industrialmente uno de los alimentos naturales que forma parte no solo de nuestra gastronomía, sino también de nuestra civilizacion.

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