gastronomía

Restaurante La Plaza: una merecida segunda oportunidad

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No hay nada que me moleste más que escribir una mala crítica de un restaurante. En primer lugar, por puro egoísmo: significa que comí mal o fui mal atendido

No hay nada que me moleste más que escribir una mala crítica de un restaurante. En primer lugar, por puro egoísmo: significa que comí mal o fui mal atendido.

Cuando vine por primera v ez a este restaurante que ahora revisito, era en diciembre de 2014, no había quedado satisfecho con la comida. Pensé que podía suceder que o la cocinera (o cocinero) no había tenido un buen día, o en mi caso fallé en la elección de los platos. Me había quedado con mal sabor de boca y ya en aquél momento pensé que tendría que regresar porque tanto el aspecto y limpieza del restaurante como el servicio me habían parecido buenos. Por eso volví esta semana. 

Su ambiente es extraordinaramente acogedor. Ya me o había parecido en invierno y ahora en verano me gustó ese carácter casero que tiene y familiar, muy propio de los pequeños hostales rurales.

Al igual que siempre, el menú, por diez euros permite elegir entre tres primeros, tres segundos y media docena de postres. En los primeros, había pimientos fritos. Con la fiesta de los pimientos de Arnoia, de Oímbra y de Herbón a las puertas, me pareció buena elección. De segundo, escogí el jarrete guisado. Además había jamón asado y caldeirada de peixesapo. Mis vecinos de la mesa de al lado estaban disfrutando mucho de esa caldeirada. Pero yo me incliné por el jarrete. 

El servicio fue rápido, los pimientos estaban muy bien fritos y el jarrete tiernísimo. Un jarrete hecho a la usanza tradicional con una carne de muy buena calidad. Tanto el comedor como los baños exhibían una limpieza esmerada.

Así que, buen servicio, buena cocina, limpieza y un menú equilibrado,  bien de sabor, de calidad  y de precio.

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