MÚSICA

La Revolución cantada, y contada

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"Aquí pensaban seguir ganando el ciento por ciento con casas de apartamentos y echar al pueblo a sufrir”

Aquí pensaban seguir ganando el ciento por ciento con casas de apartamentos y echar al pueblo a sufrir”. En eso llegó Fidel, en 1959, alejado de cualquier cántico con mejor rima, cuan insigne aguafiestas. “Se acabó la diversión”, dijo. Y es que a los barbudos de Sierra Maestra el sentir lúdico de la isla irritaba sobremanera, reflejo de otros tiempos, relacionados con el divertimento norteamericano, los cabarets, la noche y la explotación sexual de las mujeres cubanas. Y qué decir de los casinos, controlados por la mafia -como todos- y los mafiosos que hacían de la Isla un fortín. 

   Los régimenes totalitarios se llevan mal con la cultura, la Cuba de Fidel no iba a ser menos. La Revolución era un paraguas bien grande, y quien quisiera buscar cobijo en otra parte se iba a encontrar con ellos de frente. “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”.
Cuba ya no sería la misma, adiós a los sones y a la trova, a los danzones y a las guarachas, y a una historia de la música popular que en tres décadas gloriosas, de los 30 a los 50, escribe una de las páginas más maravillosas y creativas que se recuerdan, de Chano Pozo al Trío Matamoros, de Roberto Vaz a Pérez Prado, pasando por Celia Cruz a Cachao. Más de un largo centenar de nombres a los que la Revolución sumergió en el limbo del olvido o los resignó al exilio, enmudeciéndolos en vida. Nombres de la talla de Compay Segundo, que había desfilado por infinidad de agrupaciones, también la propia ,con el dúo Los Compadres, y se alejó del tres cubano y de una vida de artista. Con pesar y resignación, era lo que pedía el régimen. Incluso insignes como Beny Moré, hicieron sus concesiones. 


   Otra cosa fue Carlos Puebla (1917, Manzanillo-Habana, 1989), que se alistó como músico al servicio de la Revolución. Ya desde los años 40 asumía el papel de canción “protesta”, capaz de dar la vuelta a los estilos más glosados. La historia a su manera, en canciones espontáneas, presa de toda inocencia y sin sonrojarse. Pero también sin restar un ápice de la frescura de un folclore musical tan elevado. Canciones que son panfletos al servicio del socialismo inflexible, músicas sencillas que distinguen rápido a los buenos de los malos, que hablan de triunfos y de lucha por la dignidad. Y con advertencias, claro, Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar. 

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