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Roscones, huevos y chocolate, los símbolos más dulces de la Pascua

Dulces típicos de pascua
30-3-15

La tradición bíblica nos habla del cordero recental asado, el pan ácimo y una ensalada. Pero la Semana Santa está más asociada a los dulces de Pascua

Frente a la sobriedad del menú, de la Última Cena, y de todas las cenas tradicionales del jueves de Pascua desde la que precedió a la que salvó a los judíos de la décima plaga que asoló Egipto, la repostería de estas fechas es exuberante e hipercalórica. Los roscones ya no son solo los que hacían las madrinas en una laboriosa y maratoniana sesión en la que tenían que amasar, poner a fermentar y llevar a cocer a los hornos las roscas elaboradas con harina, azúcar, manteca de vaca, anís y frutas escarchadas. Hoy hay roscones rellenos de yema, también conocidos como roscones de Niza, de nata, de mtp4232_resultchocolate, de crema…

La geografía de los roscones se extiende por toda Galicia y también por buena parte de España. Cataluña y las comunidades mediterráneas utilizan desde antiguo las Monas de Pascua, que en algunos casos tienen semejanzas con los roscones gallegos, pero en otras el único punto en común es el diseño redondeado que ha prevalecido en estos dulces que, generalmente llevaban en el centro un huevo de gallina coloreado, que tiempo después fue sustituido por otro de chocolate.

Pero, ¿de dónde viene la tradición de los huevos en Pascua? Mientras el roscón y la mona tengan un origen árabe, los huevos arrancaron ya en las primeras comunidades cristianas de nuestra era y llegaron a Europa a través de la iglesia ortodoxa rusa. Huevos de gallina que se decoraban con diferentes motivos, siendo al principio su único ornamento el color con el que eran pintados. 

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Los más famosos son los que el taller del orfebre Carl Fabergé diseñó y realizó primero por encargo del zar Alejandro III que le obsequiaba uno a su esposa en cada fiesta de Pascua desde 1885 y que continuó su hijo, Nicolas II, a la muerte de su padre, en 1894. Nicolás II encargaba dos cada año: uno para su esposa y otro para su madre. En total, Fabergé realizó 50 piezas únicas para la casa imperial Romanov y unos pocos ejemplares más, también únicos para aristócratas y millonarios, entre ellos la Duquesa de Malborough y el banquero Rothschild. Tras la revolución bolchevique fueron confiscados por el estado soviético, se perdieron varios ejemplares, seguramente fruto del expolio durante las dos guerras mundiales. Alguno apareció décadas más tarde, como el que un chatarrero norteamericano compró en un mercadillo de una pequeña localidad del Medio Oeste por menos de diez mil euros y que mantuvo guardado en casa varios años hasta que en 2014, tras buscar información sobre el reloj que llevaba en su interior, descubrió que era poseedor del huevo realizado por encargo de Alejandro III para la pascua de 1887. La joya fue vendida por 23 millones de euros. 

La casa Fabergé desapareció. Sus dos últimos huevos quedaron sin concluir en 1917. Pero la marca, que en la actualidad posee la multinacional Unilever (Tulipán, Ligeresa, sopas Knorr…) acaba lanzar un nuevo huevo con 139 perlas y 3.000 diamantes que será subastado a lo largo de este año 2017 en Qatar. Su destino, la realeza del petróleo. 

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