LA REVISTA

“Star Wars: Los últimos Jedi”

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photo_camera Daisy Ridley y Mark Hamill en un fotograma de la película.

La cinta repite estructuras narrativas y situaciones ya vistas en la saga

Rian Johnson completa la transición generacional que inició J.J. Abrams en la conservadora, pero sumamente eficaz, “El despertar de la Fuerza” y convierte así a Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren (Adam Driver) en el núcleo esencial de Los últimos Jedi y, por extensión, de la nueva trilogía de Star Wars.

Lo hace en un filme a ratos sorprendente y con un sospechosamente subrayado mensaje subversivo pero que resulta menos revolucionario e innovador en sus propuestas argumentales y armas narrativas de lo que a estas alturas requiere para alcanzar un nuevo nivel el serial familiar de los Skywalker y, especialmente, de lo que cabría esperar atendiendo al historial del propio Johnson.

El guión que firma el responsable de joyas como Brick y Looper sorprende, sí, pero no arriesga. Johnson repite estructuras narrativas y situaciones ya vistas en la saga -especialmente en sus dos episodios favoritos, “El Imperio Contraataca” y la todavía insuperable “El retorno del Jedi”-. Venerados esquemas que, por fortuna, resuelve de forma valiente y, eso también hay que reconocerlo, satisfactoria.

Especialmente para los fans, que escucharán en algunas de las decisiones más radicales del libreto de “Los últimos jedi”, esas que reformulan -que no derrumban- algunos de los pilares de la saga, ecos de algunos de los pasajes y giros más aclamados del ahora no canónico universo expandido.

A ellos también les regala el Episodio VIII el mejor Mark Hamill, un par de reencuentros que les pondrán un nudo en la garganta, épicos duelos de sables de luz, el voluntarioso intento de devolver al humor el peso que un día tuvo, innumerables tributos -explícitos e implícitos- a su eterna Leia (Carrie Fisher) y algunas de las mejores secuencias de batallas espaciales de la saga.

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