CINE

"Tarde para la ira": venganza y libertad

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Raúl Arévalo se estrena con  un thriller seco y sórdido cargado de ritmo y violencia.

Raúl Arévalo se estrena como director con Tarde para la ira, un thriller seco y sórdido cargado de ritmo y violencia con vocación de hiperrealismo extremo. Un brillante debut en el que el ya cineasta de Móstoles va acumulando, desde su génesis hasta su ejecución, aciertos hasta convertir esta historia de venganza en una cinta dura, furiosa y magnética.
Quizá una de las mejores cosas que puedan decirse de una opera prima es, precisamente, que no parece una opera prima. En Tarde para la ira Arévalo filma no solo con inevitable entusiasmo del debutante, sino también con músculo, valentía y libertad. Libertad que exhibe, por ejemplo, en esos sucios 16 milímetros en los que al fin ha rodado la película con la que llevaba soñando más de ocho años.
Y ocho, también, son los años que lleva en prisión Curro (Luis Callejo), encarcelado tras participar en el atraco fallido a una joyería. A su salida de la cárcel se reencuentra con su novia Ana, su hijo y el resto de su familia y amigos entre los que hay alguien desconocido para él: José (Antonio de la Torre).
El debutante destila lo visto y lo vivido para llevar a la pantalla una historia sobre la violencia y la gente corriente cocinada a fuego lento junto su amigo, psicólogo y ahora también guionista David Pulido que, amarrada a su realidad, convierte en un áspero y crudo pedazo de certero y puro cine.
Y es que desde ese "bar de barrio de toda la vida" en el que creció viendo jugar al mus a los parroquianos (sus padres regentaban uno en Móstoles), hasta el pueblo al que iba en vacaciones, Arévalo decidió enclavar su historia en los ambientes que mejor conoce. Allí es más fuerte, más potente. A todo ello hay que sumar los trabajos excelsos de De la Torre, Callejo, Ruth Díaz y compañía que devuelven la deferencia a su amigo.

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