LA REVISTA

La última noche de Jim Morrison

Dib

En 1971 The Doors graba el que sería su último disco, Jim Morrison (1943-1971) se aleja de la escena por aquella puerta infinita y alucinada inspirada en Aldous Huxley.

Apasionado de Verlaine, Rimbaud, o Céline, su empeño ahora -cree- es ser poeta. 
Viajar a París le otorga -imagina- una relativa calma. Atrás, la vida agitada de los Ángeles, la justicia que lo acecha, y el camino de destrucción que lo acompaña. Viaja también una joven de aire angelical que lo controla y fulmina a cada instante, A Pamela Courson la había conocido cinco años atrás, inseparables en medio de ese precipicio de locura y drogadicciones. Ella es una joven rebelde, destructiva; él, un ser misterioso e inspirado, y su cabeza, una olla a presión llena de personajes literarios y potes alucinógenos, capaz de improvisar a Edipo rey como en The End, canción apocalíptica propia de los tiempos. 

Las canciones de The Doors -hoy- siguen imperecederas y el grupo un referente inalcanzable incluso para los grandes que resisten. Jim no era un personaje fácil, a su musa le dedica canciones cargadas de enigmas, “Love Street”, “Queen of the highway”, “Orange County Suite”, allí, en Orange había nacido ella. Hasta aquel último viaje, la pareja discutía y se alejaba muchas veces, para reencontrarse siempre. Su relación era demasiado abierta, él tuvo sexo con fans y groupies, incluso con intervención policial en algún concierto; entre los amantes de ella, Jean de Breteuil, un camello de buena familia y aprovechado, que se acercaba a así a las estrellas. De ahí que Marianne Faithfull, quien fuera también su novia, dijera que fue éste quien le garantizó la droga del viaje fatal. Aquella noche del 2 de julio de 1971 el camello y el cantante tenían una cita a la que la ex de Mick Jagger decidió no acudir. 

Sobre la muerte de Morrison, tan relatada, restan dos versiones, una, que murió en los baños del Rock and Roll Circus, en medio de un marasmo de cerveza y vodka. Fue el dueño del local quien lo encontró, y sus propios camellos lo llevaron a su hotel. Otros dicen que murió en su casa. Jim tenía pánico a las agujas, por eso sus brazos estaban límpios. Es probable que Jim hubiera confundido la heroína de Pamela con la suya. Paro cardíaco reza en el acta de defunción, lo típico. En su epitafio, en griego, dice, “fiel a su propio espíritu”, y hasta el último momento.

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