LA REVISTA

A veces se puede comer bien donde no lo parece

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photo_camera Varias personas se disponen a comer en el restaurante O Esquecemento, en Lobeira.

En el restaurante O Esquecemento se puede comer por entre 9 y 11 euros

Juro que no se me habría ocurrido, ni de broma, ir a comer a este restaurante. Entre otras cosas porque así, visto desde la carretera, parece más bien un bar, sin más, al lado de una empresa de construcción y unas naves industriales, en una de las cuales, precisamente, iba a visitar a uno de los pocos ferreiros que quedan por estas tierras, dedicado a la forja artística y de espadas.

Breogán, que así se llama este joven que parece salido de una herrería de la Invernalia de Juego de Tronos, me aconsejó comer en él. Así que, fiel a la recomendación de  este joven, miembro del Consejo del Hierro, fui a ver qué tenían  en su menú del sábado.

Tras el aspecto de bar de carretera que luce en su primera estancia, hay un comedor suficientemente acogedor y con numerosa clientela: algunos trabajadores, gentes de camino, como era mi caso, y cazadores que mientras saboreban la comida comentaban la experiencia matial, a veces terciada por el propietario del negocio que también es cazador.

De primero tomé una fabada y de segundo un churrasco de ternera. Me gustó la fabada. Ligera, suave, de esas que te entonan el cuerpo sin llenarte demasiado, con habichuelas pequeñas. El churrasco, de buena costilla mamiña, estaba jugoso, tierno, sabroso y bien hecho, sin pasarse. Cerré el asunto con un flan de la casa, que siendo un postre sencillo estaba muy bien elaborado: compacto, denso, con sabor a huevo.

Me pareció una cocina muy casera, en un ambiente, también familiar, bien atendido con un servicio diligente y un aspecto más limpio que lo que da a entender su exterior. La relación entre calidad y precio razonable y abundante. Lo dicho, mucho mejor que lo que aparenta. 

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