ENTREVISTA

Víctor Manuel Vázquez Portomeñe, política de diálogo

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photo_camera Víctor Manuel Vázquez Portomeñe.

La Galicia rural lo forjó en la conciliación y el acuerdo, principios que mantuvo a lo largo de sus cuarenta años de vida política.
 

Abogado, secretario municipal, parlamentario, senador, ponente del estatuto de autonomía, conselleiro… Víctor Manuel Vázquez Portomeñe (Taboada, 1936) lleva un largo recorrido vital que lo mantuvo durante casi cuarenta años en la primera línea política de Galicia. Retirado desde 2008, su mente sigue tan activa como entonces y su memoria nos lleva de paseo por la historia contemporánea gallega.

1. ¿Cómo era la Galicia rural que vivió de niño?

Yo nací en Pazos de Piñeira, una parroquia del municipio de Taboada. La infancia en el rural en aquellos tiempos era una infancia sometida a todas las privaciones imaginables. Las casas no tenían ni cocina de hierro, sino lareira. Salvo algunas excepciones, no tenían cuarto de baño. No había luz eléctrica. La luz llegó a la aldea en la que yo nací cuando tenía 18 años. Non existían carreteras, ni pistas de acceso rodado. Subsistía el arado romano y los cultivos eran los mismos que hacía dos mil años. En el pueblo había una escuela unitaria a la que íbamos 90 alumnos, cada uno de su edad, nivel y el maestro era un auténtico héroe en cuyas manos estaba confiada la suerte de 90 niños.

2. ¿Y después de la escuela unitaria?

Dejé la escuela unitaria con 9 años para hacer el bachillerato de siete años que había en el plan de estudios de entonces, al final del cual había que hacer un examen de estado en la universidad de Santiago. Yo había hecho ya el examen de ingreso en el instituto de Lugo pero entonces llegaron en misión los jesuitas y mi padre quedó admirado de la dialéctica preciosista de los jesuitas que predicaban allí. Mi padre le preguntó a uno de ellos si había posibilidad de acceder a la educación que impartían y, efectivamente, fui al colegio que los jesuitas tenían en A Guarda, donde hice primero, y después al colegio que tenían en Carrión de los Condes hasta quinto inclusive. Luego fui a terminar el bachillerato al instituto de Lugo.

20190109182401507_result3. Cuando llegó el momento de ingresar en la universidad…

Pues iba en el coche a Santiago con el dinero para pagar la matrícula y todavía no sabía en qué carrera matricularme. Al final elegí derecho, acatando una de las últimas encomiendas que me había hecho mi padre antes de fallecer.

4. ¿Entonces el derecho fue una vocación inducida?

Yo creo que en el fondo esa era mi vocación. Y de hecho hoy estoy convencido de ello. En mi tierra había una altísima conflictividad judicial que incluso afectaba a mi propia casa. Los litigios se producían con vecinos, con parientes… Todos aquellos pleitos terminaron fulminantemente cuando llegamos los hijos de la siguiente generación a determinada edad. Además de parientes éramos amigos y compañeros de fiestas y decidimos arreglar aquellos asuntos de espaldas a nuestros padres. Aquella conflictividad despertó en mí un interés y la vocación. Cuando llegué de secretario del ayuntamiento de Antas de Ulla, que fue mi primer destino con plaza en propiedad, encontré que era un municipio con una conflictividad desproporcionada a su dimensión demográfica y yo intenté reducirla y creo que conseguí arreglar más del noventa por ciento de los casos.

5. ¿Fue esa su escuela política?

Sí, mi práctica profesional en el rural fue no solo una escuela de política sino una auténtica escuela de convivencia. Ahí aprendí que hay que propiciar la convivencia y que la política debe de ser eso y nunca provocar la crispación y menos por asuntos ideológicos. Yo comprendí que la abogacía tiene que servir para resolver problemas, no para provocarlos. 

6. ¿Cómo fue su entrada en la primera línea política?

En 1979 me nombraron conselleiro del gobierno preautonómico, del que era presidente Quiroga Suárez. Pero antes ya había formado parte de la Comisión dos 16, que fuimos los encargados de la redacción del Estatuto, entre enero y abril de 1970. Luis Cordeiro Rodríguez y yo estábamos en esa comisión por UCD en representación de la provincia de Lugo. Estábamos representadas ocho fuerzas políticas, desde la derecha, que entonces era Alianza Popular, a la izquierda que era el POG de Camilo Nogueira. Por el medio estábamos todos los demás. Pese a esa disparidad ideológica fuimos capaces de llegar a un consenso de altísimo nivel. 

7. ¿fue difícil el consenso en una Galicia tan dada a pleitos?

Yo creo que todos estábamos inmersos en ese espíritu de la transición, de la Constitución, en esa ilusión por sacar adelante un proyecto que era bueno para todos y para ello aceptamos que había que renunciar a muchos postulados que al principio podían parecer absolutos. Y es que en política, salvo aquello que va en la esencia misma de la persona, todo puede ser objeto de negociación.

8. ¿Se puede hablar entonces de una transición, aquí en Galicia?

Más bien diría que hay una primera transición que es la que desemboca en la aprobación de la Constitución y una segunda transición que es la que desarrolla luego con las autonomías. La segunda transición se desarrolla en Galicia a partir de la aprobación del Estatuto y las leyes fundamentales, como la ley de la Xunta y su presidente, el reglamento del Parlamento. Todo ello, en la década de 1980 supuso la  normalización de la vida política con una Xunta ya en funcionamiento.

9. ¿Y la parte práctica?

Con mucha ilusión y, sobre todo, con mucha creatividad. Porque había que hacerlo todo. Partíamos de cero. Hoy hasta daría vergüenza decirlo, pero cuando llegué a la consellería de Educación, no teníamos ni personal para hacer las nóminas de los pocos funcionarios que integraban aquella consellería. Me dediqué a buscar funcionarios para poder desarrollar todo un proceso que requería de una gran imaginación, mucho espíritu creativo, una gran dosis de pragmatismo y, sobre todo, de conocer el entorno, la calle. 

10. Usted fue el conselleiro del Xacobeo. ¿Cómo fue su génesis?

En 1990 veíamos que había una gran apuesta por la España Mediterránea y del Sur con los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla y pensábamos que era necesario crear algo en Galicia que fuese motor de la España del Noroeste. El período de gestación fue de 1990 a 1993. Veinticinco años después se puede decir que fue un éxito, pero al principio pocos confiaban en esta iniciativa. Mi objetivo era poner a Galicia en el mapa de Europa y del mundo y hacerlo con un producto que no teníamos que compartir con nadie. Y  generar un impulso a la Galicia más deprimida. Cebreiro, Sarria, Palas de Rei, Portomarín... disponen ahora de una industria no contaminante que son los caminos, recorridos por miles de peregrinos cada mes.
 

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