Cigarros que ahora son medallas

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photo_camera Marisol Gómez, junto a su marido, José María Levoso.

La ourensana Marisol Gómez dejó de fumar hace cuatro años y ahora conquista el podio de pruebas de ultradistancia

Hace cuatro años, con 46, Marisol Gómez Chao era una fumadora casada y con dos hijos que trabajaba como administrativa en la Xunta de Galicia; hoy, apenas mil quinientos días después, es una corredora de ultradistancia, una mujer capaz de disputar pruebas como las 24 Horas de Vigo. Segunda acabó esta edición, como la pasada. "Y eso que no la preparé", puntualiza, después de completar 142 kilómetros. La ganadora acabó en el hospital; ella, más fresca que una rosa. Ya no fuma, por supuesto.

"Dicen que tengo un don sobrenatural, si estoy metida en esto es por acompañar a mi marido y porque un compañero" del club Esprintes, "José Manuel Rodríguez, me empujó a probarlo. Yo puedo llegar de hacer unos Mundiales en Los Alcázares (Murcia) y al día siguiente ir a trabajar sin agujetas", detalla.

Marisol practica todo tipo de deportes, otra cosa es que se afiance en alguno. "Es verdad, me gusta cambiar constantemente. He hecho piragüismo, esquí acuático, voleibol... Ahora también hago remo, tenis y padel. El problema es que luego me aburro porque no soy competitiva".

Un día, Marisol cogió la indirecta de su marido. Más bien directa. Y las de sus hijos. "Me decían que dejase de fumar, que me hacía mal. Mi madre también. Y mi marido, que estaba harto de tener que esperarme en las carreras. Ah sí, me dije. Pues vamos a ver a partir de ahora quién espera a quién. Así empecé. A los cuatro meses ya hice la Behobia-San Sebastián; a los siete, corrí la primera maratón; al año y un mes, las 24 Horas de Portugal; y al año y cuatro meses, me atreví con los Mundiales", relata.


"Solamente comí el membrillo que me hizo mi madre, con rebanadas de pan tostado", recuerda Marisol Gómez


142 kilómetros, más de tres maratones. "Y ni me senté durante las 24 horas de competición, fui corriendo y andando. Necesitas tener mucha cabeza. Y yo la tengo".

¿Qué come? ¿Y cómo? "Sueles tener arroz, magdalenas, chocolate, gominolas, bizcochos... Nada, yo lo tuve claro, membrillo que me hizo mi madre con rebanadas de pan tostado", remarca.

¿En qué pensaba durante la prueba? "Repasas tu vida. En esta última pensé mucho en mi madre, corría 700 metros, andaba los otros 300. Ya digo, tienes que tener mucha cabeza, hay mucha gente a la que estar 24 horas dando vueltas le supera. ¡Si yo en realidad hago esto por acompañar a mi marido!", recalca la atleta ourensana, que no esconde que "siempre te gusta recibir un trofeo, una medalla, hagas esto o hagas cinco kilómetros. Es lo que busco, disfrutar y un pequeño premio después. Las medallas las guardo en una cajita que tiene mi madre". 

Donde sí lo pasó realmente mal Marisol fue la primera vez en Portugal. "Era un circuito de dos kilómetros, un descampado al sol. Hice 104. Pero sí, ésa sí que fue muy dura", finaliza la atleta ourensana.

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