La afluencia de público y el nivel de los pilotos garantiza el espectáculo en el Mundial
Todo lo bueno llega a su fin. Con la entrega de premios en Mónaco dimos por terminada la aventura del Rally de Montecarlo 2017, después de cuatro días disfrutando del inicio del Mundial.
Casi una semana de viaje y más de 1.500 kilómetros en total para vivir en primera persona el nacimiento de una prometedora categoría, los nuevos wrc.
La gran cantidad de gente que pobló las carreteras es el mejor indicativo de que la FIA parece haber dado con la tecla para devolver el espectáculo perdido. Unos coches, que a pesar de estar todavía verdes en su desarrollo, muestran un enorme potencial, además de músculo para crecer.
Como no y después de un batiburrillo de cambios en el tiempo, tocó despedirse con la lluvia. Tímida al principio y un diluvio en el viaje a casa, por lo menos dio un respiro en la tradicional visita a Mónaco, un poco más larga de lo habitual al sufrir la cancelación del segundo paso por Luceram por exceso de público.
Ya allí, en medio del glamour y las obras para maximizar el ya escaso espacio, turno para reponer fuerzas, experimentando, gracias al 'alma máter' de estos viajes, David Villarino, que se puede comer por menos de diez euros en la misma línea de salida del Gran Premio de F1. La experiencia de 'Villa' (siempre con un gran trabajo de planificación previa por detrás) es un grado y por suerte, no todo es lujo en el micropaís de Alberto de Mónaco.
Unas fotos a los coches, un paseo por el circuito y retorno a casa, aterrizaje a la realidad, aunque volver a casa siempre es agradable, ya empieza a picar la morriña.
Una prueba inolvidable para todos, pero especialmente para uno de los debutantes en este viaje, Diego Sotelo, que con su ilusión y afición nos hizo disfrutar todavía más de la experiencia.
Atrás queda un rally que estrena un nuevo tomo en la historia de este deporte. Un libro con un primer capítulo emocionante, el resto de la historia, todavía está por escribir. Hay futuro.
