ENTROIDO EN LAZA

Laza pica y engancha

Laza. 27-02-17. Provincia. Luns borralleiro en Laza coa baixada da Morena dende Cimadevila ata a praza da Picota.
Foto: Xesús Fariñas
photo_camera Cuando salió la Morena se destacó la locura en uno de los Entroidos más ancestrales.

Del Entroido de Laza, uno de los diez más antiguos del planeta, sales con hormigas enrabietadas, harina y tojos por todas partes, pero cuando uno se va desea que pase el año para volver a vivir una experiencia telúrica. 

Si vas a Laza vete disfrazado o te llenan de hormigas, avisan los compañeros del periódico. Nunca una inversión de 16 euros ha dado para tanto. El traje de presidiario va ya por el tercer reportaje y aún queda Entroido. Pero más que un consejo de colegas, la recomendación se parece a una novatada. Da igual cómo te vistas. Sales con hormigas enrabietadas, harina, tojos y barro por todas partes, a no ser que en vez de disfrazarte te plastifiques. Pero para salir así, antes hay que llegar a uno de los carnavales más antiguos del planeta.

Para llegar a Laza desde Ourense antes hay que pasar por Xinzo de Limia y Verín, los vértices del triángulo mágico del Entroido. En el semáforo de Verín, antes del desvío, un tipo vestido de militar continúa con las guasa y son casi las dos de la tarde. "Non vaias a Laza que non merece a pena", bromea cuando se le pregunta por el camino correcto. "Que vou dicir eu", añade a continuación. Y vaya si merece la pena. Si a San Andrés de Teixido "vai de morto quen non foi de vivo", todo el mundo tendría que visitar Laza antes de cambiar de barrio.

Desde México ha llegado un matrimonio con sus tres hijos. Han seguido los consejos de una guía turística y no les ha decepcionado. Han visitado Ourense, Xinzo y Verín, pero su participación en la Farrapada no podrán olvidarla fácilmente. El personal se lanza barro por la mañana durante una hora y ellos, incautos, no vestían disfraz ni llevaron capa. Antes la batalla se hacía con bosta de vaca, pero nadie garantiza que alguna moñiga no siga colándose entre el barro. En Laza todo es posible, como saben dos periodistas que están grabando un documental para una televisión australiana sobre las 50 fiestas más peculilares del planeta. Y no puede faltar Laza. "Es impresionante ver a abuelos y a nietos lanzándose barro", explican mientras intentan limpiar con más voluntad que éxito la cámara. También han estado en el monte recogiendo las hormigas que lloverán por la tarde. Las condenadas son concienzudas picando porque para que cumplan su papel son maceradas durante unas horas en vinagre. "Non pican, están amaestradas", les explica un tipo con cara de guasa.

En la Praza da Picota se aprecian los restos de la fenomenal batalla de la mañana. El personal aprovecha para llenar el depósito porque queda mucha tarde. Las cañas y un menú de dos platos y bica de postre sale por 15 euros. En Cataluña cobrarían el doble y la gente lo pagaría sin rechistar.

25 AÑOS SEGUIDOS

En el bar está Rafa Cuiña, alcalde de Lalín. Es un incondicional de la fiesta. "Levo 25 anos seguidos vindo", explica. Y debe ser cierto porque conoce a todo el mundo e incluso hace de anfitrión para subir hasta Cimadevila para ver la preparación de la Morena, la vaca que embiste a las mujeres a su paso.

Los peliqueiros comienzan con su ritual. Corren a saltos para que suenen los cencerros y al que se encuentran en el camino le crujen las costillas con el zarrapo o zuriego. A Rafa Cuiña lo alcanzan en varias ocasiones. No puedes tocarlos o te varean sin contemplaciones. En un momento de descanso entran en el garito para tomar aire. Uno se quita la máscara jadeando y cuando el periodista hace el ademán de darle un trago lo fulmina con la mirada. Pudo haber sido mucho peor, pero en el periódico no habían advertido de que se mira pero no se toca.

Al menos dos llevan un pañuelo en el que puede leerse "os meus chocos soan por ti, Pablo", como aprecia Aarón Merino. Pablo Queija es el joven que falleció con su novia Nerea Fernández en un trágico accidente de tráfico las pasadas Navidades. Era peliqueiro y sus compañeros no lo olvidan.

Quin da Norita porta la Morena desde hace 32 años. "Os vellos do pueblo pedíronmo e non podía dicir que non. Explica que esos mayores le contaron que la Morena era una vaca que cuando se descarriaba bajaba al pueblo embistiendo a la gente y lo hacía con bastante frecuencia.

FARRAPOS

"Que bote a Picota, que bote a Picota!", canta la peña. Y la Picota bota. Comienza a llenarse para esperar a la Morena, pero Quin todavía no tiene prisa porque sale cuando el día se confunde con la noche. Los farrapos con lodo de la mañana vuelan de un lado a otro de la plaza. Un despistado canta "el día que me muera, yo quiero mi cajón, pintado de azul y blanco, como mi corazón", como si estuviese en Riazor. La tipa que tiene delante se da la vuelta y le suelta que es de Leganés. "Os metimos el otro día cuatro", le recuerda al incondicional del Dépor. Los peliqueiros continúan con su recorrido. Antes eran tres, ahora son el doble y sus paseos tienen una carga telúrica que impresiona. Hay que estar muy bien físicamente para darse esas carreras con un vestuario que ronda los 3.000 euros. "Pues yo empiezo a aburrirme algo", comenta un tipo en un grupo que ha venido desde Palencia. Lo soluciona al momento un anciano ofreciéndole un bocadillo. Cuando va a aceptar la vianda se da cuenta de que dentro del pan hay una rata muerta. El anciano se parte de risa, el turista responde con una carcajada aunque su gesto delata un susto de unas proporciones más que considerables.

El griterío anuncia que la Morena está descendiendo. Los acompañantes que la guían, porque va ciega, riegan a todo el mundo de harina mientras arrojan hormigas al aire. No hay escapatoria. Una pareja intenta refugiarse detrás de la iglesia pero es alcanzada sin piedad para restregarle los tojos.

A los minutos uno no sabe si pican más los tojos o las hormigas y no queda más remedio que aceptar el castigo con resignación. No sirve la excusa de que el redactor tiene que salir pitando porque se acerca la hora de cierre del periódico y hay que regresar a Ourense. Tras media hora para buscar una rendija y recorrer un trozo de monte finalmente aparece el coche. A la salida de Laza tres parejas de la Guardia Civil están haciendo un control de alcoholemia y no van disfrazados. "Anda y mira lo que escribes", sueltan. En Laza continúa la juerga. No hay manera de sacudir las puñeteras hormigas, pero falta menos para el próximo Entroido. Laza pica y engancha.

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