EXPERIENCIAS EN CUBA

“¿Gallego? Pues podrías llevarte contigo a Fidel"

<p>Cualquier destartalado solar del centro histórico de La Habana puede ser el mejor gimna  sio del mundo.</p>
photo_camera Cualquier destartalado solar del centro histórico de La Habana puede ser el mejor gimnasio del mundo.

"Un Gobierno no puede vivir de un tiro que pegó hace casi 60 años, aunque en los comienzos estuviese bien", reflexiona en voz baja un ingeniero reconvertido en taxista sobre la nueva situación de Cuba. 

Los revolucionarios mueren a los 20 años, aunque no mueran", contaban en la película de 'En nombre del Papa Rey' dirigida por Luigi Magni. "Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción, incluso biológica". Este pensamiento de Salvador Allende puede leerse en una de las numerosas pintadas a favor de la Revolución que llenan las calles de La Habana. El genial escritor Xosé Neira Vilas también afirmaba que sobre Cuba y la falta de democracia en el régimen Castrista se han contado muchas mentiras, pero a muchos de los que sobreviven a la juventud les llegaría con un paseo por La Habana Centro para comprobar que "un gobierno no puede seguir viviendo de un tiro que pegó hace casi seis décadas aunque en los inicios estuviese bien", según reflexiona en voz baja y después de rebajar la cautela un ingeniero  reconvertido a taxista para poder 'inventar' (como le llaman a sisar) comida y productos básicos para su familia. Es de los privilegiados que se dedican al turismo, manejan CUC (peso reconvertible cubano) y tienen acceso a productos prohibitivos para una parte de la población con un salario medio de menos de 20 euros. 

De los 5,1 millones de empleados, un 77% trabaja en instituciones estatales y un 23% en actividades privadas gracias a la reformas económicas emprendidas por Raúl Castro en 2013. El 5,1% de la población se dedica a la agricultura, el 27,2% a la industria y el 67,6% a al turismo. El desempleo es inferior al 2% de la población activa. 

La Habana está a punto de convertirse en un parque temático que retrotrae en el tiempo cinco décadas y atrae a un turismo ávido de ver la isla antes de que la Historia decida si absuelve a Fidel. La seguridad es impenetrable desde el aeropuerto internacional José Martí, en el que hay que someterse a control fotográfico tanto a la llegada como a la salida. "En Cuba no tienen de qué preocuparse. Somos unos once millones de habitantes y siete somos maderos", comenta con sorna a la salida del Hotel Habana Libre un hombre de 32 años que se ofrece a hacer de guía a cambio de que se compre ron y puros en la cooperativa para llevarse la pertinente comisión. Sabe a qué hora llegó tu vuelo, de dónde procedes, en dónde te alojas y cuántos días vas a estar en la isla. 

En los Comités de Defensa de la Revolución instaurados en cada manzana es frecuente ver a tres personas sentadas alrededor de un teléfono. Casi siempre alguna está durmiendo, pero la sensación de vigilancia y el riesgo de chivatazo se agarra a la piel como la humedad que sobrepasa el Malecón. Puedes caminar con tranquilidad y a cualquier hora con 6.000 euros en el bolsillo, como sucedía en España en los tiempos de la dictadura de Franco. Se trata de un paraíso para el turista: seguridad; buena temperatura; un decorado propio de una película de los años 50 con sus 'almendrones', como llaman a los carros de esa época, funcionando gracias al ingenio para mantenerlos rodando; edificios coloniales que permiten comprobar que en su día la dentadura no estaba picada; y mojitos a tres euros o daiquiris a seis que difícilmente podrá pagar un cubano en uno de los míticos garitos para el turisteo como La Bodeguita del Medio o El Floridita. 

Colas interminables

El día a día representa una interminable cola que soportan con paciencia, música y buen humor. Conseguir carne de "res" es casi un milagro, como pescado, y esta carencia sorprende más en un país rodeado de mar. El camarón y la langosta que ofrecen en los restaurantes es vianda sólo para el turista o para el nativo que tenga habilidad para 'inventar'. El precio del menú no baja de los diez euros. Desde hace tres años, los cubanos pueden tener un teléfono móvil y por la aglomeración de chavales en los aledaños de los grandes hoteles para conseguir acceso a una red Wi-Fi da la impresión de que están esperando a una estrella de rock. "Nunca me he sentido tan aislado y espiado, sin enterarme de lo que pasa en el mundo y sin poder comunicarme con la familia", afirma el realizador Luis Montenegro tras residir un año en La Habana. El teléfono de su piso estaba en la casa de una informante que puede escuchar las conversaciones. 

La vestimenta de las nuevas generaciones nada tiene que ver con el verde oliva del comandante. Tatuajes, piercings o grandes anillos dorados adornan sus cuerpos e indican que a pesar de que las personas con menos de 60 años no han vivido en otro tipo de régimen, la globalización es imparable como la presencia, contra pronóstico, de banderas de Estados Unidos estampadas en prendas de vestir de marcas capitalistas. Desde la llegada de Raúl Castro al puente de mando, Cuba ha dado pasos para el cambio. Los ciudadanos ya pueden emprender negocios privados e incluso vender sus casas. Los anuncios de venta están en todos los barrios y el precio de un piso ronda los 18.000 euros y por 35.000 se consigue una vivienda con un pasado señorial. La reciente visita del Papa Francisco propició la rehabilitación de una parte de La Habana Vieja. "Pero es como si a una viejita le ponen algo de colorete", bromea el propietario de una tienda de artesanía. 

Una gran parte de la población ya se atreve a discrepar, aunque no sin antes cerciorarse de la procedencia del confesor. "¿Gallego? Pues podrías llevarte a Fidel y a toda su familia contigo. Tengo 59 años y ya ha pasado tiempo suficiente como para conocer otra cosa", afirma una señora en la puerta de un restaurante mientras le da una calada a un cigarrillo. Gallegos quedan pocos, aunque el imponente Centro Gallego, ahora teatro, o el sobrecogedor Cementerio de Colón diseñado por el ferrolano Calixto Loira recuerdan un vínculo inolvidable con la tierra en la que sonó por primera vez el himno de Galicia. Según datos de la Xunta, de los 38.000 gallegos censados en Cuba en 2014, sólo 555 habían nacido en la tierra de Neira Vilas. Ese mismo año, el Instituto Nacional de Estadística indicaba que 108.588 españoles residían en la isla. 

La crítica de un pueblo que rezuma música es con sordina. Uno de los muchos taxistas expertos en sortear socavones cambiará más tarde sus críticas al Gobierno nada más enterarse de que el interlocutor que está de vacaciones es periodista: "Hay que reconocer la importancia de la educación hasta en la aldea más remota y la sanidad gratuitas, pero no podemos seguir estancados, aunque es cierto que el bloqueo nos ha asfixiado". La reapertura de relaciones con Estados Unidos insufla aire a un pueblo que sabe que seguir en el Gobierno con más de 80 años también es una contradicción, incluso biológica. 

La ‘suite' en la que Castro firmó la Ley de Reforma Agraria, museo por tres euros

"¿Ya han ido a visitar la habitación en la que Fidel estableció el Puesto de Mando de la Revolución durante los primeros meses? Sigue estando igual que entonces". El comentario de un ascensorista del hotel Habana Libre Tryp provoca curiosidad en el viajero. La visita, que no se anuncia en parte alguna, hay que apalabrarla con la oficina de atención al cliente del establecimiento, que accede sin problemas por un precio de tres CUC (unos tres euros) por perso- na bajo la supervisión de una guía que también imparte una clase rápida de historia.

El hotel Habana Hilton fue inaugurado el 19 de marzo de 1958 como el más lujoso de la ciudad y fue el primero en disponer aire acondicionado centralizado, además de contar con una imponente vista desde una atalaya superior a la del Hotel Nacional. El 8 de enero de 1958, tras la entrada en La Habana, Fidel y sus milicianos deciden asentar en este hotel el centro de operaciones de la Revolución. "Lo hicieron porque es uno de los edificios más altos de la ciudad y desde aquí se podía avistar si llegaba algún peligro por mar de Estados Unidos", comenta la guía desde la terraza. En el pasillo de la 'suite' La Castellana, habitación 2224, piso 22, hay expuestas una veintena de fotografías de los barbudos e incluso una imagen en la que aparece Fidel y Fidelito, su hijo, que ahora ejerce de director de las ciencias y los estudios de investigación cubanos.

"Todo se conserva igual desde aquellos días, salvo el teléfono, la televisión y el baño", añade la trabajadora del servicio de atención al cliente. Esta 'suite' sólo la ha vuelto a ocupar Fidel durante todos estos años.

Estancia imponente

La imponente estancia si volvemos a 1959 cuenta con una habitación cerrada, que cedieron a la revolucionaria Celia Sánchez "para respetar su intimidad por ser la única mujer"; otra en la que se hospedó Fidel Castro que comunica con un salón en el que se encuentra un piano de cola, una cocina pequeña, una sala de reuniones, un despacho y una tercera habitación en la que se amontonaron varios milicianos.

La trabajadora de la oficina de atención al cliente del hotel es dicharachera como todo cubano. "Fidel atendió desde aquí a medios de comunicación extranjeros y nacionales. En esta cama comenzó a hacer una entrevista con una periodista de la CNN y la terminó en el sofá del salón", comenta. Responde con una risotada cuando se le replica que la anécdota también podría haber comenzado en el sofá y terminar en la cama sin distorsionar la historia. Durante los cuatro meses que pasaron en el hotel, el Comandante en Jefe firmó "en esta mesa la primera Ley de Reforma Agraria de Cuba" por la que expropió los bienes de los grandes terratenientes para favorecer a 100.000 familias campesinas. 

"Se dice que a los cuatro meses Fidel mandó pedir la cuenta y al ver el precio le dijo a Celia que tenían que marcharse porque no se podían permitir tanto lujo", explica la empleada del hotel después de contar que aquí también intentaron envenenarlo una noche de somnolencia que pidió algo para comer al servicio de habitaciones. También dicen que pagó la cuenta.

La presencia de Fidel y las consignas a favor de la Revolución es constante, tanto en La Habana como en la carretera llena de trampas que conduce a Trinidad, una pequeña ciudad al Sur que es Patrimonio de la Humanidad. Enlaorilladeloqueensudíafue una autovía decente y ahora tiene más socavones que asfalto, los 'guajiros' hacen dedo mostrando el dinero para pagar por el viaje porque el servicio de transporte público es calamitoso.

A Fidel lo acompañan en la propaganda "nuestro mejor amigo Hugo Chavez" y también Nelson Mandela. "Los tres mosqueteros", le llaman con retranca a una gran valla a unos kilómetros de "Cienfuegos sin fallar a la Revolución" que reúne a los tres bajo el lema: "La patria grande que crece". Sor- prende que en unos 400 kilómetros de recorrido las grandes multinacionales no hayan conseguido meter el diente en la isla con su publicidad. La imagen de Che Guevara es recurrente en cualquier tenderete de recuerdos.

¿Dónde vive Fidel?

El culto a la imagen de Raúl Castro, presidente de Cuba desde el año 2006, en cambio es inexistente en la cartelería. Ha anunciado que dejará el cargo en 2018, pero el cubano desconfía de que sea cierto "porque a última hora acabará haciendo un esfuerzo por el bien de la patria", bromea un conductor de una bicicleta taxi de La Habana. "Lléveme a la casa de Fidel Castro", reta el turista a otro taxista para comprobar si es cierto que nadie sabe su lugar de residencia. "Sólo sabemos que vive en Miramar, en una buena finca, y nada más". Y quizá también eso es lo que Fidel quiere que la gente crea.  

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