CON LOS PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA

Imelda Marcos, mariposa de hierro con alas de seda

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photo_camera Alfonso S, Palomares brinda con Imelda Marcos y el ourensano Pepe Rodríguez.

Ella se había implicado en el ejecutivo con responsabilidades tan importantes como la de gobernadora de la Gran Manila

Los dos largos encuentros, con cena incluida, que mantuve con Imelda Marcos no se pueden encuadrar en una entrevista al uso, porque las circunstancias en que se produjeron lo hacían imposible. Yo trataba de buscar y contar la variada dimensión del personaje, no unas respuestas estereotipo memorizadas como guión teatral, incluso para las preguntas más comprometidas y provocadoras. Concertó mi cita Pepe Rodríguez,  el Pepe más conocido de Manila, un ourensano de Puebla de Trives, aventurero sensato que llegó hasta aquellas lejanas latitudes rastreando a una bella filipina que había conocido fugazmente en Madrid, se casó con ella, tuvieron hijos, aprendió tagalo y como era un excepcional periodista, en mi primera visita a Manila como presidente de EFE, le nombré delegado de la agencia de la que era colaborador voluntarioso. 

Años más tarde (1998), cuando fui de nuevo a Filipinas para hacer una radiografía periodística del país, le pedí apoyo parimelda002_resulta varias entrevistas, entre ellas la de la señora Imelda Marcos, que más que una mujer era una leyenda contradictoria tan fascinante como esperpéntica. Hacía diez años que había visto en el palacio presidencial de Malacañang la exposición de zapatos y vestidos que Imelda había dejado cuando los Marcos se vieron forzados a huir precipitadamente hacia el exilio. Allí perfectamente alineados estaban los míticos zapatos, zapatos de todos los colores, de todos los tacones, de todos los modelos. Zapatos comprados en Nueva York, Roma, Londres, Madrid, Hong Kong o Tokio. ¡Yo que sé! La mayoría fabricados en exclusiva para ella. Zapatos y zapatos, 1.200 pares de zapatos. ¿Se los pondría todos? ¡Los probaría todos! ¡Cómo cansa solo pensarlo! 

Buscando regalo

En otros salones del palacio colgaban interminables filas de vestidos de Imelda. Abundaban modelos  de todos los colores, cien arco iris de colores, de todas las hechuras. No faltaba ninguno de los grandes modistos de Dior a Balenciaga. Me llamó particularmente la atención el vestidor, de lo más erótico. El suelo, el techo y las paredes eran espejo. En mi difuso recuerdo había un solo espejo interminable, aunque al recordarlo me parece tan disparatado que no se si sería como es en mi recuerdo o lo desfiguré por una manipulación sensual. Lo veo en la memoria como el recinto adecuado para multiplicar la belleza de su dueña contemplada desde todos los ángulos.

La cita era a las cinco de la tarde. Por la mañana comenté con Pepe Rodríguez que le podía llevar como obsequio o regalo, era la primera vez en mi vida que me preguntaba que podía llevarle a un entrevistado. Los dos convenimos en que lo único que cabía eran flores, sabíamos que las flores le apasionaban. Así que le compré un inmenso ramo que a duras penas Pepe y yo conseguimos meter en el ascensor que nos subiría hasta el piso 34 del lujoso apartamento  donde vive. Recibió las flores con aspavientos teatrales, al tiempo que decía dirigiéndose a Pepe: “Tu amigo es un caballero español, un verdadero caballero español”.

El salón era enorme y cargado de recuerdos, el más importante era el busto en mármol de su difunto marido con varias medallas colgadas al cuello. Unos sirvientes colocaron cuidadosamente el ramo al lado del busto como ofrenda. En el salón había un piano de cola, cuadros de Picasso, Gauguin, dos primitivos flamencos; esculturas y pinturas de Leonardo, de Miguel Ángel, de Rodin, de Chagall… y fotos donde ella aparecía a bordo de un descapotable conducido por Fidel Castro en La Habana; en otra se la veía en un claro coqueteo de miradas y gestos con Gadaffi y  en la tercera bailando con Reagan. Fotos en donde palpitaba la fresca tersura de su belleza. Realmente fue una mujer bellísima, y aún hoy a sus 67 años lo sigue siendo. Le gusta que le digan que es bella y se lo repetí mil veces. 

Hablamos del amor romántico y las diferencias que hay entre Oriente y Occidente en las relaciones amorosas. Es una experta. Por el salón había numerosas joyas. Se dedicó la mayor parte de su vida a coleccionarlas, como coleccionó zapatos o trajes. Su palabra preferida es glamour y yo diría que lo cultivó con dedicación absoluta.  Nos contó la historia de su romance con el difunto esposo, fue en 1954 cuando durante una visita al Congreso de Filipinas conoció al joven congresista Ferdinand Marcos, héroe de la Segunda Guerra Mundial y estrella ascendente del partido Liberal. Se miraron intensamente y hablaron durante 14 minutos, él, sin duda, pensó que con la belleza y la simpatía de aquella  mujer avanzaría en su camino hacia el poder. Así que a los 15 minutos de conocerle le pidió que se casase con él, tardó cinco días  en darle el sí y a los 11 días se casaban.

- Eso no fue un flechazo a primera vista, fue un misil a bocajarro –le dije-. "Eso, eso. Un misil".

Se levantó y se sentó al piano y comenzó a tocar y a cantar una antigua canción de amor en tagalo. Tiene bonita voz y canta bien. Sonríe mejor y debió coquetear como nadie. Con esas dotes sedujo a mandatarios de medio mundo y encandiló a parte de los filipinos a pesar de que la organización aimelda001_resultnticorrupción Transparencia Internacional consideró a los Marcos los líderes más corruptos del mundo después del indonesio Suharto.

Enamorados de la belleza

Seguimos hablando en completo desorden, ella pasaba de un tema a otro. En el momento que consideré oportuno le pregunté como el pueblo filipino, en su mayoría hundido en la pobreza, valoraba el carísimo esplendor en joyas, vestidos y el tren de vida que llevaba. Contestó con rapidez: "Me adoran, incluso en los días terribles de la partida hacia el exilio la mayoría me adoraba. Al pueblo le gusta la belleza, le encantaba que la primera dama del país brillara en elegancia y no le importaba que las joyas y los vestidos fueran caros". Cuando llevábamos una hora charlando, entró un ayudante para decirle que tenía una cita importante dentro de media hora. Tenía que dejarnos, pero nos invitaba a cenar al día siguiente, así que tendríamos una larga velada para seguir hablando.

Volvimos al día siguiente, unas dos horas antes de la programada para la cena. Imelda nos esperaba impecable, con un maquillaje que parecía decorada por Dalí, me olvidé decir que el salón también lucía un Dalí.  Desde el ventanal se veía la zona más elegante de Manila, "todo eso que veis lo hizo Marcos, lo hicimos nosotros". La obra de Marcos era también de ella, no en vano en la oposición se les conocía como la dictadura conyugal. "Dicen que a usted le fascinaba el poder y el dinero, observé con voz de arrepentimiento". "Mire, nosotros éramos ricos, no sé si sabe que Ferdinand encontró un tesoro en Ilocos y después supimos hacer muy buenas inversiones". Ya sabía la respuesta y por  eso no le pregunté si era cierto lo que afirmaba Transparencia Internacional al sostener que los Marcos habían robado a las arcas públicas alrededor de 10.000 mil millones de dólares. Además no convenía agriar la velada, ni perturbar la armonía de la cena. Ella tampoco estaba por la labor y cambió de tercio. 

Ordenó que desplegaran una gran pantalla para ver uno de los reportajes de sus tiempos dorados de poder. La visita que hizo a China donde la recibieron con todos los honores Mao Zedong y Zhu En Lai. Ella tenía 30 años y no podía estar más bella dentro del luminoso vestido blanco. Se la veía subir al avión de las líneas aéreas filipinas con unos andares de actriz consumada. Mao la recibió deslumbrado, le besaba la mano, la cogía del brazo con gestos visiblemente libidinosos. Babeaba feliz acariciándola el viejo poeta de las mil rosas. Ella hizo para los chinos toda clase de gracias: cantó, bailó, tocó el piano y cambió de trajes y zapatos varias veces al día.

La película reportaje duró una hora. Se encendió la luz del salón y la vimos paladeando la nostalgia de ese pasado. Nos trasladamos al comedor. Había preparado un rotundo cocido madrileño con todos los ingredientes, desde los garbanzos hasta el chorizo y la panceta. Para beber un Vega Sicilia de no sé qué año.

La conversación giró sobre sus años de poder y cómo habían transformado Filipinas, ella se había implicado en el gobierno desempeñando responsabilidades tan importantes como la de gobernadora de la Gran Manila o ministra de Asentamientos Humanos. "En el gobierno nos guiaron siempre los principios de libertad, justicia y democracia". "Si gobernaron bajo esos principios, pregunté, ¿Cómo tuvieron que aplicar la ley marcial en el 72  y dejar en el 86 acusados de asesinatos, de brutales represiones y torturas?" "Todo fue un cúmulo de mentiras -dijo-, fue una ley necesaria para combatir a los movimientos y guerrillas comunistas a las que se unieron estudiantes". 

- Les acusan también de haber acribillado a tiros al opositor Ninoy Aquino cuando llegó al aeropuerto proveniente de un largo exilio

- Es una infamia. Le advertimos de que no viniera, yo misma  hice que le avisaran del peligro que corría. No sé si sabéis que Ninoy fue mi pretendiente cuando éramos jóvenes. 

La señora se empezaba a irritar y no era conveniente después de la cena que nos había dado, así que pasamos a hablar de Galicia y de las procesiones de ánimas. Nos despedimos tarde. En el cielo de Manila lucían muy altas las estrellas.

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