con los protagonistas de la historia

Netanyahu, el halcón de vuelo perenne

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photo_camera Un momento de la reunión con el primer ministro israelí en su despacho.

Despliega un gran poder de seducción con un carisma populista peronista que le permite sobrevivir 

A las siete de la tarde, hora de la cita, me presenté en la Presidencia del Gobierno en Jerusalén. Después de pasar los fatigosos y exhaustivos controles de seguridad me llevaron a una sala de espera; a los pocos minutos entró un muchacho joven de esos que tienen el perfil de estar predestinados a hacer una gran carrera y me dijo que no podía asegurarme que el encuentro con el primer ministro Netanyahu pudiera celebrarse, pero que haría todo lo que estuviera en su mano para lograrlo. El techo vaciló sobre mi cabeza y estuve a punto de decirle, pero no se lo dije: “No puede ser, el primer ministro de Israel no puede funcionar como el de una república bananera”. Contesté con resignación: “Esperaré el tiempo que sea necesario”. En aquel momento, Benjamín Netanyahu era un náufrago de distintas tormentas y trataba de sobrevivir frente a los amotinados del Likud, que le amenazaban con retirarle su confianza en el Parlamento, frente a las presiones de Bill Clinton que le trataba como un apestado y frente a las veladas amenazas de la Secretaria de Estado Madeleine Albright. Los laboristas de Ehud Barak declaraban que no solo había paralizado el proceso de paz sino que creaba un irrespirable clima de violencia, tanto en Israel como en Palestina. Cuando le estaba dando vueltas a estas ideas el muchacho con el perfil predestinado a hacer una gran carrera entró para decirme que el primer ministro me esperaba. A pesar de las ocho horas que había pasado presidiendo un interminable Consejo de Ministros, parecía recién salido de la ducha. Despliega un gran poder de seducción con un carisma populista peronista que le permite sobrevivir  frente a sus múltiples enemigos.

De entrada no quise preguntarle sobre temas políticos; se pasaba el día respondiendo a esas cuestiones. Traté de entrarle por la vía de los sentimientos y encontré del camino. Le hablé de su padre Benzion, al que adora. Benzion Netanyahu es uno de los ideólogos de la derecha sionista de los años treinta y cuarenta que todavía a los 86 años continúa siendo respetado como una enciclopedia viviente de las luchas y las tragedias de la azarosa historia de Israel. “He leído -le dije- que el libro de su padre 'Los orígenes de la Inquisición en España', es uno de los trabajos más completos y minuciosos sobre la persecución de los judíos en España a través de los tribunales de la Inquisición”. Se sorprendió mucho y hablamos un buen rato del libro, de Isabel la Católica y su cortejo de cardenales y obispos. Me dijo que España había estado siempre presente en la vida de su familia. Le noté que ya no tenía prisa y fue cuando me preguntó: "¿Quiere hablar con mi padre?", por supuesto, respondí.

Marcó un número de teléfono y alguien contestó que había salido. No puede ser en este momento, pero debe hablar con él, insistió y me dio el número de teléfono. En cuanto a política asistí como portavoz de nuestra delegación a la Conferencia de Paz de Madrid. Últimamente he sido invitado por el presidente Aznar. Puedo decir que hay mucha sintonía en nuestros planteamientos. 


Entrada humana


Benzion Netanyahu me había facilitado una magnífica entrada humana,  pero no era cosa de seguir hablando sobre Isabel la Católica y sus obsesiones con los judíos. Aproveché la cita de Aznar para entrar en el paisaje político:

Leo con frecuencia en los grandes medios internacionales que usted es el gran obstáculo para lograr avances en el proceso de paz. ¿Qué tiene que decir a esto?

Mi Gobierno es el único que tiene posibilidades de lograr la paz. Cuando tomamos decisiones difíciles, el pueblo confía en nosotros, porque ponemos el acento en la seguridad de Israel, no somos unos aventureros, saben que tomamos como punto de partida la seguridad. No analizamos el mundo como queremos que sea sino como es.

¿Es posible establecer una paz como la concebimos en Europa o hay diferencias específicas en esta zona?

Hay diferencias. Esto no es Europa. Tenemos un conflicto, o, mejor dicho, un corte entre civilizaciones. Por un lado está la occidental democrática, a la que pertenecemos nosotros, y por el otro, la árabe islámica, con regímenes autoritarios en la mayoría de los casos. La naturaleza de la paz derivada de estos hechos diferentes. Nosotros tenemos con Egipto, desde hace veinte años, un acuerdo de paz, que es una paz fría; pero esa paz fría es mejor que una guerra caliente. Esta es la paz que podemos tener con nuestros vecinos. Hay problemas que son vitales para nuestro pueblo, como el agua, las fronteras y algunos asuntos relativos a los asentamientos. Estos problemas tienen que ser resueltos por Israel y no por los americanos. Los tengo que afrontar yo y no Clinton.

Según fuentes oficiales tanto de la Casa Blanca como de Jerusalén, entre usted y Clinton existen profundos desacuerdos.

Mire, las relaciones entre  Israel y los Estados Unidos trascienden a las que en un momento determinado podamos tener Clinton y yo. Entre los dos países hay relaciones profundas. Los desacuerdos puntuales existen en cualquier familia.

Al pedirle que enumerara los desacuerdos, respondió que no me los podía señalar con exactitud, pero después de los tratados de Hebrón le dije a Clinton que íbamos a dar unos pasos concretos y los dimos. Sin embargo la Autoridad Palestina no cumplió con la promesa de frenar el terrorismo del Hamas. Por lo tanto si hay que hacer reproches había que hacérselos a los palestinos.

Se imponía hacerle la pregunta de por qué el proceso de paz seguía inmóvil y amenazaba con pudrirse. Me interrumpió para asegurarme  que si los acuerdos no iban más rápido era porque los palestinos no cumplían sus compromisos. Yo he cumplido con nuestra parte, son ellos los que violan los acuerdos de Oslo.

¿Podía precisarme cuáles son esas violaciones?

Muchas. No han retirado de su Carta Fundacional la mayoría de las citas que aluden a la destrucción y a la liquidación de Israel. Se comprometieron a requisar las armas de los grupos violentos y no lo hicieron. Conocían la planificación de los ataques terroristas a Tel Aviv y no los impidieron. Tampoco redujeron el número de policías palestinos acordado.

Señor primer ministro, señor Netanyahu, después de analizar las opiniones de los líderes internacionales y observando las críticas internas que le hacen, percibo que usted está muy solo, que le falta ese necesario acompañamiento para llevar a buen término un proceso de paz tan complejo como este.

(El primer ministro respondió con un discurso amplio en el que sustancialmente me decía que el pueblo judío nunca había disfrutado del acompañamiento, del apoyo y del arrope del mundo occidental. Hay muchos que piensan que la paz puede lograrse con concesiones unilaterales por parte de Israel, pero si Israel se queda sin territorios, se queda sin defensa y entonces no habríamos conseguido nada.) Hay poderes que se atribuyen a un estado soberano que nosotros no se los podemos ceder a los palestinos. No pueden importar balística, ni controlar el espacio aéreo. Después de lo que me acaba de decir -interrumpí-,  creo que según usted el proceso de paz jamás podrá desembocar en un Estado Palestino.

No, si el concepto de Estado significa autodeterminación. Yo les propongo un Estado Compartido,  la Administración Pública será de ellos. Asuntos como los del agua o los de medio ambiente podrían ser cogestionados; en cambio los de seguridad no podrían ser revisados por los palestinos.

¿Perderá algún día Israel ese sentimiento de estar siempre perseguido y acosado por sus enemigos?

Cualquier forma de paz tiene que apoyarse en un Israel fuerte y que sea percibido como tal. Si se percibe como débil y vulnerable, sería el principio de su fin. Los palestinos no quieren una solución final. Los palestinos tratan de conseguir los territorios y luego negociar la paz.

Pasaron 19 años desde este encuentro. Murió Arafat, asesinaron a Yasín, ya está muy lejos la presidencia de Clinton, Netanyahu ha vuelto a ser primer ministro de Israel y la paz está hoy tan lejos como entonces.

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