CRÓNICA

Los sueños de emigrar a Europa desde Egipto, intactos pese al naufragio

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photo_camera Una embarcación traslada los cuerpos de los desaparecidos en el naufragio hasta el puerto de Rosetta

Supone el mayor riesgo al que los emigrantes se enfrentan cuando están en alta mar.

En la localidad de Yazira al Jadra, los jóvenes solo sueñan con lanzarse al mar con destino a Europa, sin percibir los riesgos de un naufragio debido a las historias de éxito de otros emigrantes y a la persuasión de los traficantes.

Este pueblo de unos 35.000 habitantes, ubicado en la orilla oriental del río Nilo cerca de la desembocadura en el mar Mediterráneo, está rodeado de barcos que la gente pobre del pueblo emplea para pescar y los poderosos para traficar con personas.

Todos los habitantes de Yazira al Jadra usan además estas mismas embarcaciones para cruzar a la otra ribera del Nilo, donde se encuentra la ciudad de Rashid, que cuenta con servicios educativos y sanitarios inexistentes en este pueblo.

"Nos falta de todo. Mi hijo cuando ve a sus amigos y compañeros que tienen trabajo y están felices en Europa después de un año o dos, quiere viajar", comenta a Efe Esam, de 50 años.

Su hijo Mohamed, de 17 años, es uno de los supervivientes del naufragio de un barco el pasado miércoles con cientos de emigrantes a bordo frente a la costa de Rashid, en el que han muerto al menos 162 personas, según los datos del Ministerio de Sanidad.

En dicha tragedia fallecieron hasta el momento nueve jóvenes de Yazira al Jadra, mientras que diez siguen desaparecidos y una treintena salió con vida.

Esam, sentado entre sus cuatro hijos, detalla que al ser el traficante un vecino del pueblo les ofreció pagar solo 18.000 libras egipcias (unos 2.000 dólares) por el viaje de su hijo, y esto una vez que llegara a Europa.

"Yo distribuyo bombonas de gas y cobro al mes 600 libras. Mi hijo me ayuda en mi trabajo", explica el padre, quien esperaba que su vástago pudiera enviar dinero desde Europa para mejorar su precaria situación económica.

En Yazira al Jadra, en la provincia de Kafr Sheij, hay decenas de traficantes que suelen hacer ofertas a los habitantes del pueblo para "ayudar" a sus hijos a emigrar a las costas italianas.

Los traficantes rebajan por ejemplo a 15.000 libras (1.690 dólares), en vez de 30.000 (3.380) el precio del viaje por persona a los vecinos del pueblo, un monto que se paga una vez el emigrante alcance Europa.

Si el joven convence a otras cinco personas de otras provincias egipcias para que se enrolen en el viaje, cruzar a Europa le puede salir incluso gratis, según los relatos de los vecinos recopilados por Efe.

Distinto es el trato a los egipcios de fuera de Kafr al Sheij o a los emigrantes africanos, que deben desembolsar el dinero por adelantado.

Según datos del Centro de Estadísticas egipcio publicados en 2014, las pobreza en las provincias de Kafr al Shiej y Al Behira afecta al 18 % y al 20 % de la población, respectivamente, lo que las convierte en las regiones más pobres del delta del Nilo.

No muy lejos de la casa de Esam, tras cruzar un canal de agua lleno de basura en el que las niñas lavan los platos, un grupo de mujeres vestidas de negro aguardan sentadas delante de la casa de un joven desaparecido en el naufragio, Sharaf.

"Su madre le besó los pies para que no se fuera, pero ellos le empujaron a hacerlo", relata a Efe Nawal, la tía del joven, mientras señala con su mano hacía el fin de la calle, donde se encuentra la casa del traficante Naser.

Esta mujer responsabiliza a Naser de la tragedia del barco, aunque por el momento las fuerzas de seguridad no han detenido a los dueños de la embarcación, tan solo a cuatro miembros de su tripulación.

Naser con otros traficantes huyeron del pueblo después del hundimiento del barco, la primera tragedia registrada en el pueblo.

Los vecinos calculan que más de un millar de jóvenes de la localidad han emigrado con destino a las costas europeas desde la revolución del 25 de enero de 2011.

Hasta julio de 2016, Egipto se convirtió en el segundo país de partida de emigrantes, después de Libia, según la Organización Internacional para las Migraciones.

Y es que ni la reciente tragedia arrebata a los jóvenes su sueño de ir a Europa. Así lo demuestra Atia, un joven de 17 que tuvo la suerte de sobrevivir al naufragio, como otras al menos 164 personas, en su mayoría egipcios.

Atia no puede olvidar a su amigo Karim, al que intentó salvar pero al que acabó dejando hundirse cuando le empezó a presionar mucho el cuello tras cinco horas en el agua, recuerda con voz muy lenta.

Pese a estos dramáticos recuerdos, el joven asegura a Efe frente a su pequeño hogar que intentará emigrar de nuevo porque en su pueblo "solo hay enfermedades y una vida (de miseria) que solo Dios conoce".

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