En la avenida de Sousas, en Verín, el paseante no sólo puede contemplar el espectáculo de la ropa tendida en los balcones, sino que los aparcamientos también tienen su aquel. Cientos de plazas libres a dos pasos, pero no, que los coches piden isleta. Caprichosos que son. Y van sus dueños y se la dan. Ay si les multaran, verían como no le consentirían tantas tonterías.