JUICIO

Un acusado de prostitución dice que trata ‘bien a la gente'

photo_camera El acusado, durante su declaración ayer en la Audiencia.

La fiscal solicita para un ciudadano portugués juzgado en la Audiencia ocho años de prisión por proxenetismo y tráfico ilegal de personas en el club que regenta en O Cañizo

En la Audiencia se celebró ayer el juicio oral por la denuncia de una ciudadana paraguaya contra un hombre de nacionalidad portuguesa al que la Fiscalía acusa de proxenetismo y de tráfico ilegal de personas con ánimo de lucro, delitos por los que pide una pena de tres y cinco años de prisión, respectivamente. La defensa solicita la libre absolución.

El relato de la acusación y la defensa coinciden en el itinerario que siguió la demandante, de nombre Gladys, desde su país a Galicia donde terminó trabajando en un club de alterne. Pero difieren en el papel que desempeñaron los hombres con los que se fue encontrando en su peripecia.

Gladys llegó a Madrid en noviembre de 2010 vía Brasil con un visado de turista para tres meses y 800 euros en el bolsillo prestados por la persona que en Paraguay le ofreció un trabajo en España "como asistenta de hogar o como prostituta". Según su declaración, que se leyó en la sala, tras aterrizar en Barajas se desplazó a un hotel. El encargado le indicó que esperara en el pasillo y que una persona vendría a recogerla. Después de seis horas apareció Nuno C. R. (el acusado).

Aquí las versiones empiezan a diferir. "Llegó en autobús a A Gudiña y de allí vino en taxi. Las chicas vienen a mi local porque se habla bien de mí, saben que tratamos bien a la gente", manifestó el acusado. Nuno reconoció que en aquellos días regentaba el club Dolce Vita, en O Cañizo. Que habitualmente disponía a "10 ó 12" chicas para sus clientes. Muchas paraguayas. Su pareja también lo es. Él tenía la mitad de la propiedad del club, que se cerró en julio del 2011 y hoy funciona como hotel, según explicó. Pero Gadys sostiene que Nuno la recogió y le advirtió que no había trabajo de asistenta para ella. De camino al Dolce Vita se detuvieron en otro club, el JJ, para negociar con alguien a la que ella identifica como el propietario, Antonio. Dijo que Nuno había querido intercambiarla por los 2.500 euros que la mujer adeudaba a la persona que le facilitó el billete y el dinero en Paraguay. Antonio declaró en la sala. Dijo que no es propietario del JJ sino arrendador del local. No recuerda a Gladys ni ninguna negociación con Nuno, a quien conoce porque el local del Dolce Vita también es suyo.

La mujer cuenta que tuvo que trabajar dos días en el JJ, que Nuno se fue con el dinero que le quedaba, y que cuando llegó al Dolce Vita la primera semana le daba a él 10 euros de cada 50 que ganaba. Luego, dice, la amenazó. "No sirves" y durante los meses siguientes la tenía en la cocina hasta las cinco y de ocho de la tarde a cinco de la mañana trabajando en el club. Hasta que en febrero de 2011, con ayuda de otra mujer, se marchó a otro club, Las Felinas.

Nuno le explicó a la fiscal que él no amenaza ni maltrata a las chicas porque tiene un gran corazón y que si echó a Gladys fue "porque andaba con drogas". Le insistió en que no conoce a la persona de Paraguay que envió a Gladys y que si en sus móviles aparecen mensajes cruzados es porque él solía dejárselo a las chicas.

En Las Felinas, en una inspección rutinaria -la misma que tres o cuatro veces al año hacían en el Dolce Vita o en el JJ, según contó al juez un subinspector-, la policía judicial encontró a Gladys, caducado el permiso. Los agentes la escucharon y decidieron aplicar el protocolo de víctimas de trata de personas. "Fue la primera vez que nos contaron un caso de intercambio por deuda. Luego vimos más. Cobran la deuda para luego controlarlas", dijo el subinspector.

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