CULTURA

Algo más que un recuerdo 
del ourensano Padre Feijoo

photo_camera Padre Feijóo

Este periódico ha decidido conmemorar el 250 aniversario de la muerte del Padre Feijoo, acaecida el 26 de septiembre de 1764 en Oviedo

Pronto se cumplirán, igualmente, los 338 años de su nacimiento, el 8 de octubre de 1676 en el pazo de Casdemiro, de la parroquia de Santa María de Melias. Sus padres estaban ligados al entorno alaricano de Vilanova y O Mato (Ver: Chancillería de Valladolid, Legajo 1317, nº 50, exp. 5.404). En vida, sus relaciones con Ourense poco más allá fueron de lo que le inculcaron sus primeros maestros en el monasterio de San Esteban de Ribas de Sil y de lo que pudo aprender antes de los catorce años.

A esa edad, en 1690, tomó los hábitos benedictinos en Samos y, después de sucesivos cursos en Lérez y Salamanca, pasó a Oviedo en 1709 donde, dedicado primordialmente al estudio y a la docencia, viviría más de media vida. En el convento de San Vicente de la capital del Principado –en cuyo claustro se instaló en 1944 el Museo Arqueológico de Asturias-, se reunía en academia informal con amigos eruditos -no sólo frailes-, con quienes pasaba revista a autores extranjeros –franceses, sobre todo- y nacionales. Allí, cuestionaban la pedantería y el decadente escolasticismo que mutilaban el conocimiento, debatían sobre asuntos candentes como la mendicidad, la hipocresía, las supersticiones de que estaba poblada la cultura popular, la defensa de derechos de la mujer en igualdad con el hombre, y se ocupaban de la educación, las ciencias y las artes, la astronomía, la Literatura, la Filosofía o la Música. Todo encontraba luego cauce verbal en sus clases y, a menudo, quedaría escrito en sus obras con ese aire crítico característico de quienes no sintonizan con los convencionalismos. Desde Oviedo, pronto alcanzó notoriedad, gracias, entre otros, al Conde de Campomanes, quien promovería, como fiscal del Consejo de Castilla, la edición unitaria y completa de los 8 tomos del Teatro crítico universal y los cinco de Cartas eruditas y curiosas, muy poco después de su muerte. La publicación fue precedida de un bosquejo biográfico de que era autor el propio Conde: Noticia de la Vida y Obras del M. I. y R. P D. Fr. Benito Gerónimo Feijoo, monge benedictino de la Congregación de España, Catedrático de Prima de Teología Jubilado de la Universidad de Oviedo, Maestro General por su Orden, del Consejo de S. M., que volvería a reproducirse en casi todas las siguientes ediciones conjuntas. Con las 44 páginas de esta Noticia biográfica, se consolidaba la “historia literaria” de Fray Benito Jerónimo Feijóo iniciada en 1726, cuando sus ensayos ya empezaron a suscitar un apasionado debate entre seguidores y detractores, hasta el punto de que el propio Fernando VI, por una Real Orden, prohibiría su impugnación en razón de que le gustaba su lectura. Suele encasillarse la obra de Feijóo entre los novatores y la primera ilustración española. Desde el grupo asturiano del que saldría Jovellanos, aglutinó a muchos intelectuales mediante su amplia labor epistolar, lo que le sitúa en los orígenes de la moderna ciencia española, una apertura no bien vista por grupos tradicionalistas e inquisitoriales.

Hay que esperar a 1876 –en plena Restauración borbónica- para que le llegue el reconocimiento público en Ourense. Con motivo del segundo centenario de su nacimiento, la Diputación Provincial había convocado un “Certamen literario en conmemoración del sabio P. Feijoó”, del que resultarían vencedores Lamas Carvajal y Emilia Pardo Bazán. La parte de este concurso que pretendía revisar su obra, tendría un recorrido más problemático: el jurado requirió un dictamen de la Universidad de Oviedo, donde el benedictino era más conocido. Dos trabajos, de mujeres ambos, habían suscitado la atención. Uno de ellos también era de Emilia Pardo Bazán. Admiradora no sólo de los modos literarios del orensano, sino también de su perspectiva crítica -particularmente respecto a la igualdad de las mujeres, cuestión por la que la escritora coruñesa (1851-1921) sería muy conocida-, con 25 años vería premiado su Estudio crítico de las obras del P. Feijóo. El otro estudio, de la ferrolana Concepción Arenal (1820-1893), vería postergado su Juicio crítico de las obras de Feijóo, lo que no fue obstáculo para que se publicara por entregas en la Revista de España al año siguiente. Marcelino Menéndez y Pelayo dejó constancia en su Ha de los heterodoxos españoles (Editora Nacional, 1948, tomo 5, pg. 96) de lo poco que apreciaba esta obra de una de las activistas sociales y feministas de mayor relieve dentro del liberalismo de corte católico del cambio de siglo. Pero la disección temática que realiza de lo escrito por Feijóo es muy didáctica. Sobre todo el apartado de la educación, asunto que preocupó mucho a ambas mujeres, por lo segregadora, pacata y escasa que era para casi todas ellas. Probablemente la misoginia de D. Marcelino le mediatizara el juicio, igual que a él y a otros como Palacio Valdés o Clarín, y les llevó a impedir que entraran en la Real Academia de la Lengua. Sin duda, hay un feliz encuentro, sin embargo, entre estos tres gallegos universales, Feijóo, Arenal y Pardo Bazán (Ver: Aguinaga, Magdalena, El eco de las voces sinfónicas, Zaragoza, 2008).

En 1887, once años más tarde del certamen orensano y en buena medida como consecuencia de él, se inauguraría el 7 de septiembre, casi enfrente de la fachada sur de la Diputación, la estatua que honra al sabio benedictino. Había sido encargada cuatro años antes al escultor catalán Juan Soler y fundida en Barcelona. El alzado de este monumento debe mucho al banquero Pereiro Rey. La entonces llamada Plaza de Isabel la Católica pronto pasaría a ser primordialmente de los “jardinillos del P. Feijóo”. Una de las mejores revistas de la época, La Ilustración Española y Americana, se hizo eco gráfico del acto en el nº 35, del 22/09/1887, entre otras razones por la presencia en el acto de Dña. Emilia. Cuatro placas de bronce, una a cada lado del pedestal de 4,62 m. de alto, en que se eleva el magnífico bronce de 2,75 de altura, mencionan, en el frente, el nombre del homenajeado; a los lados, los títulos de sus dos obras principales y su nombramiento como “hijo esclarecido” de la provincia orensana; y, a la espalda, se cierra el sentido de la efigie con una cita latina de la Metamorfosis de Ovidio, alusiva a la fama eterna. A esta estatua se le añadió el 6 de junio de 1936 una placa de mármol, en la base de su parte frontal, dedicada a Gregorio Marañón y a una obra suya reciente acerca de las ideas biológicas del P. Feijóo. El afamado médico endocrino había explicado en mayo, en una conferencia en el Ateneo orensano, esta modernidad de Feijóo y el Ayuntamiento se sintió conmovido por la importancia que, según atestiguaba el madrileño, tenía el saber del orensano.

Poco más hay en Ourense que recuerde al ilustre hijo de Casdemiro, salvo la calle del IES Otero Pedrayo hasta el Posío y la denominación de algún colegio. Pero motivos sobrados hay –incluida documentación del Archivo provincial- para que esta conmemoración persiga que los orensanos de 2014 descubran la mucha actualidad de lo escrito por este ilustrado de Ourense hace más de 250 años.

Texto: Manuel Menor Currás (Licenciado en Historia por Valladolid y doctor en ciencias de la Educación por la UAM).

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