ENTREVISTA | ARTE URBANO

El arte urbano aquí tiene nombre: Mon Devane

MONDEVANE
photo_camera Algunas de las obras de Mon Devane.

El arte urbano, el graffiti, se ha ido instalando entre nosotros hasta hacerse familiar, incluso por la vía comercial. Pocos escenarios se libran de la mano de estos artistas del spray que necesitan expresar así su potencial creativo. 

Habita un estudio de piel de cemento que preside un enorme ventanal. A la derecha una estantería repleta de sprays, también, retratos de jóvenes que como él necesitan pisar fuerte. Se asemeja al estudio de un pintor, lo es, pero sin la intensidad de pigmentos y trementina. En un extremo, una mesa con bocetos, a su lado un caballete, tal cual, donde permanece un encargo. Al otro lado, un retrato de gran formato de una joven, con toda la fuerza de sus figuraciones. Enfrente, más retratos, estos sobre pared y derribo; entre ellos identifico a Cora Novoa, la intérprete electrónica. 

Mon Devane es uno de los artistas urbanos ourensanos que más ruido ha estado haciendo. Sus creaciones figurativas son muy reconocibles, precisamente por eso, por huir de las grafías habituales con la que los graffiteros estampan su nombre sobre la pared.  

Proceso de búsqueda

“A mí no me gustaría hacer algo que hiciera todo el mundo”, dice, sin sonar a pretencioso. Mon 5_resultDevane es sobrino de Pepe Conde Corbal, algo debe haber en los genes que les conecta, o a mí me lo parece. No conoció a su tío, pero en la habitación de su infancia había barcos de vela con la firma Conde Corbal: “La casa de mi padre está llena de cuadros de él, la de mi abuela, la de los primos de mi padre”. 

De Conde Corbal tío, uno recuerda su voz profunda, su trato amable y su sempiterna humareda de tabaco. Mon también fuma, pero de otra manera, tabaco de liar que apenas se consume y obliga a tirar de mechero, y deja un olor extraño. 

La primera pintada fue en el cuartel del Cumial, entre mamotretos de hormigón y ladrillo que le otorgaban la calma para pintar sin temer una huida a la carrera. Por aquella época ya andaba por la Escuela de Artes Antón Faílde. “Ostras, es magia”, se dijo para sí cuando descubrió que tras la mancha de sus dibujos estos cobraban volúmenes y de éstos “surgían unos mofletes” de lo más carnosos. “Ésto hay que pulirlo”. Ya así fue.

El graffiti siempre ha tenido un punto alegal, si no sería otra cosa. Mon cuenta no haber vivido riesgo, a lo sumo algún vecino cabreado que simulaba ser policía, “o algo parecido”. Nada serio. Tal vez, lo más surrealista se esté viviendo en la legalidad. “¿Se puede vivir de esto?”, pregunto. Tras un silencio que cobra cuerpo, la respuesta: “Vivo, malvivo, prorrateo”. Que si obligaciones tributarias, que si intenciones mezquinas de algunos que piensan que contratar a un pintor así es tan económico que ni cobra. Y así... 

A finales del año pasado estuvo en México, donde pudo experimentar con graffiteros de Latinoamérica y ver la potencia del muralismo allí. En Galicia no hay hoy demasiados muralistas. Luis Seoane dejó una gran huella en Argentina, también como muralista. En Ourense, Prego, Virxilio -con mucha obra sobre pared, en farmacias, clínicas, y restaurantes-, son predecesores. También Alexandro, Quessada, Vidal Souto, sus afamadas creaciones en la cárcel de Pereiro. Eran otros tiempos. A Mon le gustan estas comparanzas, en el fondo ellos hicieron lo mismo. 

Al Concello, con quien se ha reunido recientemente, le ha pedido facilidad para identificar y Ourense. 9-02-2017. Fotos a Mon Devane. Carretera de Oira.  Pazgestionar espacios privados donde pintar libremente, y así también, incentivar colaboraciones como las que a él le han llevado a México. No es fácil, la relación con el graffiti no siempre ha sido bien comprendida en Ourense. Aún se recuerda el afamado muro -“el Frente” le decían- de la playa de la Antena, recubierto con una malla de piedra para impedir pintar. Le pido que me rescate algún mural de los históricos, lo tiene claro, todos los que estaban en ese muro. 

Fotos hacemos muchas, algunas en su estudio; otras, donde está una de sus mejores representaciones, la de la Praza do Ferro, a petición de su padre, para anular un feo muro gris, que recuerda enormemente a la obra de su tío; también en Os Remedios, allí, su "Notorius Big" preside la cancha de baloncesto, junto a las piezas de César Prada y Abraham Caride, en un encuentro claramente intergeneracional. Al otro lado de la calle, otro mural pétreo refleja la vendimia, la labranza y escenas de la Galicia idealizada. Eran otros tiempos, claro. 

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