El dispositivo de seguridad de la entrada lleva averiado desde hace una semana
El edificio judicial de la ciudad vivió ayer un día anómalo para un mes de agosto al uso. No sólo porque se llenó de gente en una jornada con actividad laboral al ralentí con respecto a otra época del año, sino porque franquear la entrada para los extraños de la "casa" fue mucho más fácil.
A media mañana, la cuarta del Pazo de Xustiza registró un auténtico overbooking debido a las tres bodas civiles simultáneas que se celebraron a partir de las doce y que reunieron a más de medio centenar de personas en un corto periodo de tiempo.
El trasiego de novios, familiares e invitados se resolvió sin inoportunas esperas en el hall de entrada porque el dispositivo de seguridad estaba a medio funcionar. Y es que el escáner de control de efectos para aquellos que entran al Pazo lleva averiado desde hace una semana, sin que hasta el momento la empresa madrileña encargada de su reparación se haya hecho cargo.
La imposibilidad de chequear los efectos personales de los visitantes por rayos X deja el control policial al albur de la improvisación, ya que impide saber a los agentes qué contienen los bolsos, carteras o prendas de vestir exteriores. Aun así, las personas ajenas a esa institución (están exentos los trabajadores del Pazo y operadores jurídicos que lo frecuentan) deben pasar por el arco de seguridad, un dispositivo que se activa al detectar objetos metálicos.
Así pues el contenido de todos los bolsos de los invitados, incluidas las bolsas de arroz y cestas con pétalos de flores, eludieron el control en la concurrida jornada de ayer.
Pero como al fin y al cabo era un día de fiesta, todo se quedó en una anécdota en la que el único contratiempo fue el ruido que causaron más de 50 personas pululando entre las cuatro primeras plantas del edificio mientras los funcionarios se dedicaban a los menesteres propios de la Justicia.
