EN OURENSE

Siete cafés con historias, por favor

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Hay cafeterías donde en una mesa se pueden sentar varias ciudades. Y hay ciudades, como Ourense, que tienen sentadas historias de secretos, famosos y recuerdos. Suelen acabar en  estos siete cafés. 

Umbral dejó escrito que la noche que llegó al café Gijón “podía ser la noche de un sábado”. Que había “humo, tertulias y un nudo de gente en pie, entre la barra y las mesas”. Umbral pudo describir así siete cafés “de provincias” con aspiraciones.

Pudo cambiar a los intelectuales, revolucionarios de buhardilla del Gijón, por las conversaciones de médicos del Asturiano, sentarse en la escalinata del Bohemio, hacer amistades en el Latino y recrear la sombra que un Tamarindo proyectaba sobre la Praza Maior.

Se le habría visto cómodo con las nuevas promesas del Torgal o retratando a la Lola Flores en La Coruñesa. Recogiendo los pedazos de los amores rotos en las cuevas del Druida.

Aunque uno no tiene siempre la intención de acabar acodado en la mesa de algún café; a veces leer la prensa, ver un partido, beber, quedar con alguien y hasta los más perversos etcétera se quedan en un discreto detrás y uno llega porque qué hacer si no. Tomar un café a veces es la segunda mejor cosa que hacer, por delante de las primeras que siempre se acaban descartando por imposibles.

Aunque para alguien, un alguien altruista, sí fue lo primero. 'Tita' Rodríguez el Gijón de Madrid no le gustó demasiado, prefiere supervisar el Asturiano de Ourense. Sus motivos tiene. Yolanda González, Rubén Gil y Javier Barreal posiblemente no tuvieran tantas razones para abrir o retomar sus proyectos en los años grises de la crisis. Se las inventaran o no, en sus cafés se guarda silencio, las formas y algún secreto. Emilio Estévez custodia sus cuevas y Eduardo su jazz. Por nada se pasa factura, que lo de menos es el café.

El asturiano: Tita y mucha clase

El alma del Asturiano, Tita Rodríguez Viso, se sentó bajo la única luz que entra por el café. Una claraboya rodeada por plantas de interior, una mesa redonda, dos puertas, y las perlas bajando por el cuello de Tita. Tiene la misma clase que exige. “La clientela siempre fue muy selecta”, dice ella, que encontró inspiración en las tertulias de otras ciudades para reformar el local y convertir en café lo que desde 1942 había sido el bar de su suegro, Gabriel Toyos. 

Gabriel, asturiano, llegó de Cuba habiendo trabajado detrás de alguna barra caribeña. Venía a Ourense a hacer algo diferente y la ciudad pareció corresponderle: la apertura, cuentan, fue “un acontecimiento”. Servía café, buen café, y vino del Ribeiro. 

Ya de aquellas se fraguó en aquella posada de Capitán Eloy, ahora Concordia, una clientela “extraordinaria”. Tita reformó el Asturiano hace 25 años, allá por comienzos de los 90. Sofás aterciopelados en los costados y sillas de madera dispuestas alrededor de mesas de mármol. Se crearon tertulias -”y se siguen montando”- de escritores y políticos. También muchos médicos. El Asturiano no tiene televisión. Ahora lo gestionan los nietos de Gabriel, los hijos de Tita. Presumen de preparar uno de los mejores cafés de Ourense. Solo tienen comparación con la añoranza de Tita: “El día que me vaya me despediré con mucha pena. Ha sido lo mejor de lo mejor”.

El druida: La cueva del amor de Casillas

El socio de Emilio Estévez lo llevó un día a la carbonera de un edificio en la Praza Maior. Aquello -decidieron hace 34 años- iba a ser el Druida, un bar que debe a tres leyendas el origen de sus catacumbas, donde los estudiantes hijos de la emigración bebían licor café a mansalva y Casillas pudo tener a recaudo su “medio noviazgo” con una ourensana.

“Está acreditado que son del siglo XV”, explica. Una versión cuenta que era una sinagoga, “al lado había una barrio judío”. 

La segunda, un pasadizo que los obispos habían ordenado construir entre la antigua sede del Obispado -el actual Museo Arqueológico- y la muralla medieval de entonces. Sin embargo, Emilio da más credibilidad a otra: las cuevas eran parte de un paso que comunicaba la ciudad y las afueras. Los inicios fueron “buenísimos, espectaculares”. La prole de los emigrados en Europa gastaban las divisas de sus padres en licor y cerveza. Hijos de trabajadores de la Renfe metían en la tragaperras hasta 5.000 pesetas en monedas de cinco duros. Buenos tiempos para Emilio y su socio, hasta más o menos 2005. A la sombra de los arcos de medio punto bebieron Los Suaves, Moncho Borrajo o Maribel Verdú. Algunos anónimos se bajaban con los amores furtivos. “Una vez vino la mujer de uno y los pilló ahí abajo in fraganti”. Iker Casillas lo probó. “Un día bajó con dos amigas, una de ellas era una media novia que tenía por aquí”. Al salir, tenía a media ciudad esperándole fuera.

Torgal: Ni una música más

Los hermanos Pedrouzo, Isaac y David, querían llevar el “salón de nuestra casa a todo el mundo”. Inventaron un cuartito de 60 metros, con mesas de madera donde las lámparas no levantan medio palmo y las revistas suelen marcar las esquinas. 

En el Torgal se hace música, a veces desde el baño, cuando “un tío es capaz de tocar un tema” desde el servicio. Otras veces, cuando no cabe ni una música más en el Torgal, el concierto hay que terminarlo fuera, caso de Walter Salas. Nada se tira, todo se recicla. Si dos americanos pueden venir a tocar, se hace el American Autumn, festival marca de la casa. “Ojalá hubiera un Torgal en la acera de enfrente”, desea Isaac. Por el salón del Torgal pasaron los ídolos de su infancia: “Yo me vi explicándole a Sonic Youth qué era el pulpo y cómo crecían las barbas del Santo Cristo”. El plazo que se dan para pensar en la vida nunca supera los tres meses. “En Ourense no hay relevo generacional".

Tamarindo: Dejarse sorprender

Al Tamarindo conviene entrar con un concepto bien asumido. “Déjate sorprender”, recomienda el arquitecto Rubén Gil, un soñador que emprendió a finales de 2014 una cafetería vestida de experiencia. La concibió con diseñadores de Barcelona, pero de sus planos salieron las estancias, los muros de carga y los puntos de fuga sobre un local que antes era una camisería.

Su obsesión es que el Tamarindo tenga “vida” propia. Organiza eventos, catas de vino, conciertos y actividades porque de allí hay que salir sorprendido. Reconoce que “al final, somos una familia y es lo que transmites”. Un tamarindo que cobija la “intimidad” de sus clientes, nombre escogido porque “tiene que ver con la naturaleza”. 
Feijóo tomó prestada la discreción del Tamarindo. Pudieron hacerlo Rajoy y Bertín Osborne, dos citas que se torcieron en el último minuto.

Ourense. 9-06-2016.Café Latino. PazEl Latino: Europa en Ourense

Dan ganas de pegar la oreja en la puerta del Latino para ver si se escucha dentro el contrabajo de Ray Brown. Tantas veces tocó en la platea del café que la amistad con Eduardo, el fundador y propietario, era un camino que ninguno de los dos pudo evitar, como la frase de Cortázar, “andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Sería un error creer que la praza de Santa Eufemia no se entiende sin el Latino, porque las cosas que se dan por sentadas ya no se pueden disociar. Comenzó en el 1986 para instalarse en un Ourense que gracias a un proyecto como este pudo dárselas de europeo. 

Eduardo trajo al mejor jazz del mundo y algún cantautor. Trabó amistad con virtuosos como Tete Montoliu o Jorge Pardo. Su clientela se hizo “atemporal y fiel”. No se atreve a definir su propia creación aunque reconoce lo “sacrificado do negocio”. “Traballamos cando os outros se divirten” y eso es algo que a veces olvidamos.

El Bohemio: Escaleras al fútbol sin ruido

Alguna que otra pareja se hizo las fotos de su boda en la escalinata del Bohemio. Es parte de la “estética”, que resalta su dueña, Yolanda González. Controla esa cafetería donde puede haber fútbol pero “no hay ruido” y las maderas de las barandillas no crujen porque aún son nuevas. La escalera del Bohemio puede parecer la del Titanic pero no.

Yolanda la relaciona con la de la Livraría Lello de Oporto, donde comprar un libro de Pessoa y una guía de Pekín. Se aprovecha para “muchos ambientes” pero siempre guardando la línea que tiene el local. Una clásica, cálida, preparada para un cliente “difícil de contentar”, como los define Yolanda.

Ourense. 24-06-16. Local. Cafetería La Coruñesa.Foto: Xesús FariñasLa Coruñesa: La concha de yeso de la Piquer

La Coruñesa tenía una concha de yeso hace muchas décadas. Dentro de esa concha cantaron Lola Flores y la Piquer. La Coruñesa se hizo así histórica en Ourense. Javier Barreal, el actual gerente, masculla el “par de huevos” que hacen falta para hacerse con una responsabilidad así en 2011, 69 años después de la apertura. 

“No es nada fácil” cuando hay que hacer frente a los gastos de un negocio que emplea a 8 personas. Así y todo, él consiguió desestacionalizar al cliente habitual de la cafetería, que llega de igual forma en invierno y verano, a tomar café “de gran calidad”. 

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