Muchos de los ancianos de la ciudad y del rural ourensano viven solos. Rosa Borrajo, Luis Pereira, Mercedes Méndez y Baldomera Álvarez narran su día a día.
Rosa Borrajo (en el rural ourensano): “Eu non podo estar máis a gusto na miña vila"
Una alimentación sana y equilibrada y ejercicio físico son clave para disfrutar de la vejez. Así lo asegura la octogenaria Rosa Borrajo, una alegre alaricana que disfruta y aprovecha al máximo cada día "a pesares dos achaques propios da idade", reconociendo que "estou moi a gusto na miña vila". Desde que enviudó hace tres años, Rosa Borrajo vive sola en su casa de la villa del Arnoia "aínda que tódalas semanas teño a algún fillo, senón todos, a comer na casa". No tiene miedo a la soledad, ni tampoco a encargarse personalmente de las tareas del hogar. “Eu á mañá levántome, fago as cousas da casa e saio á compra. Aínda que ás veces non merco nada, dou unha volta”, relata.
Activa participante en la actividad cultural y social, Rosa es una gran tertuliana en la radio municipal y, a sus espaldas, acumula varios cursos de memoria, informática o gimnasia que le han servido para mantenerse activa en su día a día. Precisamente uno de esos cursos, al que acudió allá por el año 2007, le abrió las puertas de un nuevo mundo: internet. “Foi o mellor que me puido pasar na vida”, asegura. La red le sirve a Rosa como medio de entretenimiento y contacto con la familia que vive lejos.
Luis Pereira (en la ciudad de Ourense): “Soy fiel a mis paseos y a las partidas al subastado"
Recién llegado de su segundo viaje a Palma de Mallorca organizado por el Imserso, Luis Pereira no duda en retomar sus hábitos: "Me levanto, salgo a pasear, me tomo un vino, vengo a comer, echo una buena siesta y voy a echar la partida al subastado al centro de mayore de Caixa Galicia (ahora Abanca), en la calle del Paseo".
Visiblemente orgulloso de sus dos hijos y sus tres nietos, este ourensano de 86 años reconoce no sentirse solo en ningún momento. "Por la mañana, una mujer viene a hacer la limpieza y la comida, por la tarde paso el rato con los amigos y por la noche siempre vienen a visitarme mis hijos", explica.
De momento, se siente ágil y en buen estado de salud, por lo que no se plantea dejar su céntrico piso. Con todo, reconoce no tener miedo a las residencias de mayores. "En alguna se vive muy bien", bromea, añadiendo que "de eso ya se hablará". Por ahora, lo que tiene en mente es seguir cuidando de su huerta en Ceboliño, a la que llega en su propio coche, el mismo que utiliza para ir a veranear todos los años a Sanxenxo, donde es fiel a los paseos por las inmediaciones de la playa y a las partidas de cartas. Y ya piensa en las de este mes de julio.
Mercedes Méndez (en el rural ourensano): “La soledad por la noche es lo peor de vivir aquí"
La soledad en el rural se lleva mal, sobre todo por las noches. Así lo asegura Mercedes Méndez Estévez, una afable septuagenaria que, desde que falleció su marido en el año 2000, vive sola en el núcleo banduense de Corvelle. “Tengo dos hijos, pero están en Barcelona y Alicante y solo pueden venir en vacaciones”, explica Mercedes, que un par de veces al año viaja hasta la costa mediterránea para estar con sus seres queridos.
El pueblo, enclavado en la única parroquia de Bande que forma parte del Parque do Xurés, apenas cuenta con una veintena de vecinos a diario, la mayoría jubilados y solo un “rapaz” en edad escolar.
Hacer la compra, reconoce Mercedes, es muy sencillo porque todas las semanas recibe la visita de los proveedores de pescado, fruta, lácteos, carne, y hasta congelados. “Todo es de muy buena calidad, fresco y los precios son igual que en el comercio”, explica. Lejos de echar en falta servicios, Mercedes cree que “hoy en el rural se vive bien, tenemos todos los servicios básicos y hasta un local donde nos reunimos de fiesta". Lo único malo, explica, es tener que desplazarse hasta Bande para ir al médico.
Baldomera Álvarez (en la ciudad de Ourense): “No dejaré mi piso hasta que me vea incapacitada"
Baldomera Álvarez acaba de estrenarse en la década de los 80, pero "físicamente me encuentro joven". Nació en Cristosende, una pequeña aldea del Concello de A Teixeira, pero la emigración la llevó a Venezuela con apenas 18 años y recién casada. A su vuelta, se asentó en un piso en la ciudad "del que no me moverán hasta que no me vea capacitada para llevar mi día a día sin ayuda", explica.
Lleva una vida muy activa. "Además de organizar mi casa, no hay día que no salga a dar mis paseos y hacer mis recados", explica."Sí, me gusta estar en mi casa, pero la mayor parte del día ando de aquí para allí", añade.
Con unas cuantas décadas de trabajo a sus espaldas, hace poco más de un año que se quedó viuda. "No hay domingo que no coja el autobús para ir al cementerio de Santa Mariña un ratito", apostilla esta ourensana, quien además confiesa sacar un hueco todas las semanas para visitar a una familiar cercana, también viuda.
La base que sustenta los días cargados de vitalidad de Baldomera es su positivismo, una sonrisa permanente y una Coca-Cola light para desayunar.
