ENTROIDO EN OURENSE

El Entroido agota Ourense

Garitos sin hielo para las copas, restaurantes sin comida para servir a la clientela y la ciudad volcada en el Entroido. Unas 2.800 personas desfilaron en Ourense y hasta hubo un negro vestido de mono.

El Entroido agota Ourense. El atinado titular es de Miguel Sánchez, subdirector de este periódico. El periodista al que le encargaron perpretar la crónica del desfile de Ourense tenía otro cargado desde la noche anterior: "Un negro vestido de mono". Resume la irreverencia y la normalidad con la que el carnaval aborda los asuntos espinosos, pero como al alcalde Jesús Vázquez le pareció imprudente cuando se le comentó,  surgieron las dudas. Y si en Oregón preguntas en vez de disparar, estás muerto. 

Tienen razón. Porque cuando comenzó a gestarse esta crónica era la noche del sábado y cuando finalizó la noche del domingo. A las dos de la madrugada, mientras  en la televisión repetían el Leganés contra un Dépor famélico de fútbol, entró un tipo disfrazado de mono. Al principio nadie le dio importancia, pero cuando el personal detectó que era negro comenzaron los bisbiseos. El fulano es un auténtico crack. Habría que nombrarlo rey del Entroido y concederle una medalla por la normalización.

Ourense de Entroido es mucho y puede ser más. Una colega de A Coruña alucinaba en la terraza del Miudiño por un colorido que no encuentra estos días en su ciudad natal. El incombustible Casiano bailaba, la noche giraba y la peña seguía el compás de una noche alocada. Y todavía no había visto el desfile. En muchos garitos de copas se quedaron sin hielo para las copas porque la peña es más de regadío que de secano. No es carnaval todos los días pero sí se puede estar estos días todo el día de carnaval. Y si no tienes hielo sirve un licor café.

Antes de que comenzase el desfile, algún restaurante del Casco Vello se quedó sin comida para atender a la clientela más perezosa o menos madrugadora, que no es lo mismo pero es igual. Andrea, camarera del restaurante María Andrea, se disculpaba argumentando que la cocina está cerrada cuando lo cierto es que la despensa está vacía. Y que vengan más días así porque  mientras unos comen otros ganan para comer.

Decía Manuel Jabois que alguien decía –disculpas por no recordar al autor de la cita, pero el subdirector amenaza con cortar el cuello si se cierra tarde y el riesgo es severo– que la mejor manera de seguir a un político es perderlo de vista e ir preguntando por él. Si la receta funciona en una caravana electoral también puede servir para un defile de Carnaval. A las cinco de la tarde en el culo de la comitiva estaba la carroza de Juanjo Rodríguez, el dueño de la empresa ourensana que fabrica desfiles para toda España. Con unas ojeras a la altura de los pies y no precisamente por la juerga, sino por el curro de los últimos días, apremia para que el periodista corra a ver la carroza de Paco Gallego inspirada en la corte del faraón. La comparsa anima el cotarro detrás de la de As Eiroás, que hace el recorrido tirando a la peña huevos rellenos de grano. 

Pero para llegar desde el culo, bonito culo por cierto, a la cabeza, hay que recorrer un largo trayecto. Desde el instituto de As Lagoas y a paso ligero como en el ejército, uno no llega a ver el espectáculo que protagonizan Paco Gallego, Casiano y sus muchachos hasta la altura de la calle Juan XXIII. El Concello corre con los gastos de la carroza y es buena inversión porque en las dos orillas del recorrido está todo Ourense o al menos eso parece. La comparsa de Tomiño cobra 2.000 euros por enseñar sus mariposas espectaculares.  

60 COMPARSAS

El desfile del Entroido mueve a 60 comparsas, algunas con dos centenares de componentes. "Es más divertido desfilar que verlo", resumirá después la presidenta del Ampa de los Maristas, que por primera vez salieron disfrazados de superhéroes. Una quincena de colegios se sumaron a una fiesta en la que desfilaron más de 2.800 personas. 

A la altura de la Diputación está la compañera Sonia Piñeiro con su hijo Jorge, vestido de Spiderman. Es el momento de detenerse para ver el desfile de frente. La corte del faraón va 'matizada'. Se nota que  Gallego lleva 27 desfiles y que Casiano se mete carnaval en vena. El personal contempla el paso de las carrozas y de las comparsas con un respetuoso silencio. La música suena, las comparsas bailan las coreografías ensayadas durantes muchos días y el desfile no acaba. A las siete de la tarde el periodista ya no aguanta más. Sonia, su pareja y el cativo continúan atentos a la escena y aguantarán todavía una hora más en la acera. En La Mejicana con la  caña te dan una oreja y uno no entiende cómo este manjar no se ofrece todos los días del año.

El desfile termina en la Alameda, pero en la Praza Maior la gente ya espera para continuar la fiesta. Para entrar hay que pasar una especie de control vigilado por miembros de una empresa de seguridad privada. Cuando se completa el aforo se cierra el paso. Quizá sea lo mejor para que el festejo concluya sin incidentes o accidentes, pero choca con una celebración a la que las normas le sientan como el freno del caballo al cerdo. A pesar del supesto desenfreno, la gente es respetuosa. 

El Tamarindo está hasta las trancas. Resulta casi imposible acercarse a la barra. Encontrar una mesa libre es un auténtico milagro. Unos tipos disfrazados reconocen al alcalde, que toma un café con Belén Iglesias, la concejala de Educación y Cultura y reponsable de organizar un petate que está adquiriendo unas dimensiones considerables. "Hay que apostar más por el Entroido de verano", le dicen al regidor. La experiencia anterior no ha resultado positiva pero si hay gente dispuesta mantendrá la apuesta, comenta. 

El alcalde y la concejala se van con cara de satisfacción. El desfile ha terminado, pero queda noche y Entroido. Ourense, aunque agotado, sigue en pie.    

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