OURENSE NO TEMPO

Escenas cotidianas de Auria

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photo_camera Jardines de Concepción Arenal a comienzos del siglo XX.

Hubo un tiempo en el que los jardines de Bispo Cesáreo y su entorno, por muchos motivos, eran el centro de la ciudad. Los mejores cafés se “amontonaban” en la avenida de Pontevedra: Unión, Regio, Victoria e Iberia.

La principal dificultad con que me encuentro para escribir mis artículos suele ser la de conseguir que el lector se centre en la época de la que realmente estoy hablando. Y ciertamente reconozco que en ocasiones fue tan diferente el ambiente en el mismo escenario que es lógico el despiste. Aquí os doy unos ejemplos:

Hubo un tiempo en el que los jardines de Bispo Cesáreo y su entorno, por muchos motivos, eran el centro de la ciudad, los mejores cafés se “amontonaban” en la avenida de Pontevedra: Unión, Regio, Victoria e Iberia. Hablo de los años 20, cuando las chicas aprovechaban las mañanas del domingo para, después de la misa en la catedral, lucir sus mejores galas delante de los “pollos”. Nada que ver la escena con la que ofrecía en los primeros años treinta; en esa etapa, el original kiosco que, situado en medio de la plaza, regentaba don José Rodríguez Failde se convirtió en punto de reunión de la izquierda ourensana y por tanto en punto “caliente” de la política local. La presencia de la policía era habitual y el ambiente no inspiraba precisamente al paseo de parejas.

Sin cambiar de ubicación, existió otra época en que las risas y carreras de estudiantes del Seminario competían con los ruidos que producían las caballerías que tenían la plaza como “administración” de las empresas de transportes de la provincia. Eso fue en las últimas décadas del siglo XIX. El entorno era un poco diferente, con la existencia de un abrevadero e incluso de una calle -la llamada Esperanza hoy desaparecida y olvidada- en la que se mezclaban olores de pan y empanada con los que emanaban de las fraguas de algún herrero que en la zona se dedicaba a solucionar los problemas de “neumáticos” de las caballerías.

En mi infancia y juventud, la recuerdo como aparece en la fotografía, un parque de juegos para los niños a los que vigilaba doña Concha. En más de una ocasión pienso que nuestros padres intentaban que se nos pegase algo de la lucidez de aquella grandísima mujer. Y sin embargo, nosotros nos fijábamos más en la fuente del pitorro que existía a su vera que en la hoy admirada escritora ferrolana. Si me apuras creo que en aquella inconsciencia infantil, hasta agradecimos su cambio por la gran fuente que aún hoy sirve para “enseñarle los peces” a los amigos.

El entorno de la burga, fue otra de las zonas cambiantes. Hoy son los turistas quienes se encargan de darle vida (por fortuna cada vez más), pero durante unos años (aquellos para mí felices 70) se convirtió en el patio de juegos perfecto: fútbol, canicas, escondite, polis y cacos; ¿alguno recuerda que es eso de “huevo, pico, araña”? Como ya he dicho en más de una ocasión, mi pandilla y yo éramos unos émulos de los famosos Graxos da Burga, aquellos niños que la desamortización de Mendizábal (1837) dejo sin la protección de los monjes y el ingenio llevó a convertir lo que hoy es piscina termal (de aquellas un solar semejante a una selva) en su casa. "Casino", le llamaban ellos.

Sin embargo, la mejor etapa de la zona en cuanto a visitas comenzó cuando se adecentó y se mejoró la seguridad de la que hoy es fuente principal, aproximadamente a mediados del XIX. De aquellas, la vecindad acudía incluso en varias ocasiones al día para servirse de las fuentes para desde escaldar un pollo para desplumarlo, hasta recoger agua caliente para el baño del remilgado señorito, pasando por el lavado de ropa, sin olvidar que muchos de los visitantes que llegaban a la ciudad cargados con el polvo del camino preferían el agua caliente de la burga que la fría de la fuente del Picho por ejemplo.

En mi archivo tengo bellas fotografías que muestran la Plaza Mayor convertida en lugar de mercado diario (desde tiempos muy remotos), lo mismo que lugar de celebración religiosa (la procesión del Encuentro y la representación del Desenclavo eran de lo más espectacular en la Semana Santa de comienzos del XX). Fue en otro tiempo lugar de paseo y tertulia, (aquí en mi mente veo la imagen de don Ramón Otero Pedrayo en el espolón), el Casino de caballeros concentraba la intelectualidad Ourensana. Después de unos “muchos” años de poca actividad, hoy se ha convertido en una zona de las más utilizadas para el descanso de la ciudadanía.

Me consta que podría extenderme más con el tema, y de hecho otro día tocaré otras zonas: el Paseo, Progreso, San Lázaro, los Remedios, el Posío, etc., pero aun así, estoy seguro de que cada uno de vosotros podría añadir otra u otras etapas en cada zona, no en vano cada uno tiene sus propias vivencias.

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