CRÓNICA

“Me faltan dedos de una mano por ir muy deprisa"

El futuro centro de innovación de FP se bautizará con el nombre de un ourensano ilustre: Eduardo Barreiros. Su trayectoria vital, llena de curvas, es un ejemplo de tesón vital en vísperas del centenario de su nacimiento

A Eduardo Barreiros (Gundiás, Ourense, 24 de octubre de 1919 - La Habana, Cuba, 19 de febrero de 1992) se le comparó con Henry Ford. Decía el padre de la marca americana y precursor de la producción en serie desde Estados Unidos que "los obstáculos son esas cosas espantosas que ves cuando apartas tus ojos de tu meta". Otra cosa no, pero dificultades en la singladura vital de Barreiros, unas cuantas. En una entrevista le preguntaron  si sería capaz en ensamblar él solo un coche. Respondió: "Como no, si yo he fabricado coches yo solo, por eso me faltan algunos dedos de la mano, precisamente por haber trabajado demasiado deprisa".

Eduardo Barreiros nació con ese halo de visionario que se prodiga muy de vez en cuando. Los astros se conjuntaron para que naciera en Gundiás, en Nogueira de Ramuín y al lado de sus hermanos Valeriano, Graciliano y Celso habrían de poner pie en pared para detener las dificultades que llamaban a la puerta del taller. Su primer negocio, como él confesó fue "una moto reconstruida que la compré por quinientas pesetas y la vendí por cuatro mil". Negocio redondo pero, como dijo Ford, "el negocio que solo hace dinero es un negocio pobre".

Barreiros fue mucho más que un hombre de negocios. Su padre tenía una empresa de coches de linea y su dedicación quedó patente desde el primer momento. Dorinda Ramos, su mujer, contó que el coche llegaba frecuentemente averiado al transitar por carreteras imposibles y él echaba mano de las herramientas para ponerlo a punto. Más de una vez su madre le llevaba la comida al taller.

Autobuses, empresa constructora... El sedimento empresarial de este ourensano del Concello de Nogueira de Ramuín trepó por las elevadas tapias de una sociedad en blanco y negro y una administración franquista recelosa hasta de los empresarios. Su nombre traspasó fronteras al ganar en Portugal un concurso para vender camiones militares. La imagen conduciendo uno de ellos en el momento de la demostración pasará a la historia.

La historia del automóvil guarda precisamente un hueco importante en sus páginas porque, tras la Guerra Civil, en 1949 empieza a transformar motores a diésel. Como recuerda la Fundación que le da nombre, "el motor diésel llegó a ser para los españoles sinónimo de Barreiros, y ello a pesar de la hostilidad de un sector gubernamental tan influyente como el INI".

En 1963 da un paso más con la asociación con Chrysler, "en una de las mayores inversiones norteamericanas en España, que le lanzó a un protagonismo internacional". Sin embargo, tras las sucesivas ampliaciones de capital dejarían la empresa en manos de Chrysler. La fábrica madrileña de Villaverde sería un paso más en el proceso de crecimiento de la firma, también de la España que empezaba a industrializarse. allá por el año 1969. Eduardo testó otros sectores, como agricultura y ganadería, como ejemplo de un empresario con muchos registros. En 1978 da el salto a Cuba, de donde ya no regresaría. Allí y de esa época son los motores Taino y un montón de creaciones en maquinaria agrícola. En 1992 fallecería de forma repentina. Él, como Ford, hizo suya la frase de este último: "Cuando creas que nada va bien piensa que los aviones despegan con el viento en contra".

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