REPORTAJE

El graffiti, "droga y medicina"

PAZ
photo_camera Abraham Caride y Mon Devane posan frente a un mural que juntos pintaron para un programa de TV.

Una generación de jóvenes despidió los noventa y los graffiti clandestinos para abrazar la creación de sus propios negocios. Siempre con el spray en la mano. Son los últimos de una ola artística que puso la ciudad en el mapa.

Los años noventa pasaron para una generación de jóvenes con la música de los tintineos que las latas de cerveza hacían contra los spray de graffiti. Los pantalones anchos se rozaban contra la pintura fresca del Frente, el muro del Paseo de las Ninfas, convertido en la galería natural de arte urbano más importante de Galicia.

Allí pintaban los Michael y los Dusem y cada rapaz estaba asignado a una "crew"; partes de un microcosmos urbano en el que la palabra más repetida era "respeto". Abraham Caride, Mon Devane y Dusem recurren a la nostalgia y al nudo en la garganta cuando lo recuerdan. Son, como la canción de Loquillo, memorias de jóvenes airados. Era posible encontrarlos en las esquinas de las tapias apretando el spray por la noche. Clandestinos. Hoy viven de esto. 

"Era increíble, la gente de Galicia mataba por venir". Mon Devane es ahora el artista que pinta retratos hiperrealistas, "algunos lo llaman el post-graffiti", después de haber domado su talento sobre el cemento de los muros ourensanos: "Antes se hacían exhibiciones y se pintaba todos los sábados. Normal, tenían tres kilómetros de mural y recuerdo que creaban a doble altura". Recita de memoria las firmas: "El Moe de Vigo, Nachei era de Ourense, estaban Dass, Deion…". Mon y algunos de sus amigos fueron los últimos exponentes de aquella "old school". Cerraron aquella hornada que se tomó en serio el graffiti. Tanto, que Mon decidió dar un paso adelante hace ocho años. Vio que había gente dispuesta a pagar por su talento y apostó por él mismo. "Es paulatino, empiezas por cosas poco remuneradas", explica. En estos momentos prepara una exposición de sus piezas desde supropio estudio. 

Dusem, un poco mayor, recuerda ir de la mano con su hermana y con su madre a la playa de Antena y ver a los  pioneros. Cuando tomó contacto con sus padres artísticos, describe, “era estar en otro mundo, la adrenalina, eras un chaval y si tenías mil pesetas comprabas dos o tres botes en vez de irte de fiesta”. Él salió un día de la escuela con un boceto pintado en la carpeta de un amigo. El primer trabajo de una vida artística que, en el fondo, no ha cambiado tanto. Ahora serigrafía desde ropa hasta fundas de móviles en su nueva tienda, De Rems Custom, ubicada en el casco histórico.

"Ganarme la vida es muy difícil pero yo creo que si te centras en una sola cosa, ¿por qué no? Es súper bonito", comenta. 

-¿Y qué se siente cuando uno está creando un mural?

Se toma un tiempo para pensarlo y lanza la definición de todo un movimiento. 

-Como tenga problemas personales es mi medicina. Te vale para evadirte y para encerrarte. Es eso, droga y medicina- responde.

Faltaba a clase para poder ir a hacer graffitis. A veces, reconoce que se levanta a las seis de la mañana a evadirse frente a una pared.  Contra ella, se han pegado algunos rivales: "A muchos podría darles en la cara, he conseguido muchas cosas, no he parado de pintar y ahora vivo de esto. Esto es lo que sé hacer y no hago otra cosa que graffitis". 

Como Abraham Caride, otro escritor de graffiti que ahora trabaja como autónomo. Nadie como él conoce el arte urbano en Ourense. Suyo es el documental y la página web "Nome", donde recopila decenas de testimonios de una época en la que los jóvenes gallegos aspiraban a pintar un pedazo del Frente. Su primer trabajo fue en Allariz, "una chapuza increíble". De aquellas, que te dieran "una propina era lo máximo, era lo típico, hasta que llega el momento en el que piensas, 'de esto puedo sacar tajada'".  

Como en todo, las oportunidades laborales han ido en paralelo a un cambio de mentalidad de la ciudad. Ahora la gente empieza a darse cuenta de su creatividad. Ya no son aficionados, ni vándalos. Son profesionales. "También la televisión ha contribuido a que se abra un poco la mente". 
Sus raíces están aún en la calle. No han dejado de crear en aquellos sitios donde el resto solo ve el gris del hormigón. En el Cumial o en las zonas deprimidas de cada barrio instalaron sus templos, y  vaciaron la cartera levantándolos. Tampoco se han hecho ricos, pero gracias a haber educado la vista de la gente mayor, perciben unos ingresos que, aunque inestables, les permiten vivir y seguir pintando. "La reacción de la gente es muy positiva", sostiene Abraham. 

La historia de ellos tres ya la resumió una canción del rapero Tote King, titulada precisamente "ahora vivo de esto". Una canción "para la gente que sabe cuál es su sitio / para aquel que estuvo aquí desde el principio / para el que respeta y respeta el texto / para el que nunca lo dejó y ahora vive de esto". Aguantaron cinco minutos más que los demás. Por ahora van ganando. 

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