SALUD

La hepatitis, cinco lados de una compleja dolencia

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photo_camera La ecografía abdominal se practica para conocer el estado del paciente durante la enfermedad. (MIGUEL ÁNGEL)

Radiografía de una enfermedad que ha copado titulares, con afectados que empiezan a vislumbrar esperanza

Si bien el pasado 28 de julio el mundo conmemoró el día mundial contra la hepatitis, no es menos cierto que, de algún modo, para buena parte de los afectados de esta enfermedad, el presente pueda definirse como el año en que la hepatitis saltó a la palestra mediática en primera línea, con un dibujo de horizonte que en principio luce favorable. Tras un prolongado encierro protagonizado por afectados, acompañado de continuas protestas, una luz se avizora. 

Centrándose directamente en el hígado como objetivo, el abanico vírico de la hepatitis se circunscribe a cinco clasificaciones distintas, que van desde la A hasta la E, en un orden que no se corresponde con una evolución o gradación de sus efectos, y en el que cada uno de los tipos posee su propia especificidad, tanto de transmisión o prevención, como de posterior evolución.

Para los tipos A y B, por ejemplo, existe una vacuna preventiva, al contrario que con las restantes variedades del virus, una diferencia cualitativa muy importante.
Los tipos de transmisión son igualmente fuente de diferencia. Como es posible discernir a partir del gráfico que acompaña, cuatro principales vías son posibles: la sanguínea; la proveniente de relaciones sexuales; la fecal-oral, por el consumo de alimentos o agua contaminada; y por último la vertical, de madre a hijo durante el transcurso del parto. 
Las posibilidades existentes varían según el tipo vírico, sin que sea posible establecer una correspondencia únivoca entre un tipo de transmisión de la enfermedad, y un tipo de virus específico.

No obstante, el abanico vírico confluye en un punto concreto: las células hepáticas. El destino final que acaba atacando el virus es el hígado de la persona infectada, una evolución que dependerá de, en primer lugar, el tipo de hepatitis contraída, y, en segundo lugar, del tratamiento que sea posible aplicar.

Por una parte, los tipos A y E suelen tener un decurso favorable de un modo espontáneo. Pese a su severa sintomatología sobre el infectado durante el desarrollo, finalmente la evolución alcanza un estado casi siempre positivo.

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Para los tipos B, C o D, el devenir suele ser mas complejo, pues precisan de la asistencia de un tratamiento específico que ayude al paciente a evitar el embate de la enfermedad en su organismo.

La polémica suscitada a lo largo de este año, plasmada en encierros en hospitales y numerosas protestas, emanó de la petición de plataformas de afectados por el virus de la Hepatitis C por el acceso estos tratamientos.

La complejidad de la enfermedad, tanto por sus variedades, como por su devenir, se convierten en un potenciador importante; una peculiaridad que espera que el 2015 suponga una definitiva inflexión para los miles de afectados. 

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