OURENSE NO TEMPO

Historias de la mili

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photo_camera La 3ª Cía., en perfecto estado de revista en 1975. Foto de Santiago Rodríguez.

En mi caso he decidido que solo tengo buenos recuerdos, los malos ¿para qué? ¡Ah!, tampoco seré yo quien juzgue si debería de regresar el servicio militar o no; eso os lo dejo a vosotros

Hace ya un tiempo que retomé el contacto con algunos de los compañeros que durante la “mili” tuve el honor de conocer. Andaluces, catalanes, vascos, extremeños, gentes de todas las partes de España. Gracias a ese contacto hemos intercambiado fotografías y recuerdos, algunos de los cuales intentare recuperar, porque sé que traerán… Los puntos suspensivos son porque sé que en este tema, como en tantos otros, de la feria cada uno la habla según le haya ido en ella. En mi caso he decidido que solo tengo buenos recuerdos, los malos ¿para qué? ¡Ah!, tampoco seré yo quien juzgue si debería de regresar el servicio militar o no; eso os lo dejo a vosotros. 

Pero permitidme ir al principio, ya que seguramente los más jóvenes de mis lectores no sepan que era "la mili": de manera rápida y entendible se podría decir que era un periodo de tiempo que todos los jóvenes españoles tenían obligatoriamente que dedicar a familiarizarse con técnicas y tácticas militares, así como al uso de las armas, por si acaso. Sé perfectamente que esto que digo es susceptible de una ingente cantidad de matizaciones, pero creo que básicamente se trataba de eso. La parte que a mí me interesa es la que generaba la convivencia entre toda esa juventud con tan diversas procedencias, tanto geográficas como económicas, culturales, religiosas, etc... Esa convivencia es, sin duda, lo mejor que desde mi punto de vista suponía el Servicio Militar. 

Pero vamos a ello. Os presento el lugar más valorado por la tropa (después de la litera y las letrinas, ¡bueno! y el comedor), de hecho aunque había división de opiniones a la hora de referirse a él, eran muchos los que le llamaban "Hogar", por algo sería. Conversaciones distendidas, bocatas de sardinas o calamares de lata, cervezas, copas de sol y sombra, eran lo habitual. Pero había de todo: celebraciones, pequeñas broncas, alguna critica a los mandos, pero sobre todo risas y gritos. Allí se practicaba como en ningún otro lugar el noble arte del "dolce far niente".

Recuerdo que el día a día entre bocatas cervezas y/o refrescos de dos sabores (alguno tenia la suerte de que el camarero era amigo, y así como por arte de magia convertía un simple refresco en cubata para poder entonar “a la Mancha manchemos….”) se alternaban con celebraciones pantagruélicas, en las que salía a relucir el paquete recibido de casa, con el que aprendíamos gastronomía nacional. Chorizo canario (ese que se unta...), salchichón extremeño (qué delicia), el fuet que traía Albir, etc. Lo que fuera, se exponía encima de la mesa, y a navaja se le iban sacando lascas. Al rato alguien se acercaba al economato y aparecían latas de todo tipo. De postre, algún voluntario se acercaba al “Económico” o a “Las Vegas” y subía unos bocatas de tortilla con chorizo que levantaban el alma. Si la celebración era en el Cumial, que también las había, en la falsa estaba el bar del Angelito, donde los bocatas de media barra eran una verdadera “delicatesen”

Recuerdo, al hilo del tema, un soldado bonachón, excelente persona, trabajador incansable, pero un poco bruto, que estaba destinado en la granja del Cumial (una decisión más que acertada). El muchacho era extremeño y llevaba toda su vida en las dehesas, al cuidado de los gorrinos de pata negra, con lo cual cuidar a los ourensanos en cautividad para él era un juego de niños. Lo que me llamaba la atención de este soldado era que su dieta de media mañana, al menos, consistía en unos cortes de navaja albaceteña a un "bloque" de unto que llevaba envuelto en papel de aquel marrón (típico de las charcuterías), en el Hogar del Cumial. Se le veía delante de una cerveza y con su paquete abierto en la barra cortaba un buen pedazo que sujetaba con una mano, y en la otra soportaba un chusco de pan de los del desayuno. Para él semejaba ser "bocatto di cardinale", para los demás, algo increíble. De hecho el bueno de él insistía siempre en convidar, pero pocos o ninguno eran los que aceptaban la invitación. Aquello no era apto para cualquier estomago…

Otro día seguiré con anécdotas de la "mili", y cuando se acaben las mías os contare las de Pagan, Calviño, Francisco, Banderas, Rodicio, Freire... Esto da, ya no para un libro, sino para una enciclopedia.

Gracias a José Antonio Moreno, Antonio Banderas y Santiago Rodríguez por su colaboración.

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