Las mujeres recuerdan a Asunción

Lápida del cementerio de San Francisco. (Foto: Miguel Ángel)
Asunción González es la primera víctima documentada de violencia de género en la ciudad. Fue asesinada en 1891. La coordinadora local de la Marcha das Mulleres le rinde homenaje en el cementerio de San Francisco. Con tal motivo recogemos este artículo de Maribel Outeiriño, publicado en 1991, centenario de la muerte de la ‘Pobre Asunción’.
Un acto rinde homenaje a la primera víctima de la violencia de género documentada en la ciudad E l 28 de abril del año 1891, el ‘Faro de Vigo’ (La Región por aquel entonces aún no se editaba) publicaba una pequeña crónica de sucesos: ‘Después de haber comenzado el sermón del descendimiento y cuando la plaza se hallaba llena de gente, se oyó una detonación de arma de fuego que puso en alarma a todos. De las averiguaciones resultó que a Juan González de la parroquia de Reza se le disparó uno de los tiros de la pistola que llevaba’. La crónica del ‘Faro’ decía que a consecuencia del disparo de Juan González resultó lesionada gravemente ‘la joven Asunción González, de cuya herida falleció horas más tarde. Juan González ha sido detenido y se instruyen diligencias en la averiguación de los hechos’.

Esa averiguación de los hechos dio como resultado que al tal Juan, la pistola de dos cañones no se le disparó sino que la utilizó voluntariamente contra la joven Asunción, dando paso a una de las historias locales que más intrigas y preguntas despierta en lo que visitan el hermoso cementerio de San Francisco.

‘¡¡Pobre Asunción!! Viernes Santo del 91’ es el expresivo y sentido epitafio de una sencilla tumba, la primera entrando en el cementerio, que hoy cumple cien años, a la que da cobijo un hermoso ciprés que, junto con un desvencijado banco de madera, forman uno de los rincones más románticos de todo el recinto.

La ‘Pobre Asunción’, que así pasó a ser llamada por las generaciones posteriores, era una hermosa joven a la que Ramón Otero Pedrayo adjudica el oficio de niñera y de quien su sobrina -la única descendiente que pude encontrar- doña Carmiña Iglesias, dice que fue costurera y de una belleza tan arrebatadora ‘que casi no podía salir sola a la calle porque a los hombres les gustaba muchísimo’.

Carmiña no conoció a su tía, hermana de su madre, pero a sus 80 años recuerda que le contaron que antes de morir la Pobre Asunción deseó a su asesino ‘que envejezca en la cárcel’.

De Carmiña son las únicas flores, de plástico, que recibe en su tumba la pobre Asunción, el día de su santo y el de difuntos, ‘porque al fin y al cabo era de mi familia’, dice.

El asesinato de Asunción conmocinó a la ciudad, no sólo por ocurrir en plena Plaza Mayor, abarrotada en ese momento de gente y en una ceremonia religiosa del Viernes Santo, sino también porque en ese momento la bella Asunción estaba acompañada por su joven enamorado, miembro de una conocida familia local quien posteriormente jugaría un importante papel en la vida cultural de su ciudad.

Juan Fernández Pérez, conocido con el mote familiar de ‘Xesta’, era el novio de Asunción y, seguramente, el causante de los celos de Juan, el motivo que, según parece, lo llevó al asesinato premeditado.

Juan Xesta había nacido en 1870 -tenía 21 años el día del suceso- y en su biografía escrita por Alberto Vilanova en la Enciclopedia Gallega, se dice de él que fue niño de coro, licenciado en Filosofía y Letras, archivero en Hacienda y en el Museo y autor de un librito, ‘La nueva biblioteca provincial de Orense. Su resurgimiento’, escrito en 1942 y en el que explica cómo se recuperó la biblioteca después del incendio del Instituto. Es también autor de un índice de la biblioteca quemada y de un trabajo sobre el antiguo Museo de Pintura, una historia del Monasterio de Oseira, una gramática latina y una biografía de Curros Enríquez que no llegó a publicarse. Su hermano Luis dirigió la Escuela de Artes y Oficios. Murió en 1944.

Sus descendientes, nietos y primos, no quisieron facilitar datos sobre sus sentimientos de aquel fatídico Viernes Santo y a él le debemos la creación del romántico rincón. Él fue quien mandó colocar el libro de mármol sobre la sepultura y plantar el ciprés. Del asesino no pude averiguar nada más.

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