ADN OURENSANO POR EL MUNDO

El mundo al son de un acordeón

photo_camera Víctor Prieto.

Su nombre es Víctor Prieto, nació en el hospital ourensano Santa Cristina en 1975 y a los tres meses sus padres, emigrantes oriundos de Mugares, se lo llevaron a Venezuela. Cuando regresó a los once años descubrió el significado de la palabra libertad.

¿Qué hacían la semana pasada en Toén músicos llegados de doce países del mundo? No estarían allí si a un cativo no le gustase bailar al ritmo que marcaban las orquestas de Caracas mientras intentaba emularlos aporreando unos palos contra cualquier cosa de la que pudiese salir música. Hasta al protagonista de esta historia le sorprende el interés que suscita su talento en cualquier parte del planeta. "Sí, aunque veces pienso que es increíble, vienen para asistir a la master class de Víctor de Ourense".

Su nombre es Víctor Prieto, nació en el hospital ourensano Santa Cristina en 1975 y a los tres meses sus padres, emigrantes oriundos de Mugares, se lo llevaron a Venezuela. Cuando regresó a los once años descubrió el significado de la palabra libertad. "Poder comer un bocadillo de Nocilla mientras juegas al fútbol en la calle es lo máximo para cualquier chaval". Había comenzado a tocar el teclado a los seis años, lo dejó porque no le gustaba, pero después su madre le contagió la pasión por un instrumento en una época en la que triunfaban los 'Pajaritos' de María Jesús y su acordeón. Cuando llegó a la adolescencia supo que su vida sería la música y el acordeón su herramienta para llenar el puchero con algo más que corcheas. Estudió en el Conservatorio de Ourense, en la Escuela de Música de Santiago de Compostela y después consiguió una beca para graduarse en el prestigioso Berklee College of Music de Ourense. "Soy el único, el único en el mundo, en graduarse en acordeón perfomance, jazz y world music en Berklee", comenta con la misma naturalidad con la que imparte sus clases maestras a las que asisten músicos de cualquier rincón del planeta conscientes de que una lección magistral como las que propina es un momento irrepetible, tanto si tienen que desplazarse a Boston como a Toén.

Su tenacidad le ha servido para que ahora el Berklee College of Music, en donde da clases, quiera impartir la disciplina de acordeón que a él en un principio le querían negar. Lleva seis discos editados, ha tocado en un porrón de países del planeta y puede presumir de haber creado nuevas técnicas para tocar un instrumento que, sobre una partitura poco avezada, no tiene tanto predicamento entre los melómanos como la guitarra, el saxofón, el violín, el piano o la batería.

Víctor Prieto no sólo toca el acordeón ni sólo interpreta jazz, hace que las músicas del mundo suenen para que resulte imposible que los pies se queden quietos con el compas que marca. "Es muy satisfactorio hacer lo que te gusta, pero tienes que trabajar constantemente porque cuanto llegas arriba lo más duro es mantenerte al mismo nivel, en una ciudad como Nueva York están los mejores y necesitas tocar muchos estilos de música". Su vivienda, en la calle 190 de Manhattan, es un compendio de las innovaciones musicales que brotan de su acordeón como si se tratase de un sortilegio. Casado con Radda, una emigrante ucraniana judía, su hija de seis años habla ruso, inglés, castellano y gallego. Con descendencia en camino, Víctor Prieto no sabe si regresará para quedarse a vivir en la tierra que lo vio nacer y desde la que decidió emprender un camino sin retorno hacia el éxito, pero no deja que el calendario se avejente sin visitar a sus padres, a los que llama en varias ocasiones cada día.

Desde la cima, a "Víctor de Ourense", le resulta "increíble" el camino recorrido. Sucede cuando alguien se atreve con lo imposible, como hacer que un instrumento como el acordeón tenga un sitio destacado en el jazz o en las músicas del mundo, como él prefiere decir. Tiene 41 años, una larga carrera por delante, mucho que enseñar y mucha música que regalar a lo oídos del planeta. 

¿Qué le sugiere la palabra Ourense?

Es mi tierra. 

¿Cuál es su rincón preferido?

Mugares. 

¿Qué es lo que más echa de menos?

La familia. 

¿Tiene algún garito o restaurante al que regresa siempre que vuelve?

La verdad es que no. Me gusta caminar por la zona vieja, sobre todo cuando no hay nadie. Puedo hacerlo incluso a las cinco de la mañana. 

¿Cuántas veces piensa al día en Ourense cuando está lejos de su tierra?

Muchas. Llamo a mis padres todos los días una o dos veces, así que puede imaginárselo. 
¿Volverá a vivir en Ourense?
Por ahora no puedo por el trabajo, por mi mujer y los hijos, pero en un futuro nunca se sabe lo que podrá suceder. 

¿Qué ha aportado Ourense al mundo?

Las aguas termales. Como las aguas termales de Outariz y las aguas medicinales de Ourense no las hay en ningún sitio del mundo.

Aunque es joven, ¿dónde le gustaría ser enterrado?

Aunque tendría que decir Ourense y me gustaría que fuese aquí, prefiero que lo decida mi mujer. 

Pregunta de quesito. ¿Cuántos puentes tiene la ciudad?

(Se ríe) ¿Cuenta el de Os Peares?  Se los enumero. Ourense tiene el Puente del Tren, Romano, Nuevo, Novísimo y Milenio.

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