SANTOALLA

Niega haber asesinado a Verfondern: “Mintió porque le gusta fantasear"

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photo_camera La víctima en una foto de febrero del 2009, un año antes de su asesinato.

La abogada del principal inculpado atribuye la confesión a que quiso llamar la atención. El letrado de su hermano solo admite que escondió el cadáver

La historia que rodea al asesinato de Martin Albert Verfondern, el Holandés (52 años), en enero de 2010, ya fue llevada a la gran pantalla en el documental "Santoalla", por los americanos Andrew Becker y Daniel Mehrer, pero el sumario que pronto llegará a juicio con jurado tiene trasfondo de thriller. Los letrados de los investigados, los hermanos Juan Carlos y Julio Rodríguez González, acaban de presentar sus escritos provisionales de defensa. La abogada del principal encausado no reconoce el delito de asesinato del que habla el fiscal, mientras que el abogado de su hermano sólo le reconoce como encubridor (una de las alternativas de la acusación pública).

Pese a que Juan Carlos (50 años), quien padece una minusvalía psíquica del 65%, admitió a finales de 2014 ante la Guardia Civil y la jueza que había matado a su vecino de un disparo porque "conducía como un tolo", posteriormente edulcoró su versión y negó el crimen. Su letrada, Sonia Jiménez, explica que, en un primer momento, sólo quiso llamar la atención: "Tiene una personalidad muy fantasiosa que le hace afirmar cuestiones como que cuida 200 vacas, que tiene novia o que conduce un tractor, todas ellas inventadas". Por esta razón, a su entender, las declaraciones "en sede policial y cuando pasó a disposición judicial en O Barco no son una prueba creíble, fiable y válida".

Según esta versión, el acusado, quien vivía con sus padres en la diminuta aldea de Santoalla (Petín), era ajeno a las desavenencias de sus padres con su vecinos, quien lo trataban como a un niño. Y circunscribe el origen de las disputas "al comportamiento usurpador de Martin respecto a propiedades ajenas a la suya, de las que se servía para la obra de su casa sin limitación, y por la comunidad de montes". En esta versión, Martin, que vivía en la aldea con su esposa Margot Pool, era el causante de la fricción, aludiendo a un "comportamiento obsesivo" que le llevó a grabar con una cámara de vídeo a la familia Rodríguez. El fiscal entiende que la víctima lo hacía porque sentía miedo.

El día de los hechos, el 19 de enero de 2010 al mediodía, Juan Carlos no coincidió con el Holandés, según su letrada, porque estuvo toda la mañana atando chorizos y después comió con sus padres. Destaca el hecho de que un israelí que vivía con Martin en esas fechas -su esposa estaba en Holanda- no escuchase ningún disparo en una aldea en la que impera el silencio (dos casas habitadas). Sí admite que el inculpado, a veces, llevaba consigo una escopeta, pero "a modo de juguete porque no funcionaba y no sabía utilizarla".

David Fernández, el letrado que representa a Julio Rodríguez (54 años), también repara en la mutación que sufrió la relación entre las dos únicas familias del pueblo para hacerla extensible al carácter de Verfondern: de "alegre y optimista" a un vecino "agriado y huraño" .

Para este abogado, la mala relación no empezó cuando Martin solicitó ser comunero, tal como plantea el fiscal, sino antes. El padre de los inculpados -dice- "le advertía un montón de comportamientos que excedían de las propiedades que había comprado". Un choque de idiosincrasias, "la de un ciudadano holandés, de origen alemán, de ambiente urbano y mentalidad hippie, con la idea de respeto a la propiedad que hay en el rural gallego, aunque esté abandonada, y la mentalidad de personas mayores".

No obstante, el letrado deja fuera de esa mala relación a Julio, quien no se hablaba con su padre. "No se oponía a que ingresara en la comunidad de montes" -argumenta- porque esa circunstancia le beneficiaba para la concesión por parte de la Xunta de un pastizal para vacas o el arreglo de la carretera. La defensa de Julio sostiene que este último no conseguía nada con su desaparición, y que entre ambos nunca hubo altercados.

Sí reconoce que ocultó el todoterreno y el cadáver del Holandés cuando al acudir a la aldea se lo encontró muerto. No vio sangre ni impactos de bala. Tampoco a su hermano. Sólo un cadáver y una tremenda impresión, "la más grande su vida". Pensó que se podría acusar de la muerte a sus padres o a su hermano y, con la intención de encubrirlos, se llevó el vehículo con el muerto al monte.

Julio, en palabras de su abogado, se dio cuenta de que actuó "muy mal", pero no cree que su hermano sea un asesino. Repara en que vio desde la carretera al israelí que en aquellas fechas convivía con Martin (solía albergar voluntarios en su casa) correr hacia el pueblo poco antes de toparse el cadáver. Pero apunta hacia personas ajenas a su familia cuando analiza que el todoterreno apareció sin las placas de matrícula pero con los tornillos por lo que se pregunta si los autores reales del asesinato "pretendían hacerle chantaje".

Insiste en que sólo quiso proteger a su familia pero que no quería causar dolor a la viuda. "Julio es consciente de la incertidumbre y tristeza que sufrió Margot en los cuatro años que tardó en aparecer el cadáver, y del dolor que experimentó al saber que había muerto. Pero no podía hacer nada para evitarlo".

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