Ourense: La despoblación como constante

Ante nosotros se abre una inmensa cantidad de recursos que, reorganizados, podrían presentar una salida laboral y residencial.

Cuando uno ve que vuelve a ser noticia que la provincia pierde población siempre se vuelve a preguntar cómo es que en tantos años no se han tomado medidas concretas para revertir esta tendencia, no ya como un problema puramente demográfico, sino como un síntoma preocupante de que algo no se está haciendo bien.

En el fondo del problema demográfico hay un problema de estructura de oportunidades, proyección de futuro y viabilidad de vivir y trabajar en amplias zonas del interior de Galicia.

Son áreas despobladas porque en ella inciden una serie de factores que expulsan a la población del rural y que a estas alturas ya tiene todas las características de un proceso terminal. El rural se vacía y con él, poco a poco, villas y ciudades van languideciendo, por la cada vez mayor escasez de consumidores en sus áreas de influencia. Los jóvenes parten y no tienen hijos en el lugar de origen, los mayores mueren. ¿Qué se hizo mal o qué no se hizo?

En primer lugar, abusar de la ‘lógica del avestruz’ pensando que si no se hacía nada todo seguiría igual. Pero no. Vivimos en un mundo cambiante y no hay cabida para posturas inmovilistas. La propiedad del suelo y de la vivienda han sido el principal obstáculo para la viabilidad de cualquier actividad agro ganadera y forestal de corte moderno.

Las viejas formas de organizarse, relacionarse y producir del modo de vida de aldea han desaparecido casi por completo. Ya sólo nos queda la memoria. Pero ante nosotros se abre un futuro incierto y una inmensa cantidad de recursos que, reorganizados y explotados de manera sostenible, podrían representar una salida laboral y residencial para poblaciones de inmigrantes atrapados en la crisis y que no proceden de países a los que resulte atractivo volver, jóvenes con formación insuficiente que no se reintegran al mercado laboral, gente a la que le cuesta cada vez más llegar a fin de mes y que no le haría ascos a un trabajo que, aunque duro, puede ser muy digno y rentable. En las nuevas poblaciones del rural estriba el futuro de aquellos que hasta ahora comerciaban con sus pobladores, de los nuevos profesionales que no encuentran trabajo cualificado en nuestras ciudades y una oportunidad histórica para el relanzamiento económico y demográfico de estos espacios. Ya no es tiempo de políticas demográficas ni de desarrollo basado en las poblaciones oriundas del rural.

Tampoco es tiempo de inversiones faraónicas en infraestructuras de dudosa utilidad social y que conllevan grandes costes medioambientales y paisajísticos. Perdimos el tren de ese modelo de desarrollo hace tiempo. La pregunta que me hago ahora (y que son otros los que tienen que contestar) es: ¿vamos a dejar pasar el tren una vez más y todo va a quedar en meros discursos políticos de cara a la opinión pública, como viene siendo habitual desde hace muchos muchos años o vamos a tratar de aprovechar el momento? El tiempo (ese juez inevitable) dirá.

Te puede interesar