CRÓNICA

Chema Álvarez, autor de la maqueta del Puente Nuevo: "Ourense, parte de mi vida"

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photo_camera Chema Álvarez, en una foto durante su estancia en Ourense, en los años 80-90 del siglo pasado.

"La primera vez me impactó ver los cuatro puentes que cruzaban el Miño, tan distantes en el tiempo y tan unidos en la distancia", afirma el diseñador y autor de la maqueta del Puente Nuevo

Llegué en 1982. Vine en coche desde Asturias, no había autovías ni autopistas, guiado por el mapa de carreteras que todos llevábamos en el coche. Tomé la ruta más corta desde Oviedo, por el puerto de Pajares, Ponferrada, Trives y Castro Caldelas hasta la capital, donde llegué con la noche cerrada. Al día siguiente, y paseando por la ciudad, me impactó ver los cuatro puentes que cruzaban el Miño, tan distantes en el tiempo y tan unidos en la distancia: viejo, nuevo, novísimo y viaducto. Quién me iba a decir que 36 años después, y ya retirado, volvería a contemplar admirado y a inmiscuirme en la historia de uno de aquellos puentes. 

Con los días fui descubriendo que se trataba de una pequeña ciudad burguesa, coqueta y culta, donde vivir resultaba cómodo y entrañable. Emanaba un aparente alto nivel de vida, igual o superior al de las grandes capitales españolas, lo que contrastaba notablemente con el entorno rural del resto de la provincia, aspecto este que ha ido cambiando, unificándose y mejorando con los años. 

Eran años post-constitucionales de profundos cambios sociales, culturales y económicos en todo el país. Galicia empezaba a salir del ancestral aislamiento social y económico que padecía y surgen empresas nuevas, nuevos nombres con proyección nacional e internacional que precisaban el apoyo de campañas publicitarias eficaces y bien desarrolladas. Entre otros sectores industriales, eran los años de la exitosa moda gallega con Adolfo Domínguez y Roberto Verino a la vanguardia de aquel movimiento, que después siguieron otros muchos. 

Ante aquella nueva situación, las agencias gallegas de publicidad tuvieron que ir adecuándose a las nuevas necesidades del mercado y, en algunos casos, recurriendo a la contratación de profesionales de fuera de Galicia, como fue mi caso en Gallega de Publicidad y Diseño (Pla-nos). Me sorprendió el potencial y la estructura humana de la agencia, con unas 20 personas en diferentes departamentos, algo que solo se daba en grandes agencias nacionales. Lo más llamativo es que contaba con cinco socios muy sincronizados: Elias Gurriarán, Luis Aracil, Pili Muñiz, Esteban Plaza y Antonio Tabarés. Desde un principio la relación con todas las personas, socios y empleados fue muy cordial y participativa, formándose un equipo sólido y muy coherente, con el que emprendimos una etapa profesional nueva e importante para la agencia. 

Año tras año nos fuimos esforzando en hacer cada día mejor las cosas y ganando el respeto de nuevos clientes que nos confiaban sus campañas publicitarias. Siempre he procurado respetar y dignificar a las personas que han trabajado conmigo, pero sobre todo he querido infundirles la ilusión y pasión que pongo en todas las cosas que hago, haciéndoles partícipes de mis emociones, lo que me facilitaba la conexión y afinidad con todos. 

Recuerdo un año que, para una campaña institucional de limpieza de playas, llevé a todo el equipo técnico a Pontevedra, a trabajar y desarrollar la campaña en la misma playa y sentados sobre la arena con las carpetas, blocs, grabadoras... una locura atípica pero que resultó muy eficaz y motivadora. Había que ver las caras de los paseantes por la playa. Por cierto, para aquella campaña, además de los medios y soportes tradicionales, se compuso una canción y se grabó un disco muy divertido, de aquellos en vinilo con carátula y todo, que se repartió por toda la costa y sonó en las principales emisoras de radio. La música fue compuesta e interpretada por músicos ourensanos, como no podía ser menos.

Recuerdo, por lo espectacular, la campaña promociónal "El Tren de los vinos gallegos" de 1984, la primera vez que se hacía en España una acción para potenciar vinos con Denominación de Origen, fundamentalmente de las cuatro zonas ourensanas: Ribeiro, Monterrei, Ribeira Sacra y Valdeorras, que en aquellos años no contaban con una presencia sólida en los mercados. 

Se trataba de un tren restaurante de 10 vagones acondicionados para la degustación de vinos, que circuló desde O Barco hasta Ribadavia, haciendo paradas por las zonas vitivinícolas de Ourense y Lugo. Asistieron autoridades políticas, asociaciones de restauradores, periodistas especializados, cadenas de alimentación, empresas de distribución y los más importantes referentes nacionales del mundo del vino. Aún recuerdo pasar días y días hasta altas horas de la noche en mi oficina con José Manuel Anguiano, presidente del Consejo Regulador del Ribeiro y Mariano Sanz Pech, gobernador civil de Ourense, para organizar hasta el último detalle de aquel acontecimiento que cambió el concepto promocional y la imagen de los vinos gallegos en España y el extranjero. 

A mitad de la década de los 80 surge en la capital ourensana un cierto auge por el diseño en todas sus manifestaciones gráficas, plásticas e industriales, motivo por el que directivos de Caixa Ourense me proponen realizar una exposición muy didáctica y sugerente que globalizara todos los campos del diseño industrial y sirviese como elemento motivador entre los jóvenes, a fín de establecer un futuro campus universitario en Ourense que pudiese acoger esa especialidad. Dicha exposición se convertiría en itinerante por toda Galicia. En junio de 1986, en la sala de Caixa Ourense en la Torre, y con la presentación del pintor Xaime Quessada, realicé la exposición con medio centenar de obras imaginarias, bajo el título "Dibujar ideas, idear dibujos", que abarcaba todos los aspectos del diseño industrial. 

Son muchas las personas importantes y acontecimientos que dejaron una huella muy fuerte en mi vida. De hecho, una parte mía se ha quedado en esta coqueta ciudad y además me considero ourensano de adopción. También guardo un recuerdo especial de todos los compañeros que trabajaron conmigo: Queno, Xosé, Santás, Pepito, Emiliano, Angel, Monik, Tita, Rosa, Gerardo, Barril, Jose, Díaz, que junto a la importante labor de los socios conseguimos posicionar el nombre de Pla-nos entre las mejores agencias de publicidad de los 80-90, llegando a tener delegaciones en otras capitales gallegas. 

En aquellos años también creamos "la imagen de marca" de muchas e importantes empresas gallegas que aún se mantienen vigentes después de 30 años, la propia imagen de La Región es una de ellas, y todo un honor para mí. Aún recuerdo la cara que me puso don José Luis Outeiriño en 1989 cuando le presenté el actual logotipo con un provocador circulo rojo sustituyendo la "O". Son esas cosas que te hacen unirte emocionalmente a empresas y personas. 

En mi constante inquietud por buscar nuevos retos, en 1993 decidí cambiar y desarrollar otra modalidad de diseños, en esta caso se trataba de juegos de construcción, hobbys en kits y manualidades para adultos, al tiempo que alternaba con la creación de productos promocionales para grandes empresas.

En 2004 vuelvo a mi tierra (Asturias) para hacerme definitivamente cargo de mis padres ya mayores. Una vez aquí reestructuro mi vida profesional adaptándola a mi nueva situación personal y comienzo realizando diseños promocionales para multinacionales de sectores diversos. 

En 2008 y simultaneando con el diseño de promociones, comienzo a fabricar vehículos y edificios muy pequeños, en escala Z (1:220) totalmente terminados para el sector del modelismo ferroviario. Se trataba de unos productos de muy alta calidad dirigidos exclusivamente al mercado norteamericano y con un catálogo que llegó a superar las 80 referencias, convirtiéndose en un inesperado y rápido éxito comercial, lo que me facilitó la retirada anticipada y definitiva en 2011, donde ya pude dedicarme totalmente al objetivo prioritario de mi vida, mis padres. 

Cubiertas mis pequeñas necesidades y sencillas ambiciones personales, desde hace siete años soy dueño exclusivo de mi propio tiempo que dedico a disfrutar de mis hobbys, de mi pintura, de mis maquetas de trenes, de mis montañas en compañía de mi chica, de la cocina que se ha convertido en una de mis pasiones más placenteras... pero sobre todo, de la compañía de mi madre, una jovencita de 88 años que es la reina de la casa. 

Mi tiempo ya pasó y no estoy para nadie, pero después de tantos años, colaborar con La Región ha sido un agradable reencuentro con antiguos amigos y compañeros.

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