PEQUEÑO COMERCIO

“¡Ya podían comprar 
los políticos en la plaza!"

Carmen lleva desde hace 22 años en frutas Elisa y ganó el concurso a la mejor placera en dos ediciones (XESÚS FARIÑAS)
photo_camera Carmen lleva desde hace 22 años en frutas Elisa y ganó el concurso a la mejor placera en dos ediciones (XESÚS FARIÑAS)

Carmen Seara, de Frutas Elisa, reclama más atención al mercado.

El recordado Adolfo Suárez reconoció haber sido víctima del denominado síndrome de La Moncloa, una especie de visión distorsionada de la realidad desde lo alto de un torreón en el que se ve que todos están a tus pies, supuestamente para adularte. A juzgar por las crónicas periodísticas ese mal palaciego afectó a todos sus inquilinos desde Suárez a Rajoy. Con ser importante este síndrome lo es más cuando afecta a cargos de más baja estofa. Políticos de segunda que se suben a un coche oficial, que saludan con desdén a los conocidos o que, sencillamente, han dejado de ir a sitios que antes frecuentaban, como por ejemplo hacer la compra.

María del Carmen Seara Conde (42 años) les insta a que se den una vuelta por la realidad de la plaza de abastos, donde la crisis se levanta cada mañana para abrir su propio puesto. "Ya podían comprar aquí los políticos", reprocha ella. Carmen cree que si los representantes del Concello de Ourense, por ejemplo, se dejasen ver más por el mercado tendrían una visión clara de la situación en la que trabajan los industriales.

Al único al que se le ha visto por allí es al alcalde, pero ahora no mucho. Esta placera recuerda que "antes solía venir a comprar Agustín Fernández, pero ahora no lo sé, no lo tengo visto. La única vez que vino siendo alcalde me compró un saco de patatas". La invocación a que los políticos salgan de su torre de marfil va acompañada de otra andanada: "Aquí todos pagamos nuestros impuestos y si no lo haces, tienes un problema, pues ellos deberían estar más pendientes de nosotros".



DESDE NIÑA

María del Carmen Seara lleva más de veinte años trabajando en Frutas Elisa, propiedad de su hermana Elisa, que es 22 años mayor que ella. Desde pequeña frecuentó el mercado "porque los sábados y en las vacaciones mi madre me levantaba temprano para venir ayudar a mi hermana". Casi desde que ella empezó como empleada se viene hablando de la rehabilitación del mercado, un asunto que crispa los ánimos a la mayoría de los placeros y que deja indiferente al Concello de Ourense. "La gente se está haciendo muy cómoda y ya no viene si tiene todo al lado de casa, sobre todo si aquí no hay comodidades", reitera. Es más, desconfía que algún día puedan hacerse las obras. Carmen llega a denunciar que "hasta cuanto hay mucha afluencia de gente se planta aquí la policía y empieza a multar a los coches, con lo que todavía es peor".

Es admirable que pese a estas condiciones el mercado permita la supervivencia de los placeros, una especie de rara avis en el universo mercantil. Esta placera, como todos sus compañeros, es capaz de llenar de colorido el mercado a base del producto que a diario colocan ante el mostrador esperando al cliente. "A primera hora lo montas todo y luego lo que no vendiste lo tienes que recoger y a veces te da un bajón increíble". Aun así, esta trabajadora de Frutas Elisa hace acopio de fortaleza y defiende a capa y espada su centro de trabajo, la calidad de sus productos, la profesionalidad de los vendedores y el precio de la mercancía. Por cierto, buenas naranjas a 0,90 euros.

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