ENTREVISTA

Ramón Rey: “Yo no llegué a Ourense llorando, pero me voy a ir a lágrima batiente"

Ourense. 5-12-2016. Feira do voluntariado. Ramón Rey Vich, subdelegado de Defensa. Paz
photo_camera Don Ramón Rey Vich posa en su despacho durante la entrevista, aún como Subdelegado de Defensa en Ourense.

Lo hemos visto vestido de uniforme, a veces oscuro, a veces blanco, siempre solemne, afable, y sonriente. El rostro del Ejército en Ourense se despide el 15 de diciembre después de once años de servicio en la ciudad.

Descansa con solemnidad y aplomo el retrato de Felipe VI sobre la pared del despacho de Don Ramón Rey Vich, Capitan de Navío del Cuerpo de Ingenieros de la Armada que navega desde hace once años junto al agua dulce de estas riveras, como subdelegado de Defensa en Ourense. Me recibe en el precioso edificio del Paseo. Disculpa con simpatía los minutos de retraso que arrastro a nuestra cita, varias veces pospuesta por una inoportuna gripe, la mía, y por el trajín de su mudanza a Pontevedra, donde ejecutará su retiro el 15 de diciembre. Señala cada detalle de sus dependencias con cariño, el del que se acerca a la frontera del desapego con la disciplina castrense en la cabeza y la inevitable melancolía en el corazón. Se va y como en las sevillanas, algo se le muere en el alma. "En esta ciudad he pasado los mejores años de mi vida", asegura.

Ingeniero, estuvo desde 1976 hasta 2006 dedicándose a labores militares técnicas. A esos aparatos y tecnologías dedicó desvelos y oraciones, gritos y silencios, cerca y lejos del mar. La vida, en fin, de un amigo de las calderas. Pero ocurrió que en 2006 el destino -militar- le trajo a esta tierra y al principio todo fueron temores. "Vine con mucho miedo", recuerda, "porque todas las reparaciones, todo lo técnico que yo había hecho estaba en los libros, pero tratar con personas no. Además, yo vine a relevar a un ourensano, con lo que eso implica". Y sin embargo, tardó poco en adaptarse a su nueva misión, que es "difundir la cultura de Defensa"; algo que ha tenido que compaginar con la atención a los reservistas de la zona.

"Los ourensanos tienen un dicho", comenta, "que la gente viene llorando y se va llorando. En el mío se cumple la mitad: no vine llorando, pero me voy a ir a lágrima batiente". Llegó a la ciudad "escapando de Madrid", donde había sido destinado. "Venía los viernes en el Talgo. Cuando pasaba el viaducto y veía Ourense, jamás imaginaba que terminaría mi vida militar aquí". 

Recuerdos de Ferrol

Enamorado de su Ferrol natal, estuvo destinado en el Arsenal Militar durante casi toda la década de los 90. Eso le hizo testigo de la lenta decadencia de la localidad. "Cuando llegué a Ferrol como teniente, tenía 102.000 habitantes, se botaba un barco cada mes, se tomaban los vinos con reserva, nadie salía de vinos con cualquier vino", explica, "el nivel de vida era muy alto. Los soldadores cobraban tanto como el almirante del arsenal. Cada tres meses venía una generación nueva al cuartel de instrucción. Eso traía dinero. Los chavales salían a la calle y se gastaba mucho". Y aún a pesar del declive, considera que el Arsenal sigue siendo "el pulmón de la ciudad": "muchísima gente trabaja allí. Los astilleros existen porque está el Arsenal. Las grandes reparaciones hasta hace poco se hacían allí", añade.

Estirpe militar

Hijo y hermano de marino. Repasando en su despacho -cuyo techo dorado pintó él mismo al poco de desembarcar en Ourense- los álbumes de fotos y anotaciones de su historial militar, no se le olvida mencionar a su hermano con orgullo: "Es coronel de Infantería de Marina. Es el mejor de todos: es el último y mis padres con el último se esmeraron", comenta entre risas, "y además es del Real Madrid" -matiza, él, que es blaugrana reconcido. 
De sus años embarcado, recuerda cada barco "como una pequeña ciudad". "Un barco es muy particular: el comandante habla con su dotación y los llama muchas veces por el mote. ¿Por qué? Porque dependemos unos de otros.  Si falla alguno, podemos tener problemas. Es totalmente distinto al ejército del Aire o de Tierra. Los del Aire cierra el avión a las 17:30 y se van a casa. Nosotros cenamos, jugamos a las cartas, hacemos ejercicios juntos... Eso une muchísimo".

Entre sus condecoraciones, sorprende la Recompensa de la Marina de Brasil. La explicación, sin embargo, no daría para un guión de Hollywood: "En la escuela naval, a los números 1 de promoción, la Armada les entrega una cruz del mérito naval; pero hay armadas amigas que también dan su recompensa a los primeros de cada promoción. A mí me tocó la de Brasil".

Valor reconocido

En su historial de condecoraciones figura el "valor reconocido". "Tengo esa suerte", relata mientras carraspea y las lágrimas se le amontonan en el abismo de los ojos: "Veníamos de Bilbao con el barco lleno de munición. El destructor Blas de Lezo, de glorioso nombre para la Armada. Tuvimos un incendio en la caldera. El peor que puedes tener a bordo: allí es donde se produce la energía, el vapor, va a la turbina… si te falla la caldera te quedas sin gobierno, te vas al garete, como decimos nosotros". "El barco llevaba 200 hombres", prosigue, "y yo, como buen ferrolano me dije: '¡Moncho, tu no puedes quedarte aquí arriba!'. Me emociono cuando lo cuento. Creí que iba a morir. Cuando bajaba por la escalera me vinieron a la mente mis dos hijos. Entre un suboficial y yo fuimos poco a poco apagando el fuego. No se veía nada. Yo llevaba bastante tiempo embarcado y me sabía de memoria la sala de calderas. Logramos salvar el barco y la dotación. Fue un reto importante". Todo ocurrió en 1985 y, sin duda, marcó para siempre su vida. 

Rumbo a Pontevedra

Recorrremos el edificio de Defensa, del que casi todos sus enseres personales han sido ya trasladados. Cada esquina oculta una historia. "Una de las cosas de la que estoy orgulloso es de haber colaborado para impedir que se vendiera este edificio", señala, mientras admira su belleza.
Como sea, ahora pasa el testigo y no alberga duda alguna sobre su futuro: "Como soy técnico, lo que pretendo hacer es sacarme el título de doctor ingeniero. La tesina ya la tengo". Eso, leer y volver a perderse en su rincón favorito de Ourense: el embalse de Cachamuíña. 
"Dejo mi devoción en el Cristo y mi corazón en el Puente", se despide, perdiendo su mirada en el horizonte ourensano de la Catedral de San Martiño.

“Si volviera a nacer, haría otra vez lo mismo"

¿Cuándo decide entrar en la Escuela Naval Militar?

Me viene de familia. Mi padre también era marino. Acabó su vida militar como capitán general de su ciudad natal, Ferrol. Y a mí jamás se me pasó por la cabeza no ser marino. Si volviera a nacer volvería a hacer exactamente lo mismo. La profesión militar es un modo de vida más que una profesión. Estar al servicio de la sociedad es muy bonito.

Sin pensarlo mucho, echando la vista atrás, ¿cuál es el mejor recuerdo y cuál el peor?

El más bonito, la jura de bandera, el Día del Carmen de 1973. El más triste, probablemente será el día 15 de diciembre, que paso al retiro y dejo de utilizar el botón de ancla. Toda la representación militar en Ourense es este emblemático edificio del Paseo.

¿Cómo se explica una distribución tan desigual en todo el territorio español?

Aquí, por ejemplo, había un regimiento, el Zamora 8, que a lo mejor, cuando el Estado reorganizó las Fuerzas Armadas, sí podía dejar de ser el regimiento. Pero al crearse la Unidad Militar de Emergencias, Ourense hubiese sido un sitio ideal para meter permanentemente parte de la UME. Al fin y al cabo, todos los veranos aparece gente de la UME por aquí, porque desgraciadamente se quema mucho monte.

En una sociedad más egoísta como la actual, ¿sigue habiendo vocaciones militares?

Habría que analizar por qué pero doy un dato: para soldados y marineros: salen unas tres mil plazas cada dos años y pelean por ellas cerca de 45.000 hombres y mujeres de toda España. La seguridad, el dinero, que el mercado laboral está complicado, quizá contribuyan a este contundente dato, pero lo que está claro es que sigue habiendo vocaciones militares. Al que le guste el orden y la disciplina, no encontrará otro sitio mejor que este. Además, aunque los militares no cobran mucho en ningún lugar, esto da para vivir.

¿Y los datos en Ourense?

Cuando vine aquí se presentaban cuatro o cinco chavales a las Fuerzas Armadas cada año. Ahora se presentan 19 o 20.

¿Su papel aquí es esencialmente representativo?

Y de difusión de la cultura de Defensa. Si te fijas, a casi todos los actos, siempre que puedo, voy de uniforme, porque se trata de darme a conocer. Es usted un marino en tierra desde hace más de una década.

Aunque esté a gusto en esta ciudad, ¿todavía echa de menos el mar?

Mucho. Pero gracias a la autovía, lo tenemos a una hora escasa. Cuando puedo, me voy a Pontevedra, y paseo por la playa de Mogor. Pero por supuesto echo en falta el mar. Hay dos frases de la Escuela Naval que me impactaron: “vivir no es necesario, navegar sí”; y la otra, de una capillita pequeña de la Escuela Naval Militar de Marín: “El que no sepa rezar / que vaya por esos mares de Dios / y verá qué pronto aprende / sin que nadie se lo enseñe". Después de quince trasladados y muchos años embarcado, ¿dónde ha dejado más amigos? Sin duda, donde más amigos voy a dejar es en Ourense. La gente aquí es encantadora. n

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