HALLOWEEN

El Samaín llenó la ciudad de pequeños monstruos

photo_camera Niños mostrando las calabazas hechas en el taller de manualidades.

Cientos de personas participaron en los talleres, juegos y conciertos 

Ni en carrozas ni en suspensos. Las calabazas de la noche del Samaín no se convirtieron en nada parecido, aunque perdieron todo su contenido para dar cabida en su interior a unas velas, e iluminar a los más pequeños en el recorrido por las calles del casco histórico.

La Praza da Imprenta fue ayer el punto de partida para la festividad del Samaín. El Concello dispuso de 600 calabazas, el doble que el pasado año, para que los niños pudieran decorarlas a su gusto y convertirlas en una especie de candil terrorífico.

Después de la labor artística, guiados por monitores de las asociaciones Amencer y Auce, todos los presentes en la Praza da Imprenta, y bajo la atenta mirada de Castelao, iniciaron la procesión recorriendo la Praza do Trigo, Hernán Cortés hasta llegar a la Praza de San Cosme.

Una vez allí, y organizados por la asociación cultural A Galleira, se celebraron una serie de juegos infantiles en el que participaron unos seres un tanto monstruosos: brujas, esqueletos, muertos vivientes. Para finalizar un día tan especial arrancó un concierto musical para que nadie perdiera el ritmo del Samaín.

Los niños demostraron que la valentía forma parte ya de su genética y desafiaron a todas las criaturas del Samaín para pasar un tarde divertida y llena de actividades para pasar el tiempo.

Pero esta celebración también se está convirtiendo en tradicional en la Agrupación de Personas Sordas de Ourense, (APSOU), que ya celebró la cuarta edición de esta gran fiesta.

Con túnel de terror incluido, para que el susto contribuyera más a la caracterización de una noche como la de ayer, los socios de APSOU, también optaban a premios por su entrega a la hora de disfrazarse.

Hubo para varias especialidades: al mejor disfraz, mejor actor, más miedoso, mejor maquillaje de terror. En la fiesta pudieron participar personas de todas las edades, aunque eso sí, sólo había una condición obligatoria: llevar una vela para contribuir a una iluminación de lo más indicativa.

Y como la jornada, que comenzó a las 19,30 horas, se alargó hasta altas horas de la madrugada, no faltó para los asistentes una oferta de muchas tapas variadas para llenar el estómago.

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