REPORTAJE

La soledad, el gran reto de las políticas sociales en Ourense

photo_camera Lolita Varela, en el interior de su coche, fue una de las primeras en apuntarse al censo de personas solas.

Una iniciativa pionera en O Carballiño promueve un censo para personas solas. En Ourense, hay 29.753 personas que viven solas, y 18.410 que tienen más de 65 años; el giro de la sociedad es una evidencia

Es un tema nuevo, aunque no tanto, una novedad –digamos- de los "tiempos modernos", personas a las que la muerte les sorprende en casa y solos. Vivir solo es una realidad, un reto para una sociedad en cambio, pero también un hecho que suma problemas en un entorno donde el traje demográfico anda hecho jirones. 

Generan alarma, porque la muerte es algo que repele, y los casos, cada vez más frecuentes. Resulta habitual que bomberos o policía local acudan en ayuda de personas mayores, muchas de movilidad reducida, que se caen en su domicilio y no hay quién las asista. En la retina, demasiadas personas ya que se han muerto en su casa –inclusive los dos miembros del matrimonio, uno al cuidado del otro- y nadie las ha reclamado hasta días después; sin otro propósito ya que certificar lo inevitable.

Las estadísticas son tozudas, en Ourense 18.410 (IGE, 2016) personas mayores de 65 años viven solas, pero también hay casos –cada vez más- de personas jóvenes (29.735, dato en conjunto) que lo eligen como opción personal. En el caso de los mayores, personas que en el declinar personal y físico se han quedado viudos/as y no les queda otra. La muerte les sorprende en casa, sin tiempo ni fuerzas ya para pedir ayuda. Y es que los cambios en la estructura familiar son inapelables: la movilidad laboral, incorporación de la mujer al trabajo, la emigración como constante han provocado una fotografía previsible pero a la que nadie se ha adelantado a fijar. A esto hay que unir el deseo de independencia y autonomía personal por el que luchan todas las personas, así hasta el último suspiro, momento que puede provocar una importante resistencia, incluso con las capacidades mermadas.

Primeros usuarios

Lolita Varela, 78 años, viuda desde hace 19. "Me quedé viuda hace 19 años, pero vivía con mi hijo menor", explica.  Tiene otros dos hijos, uno vive en Madrid y otra hija en Ferrol. Maestra jubilada, de educación infantil, con 37 años de profesión, ejerció 25 años en O Carballiño, cinco en O Irixo y el resto entre Camposancos y Beresmo (Avión). Su salud es buena, su estado de ánimo alegre, con esa voz dulce y amable, de las que dejan pátina. Sus antiguos alumnos aún la recuerdan por la calle, y a ella le gusta que se le acerquen, que le hablen. “Eres la única profesora que cuando veo por la calle me acerco a darle un beso y a saludarle”, le espetó –cuenta- uno de esos alumnos el otro día. 

Le pregunto por su marido, si le echa de menos. “Como a todos los maridos, se les echa de menos; bueno, a casi todos", corrobora entre risas. Uno de sus grandes entretenimientos es la huerta, en (Vilela) Punxín, donde cultiva pimientos, tomates; una de sus calabazas salió en la tele, y ella se siente orgullosa. Tiene gallinas, y hasta se atrevió con los cerdos. "En mi vida me había visto en nada semejante", comenta. Hasta el último año, cuando por precaución renunció a ellos, le surgió una catarata en el ojo derecho de la que tendrá que operarse; del otro es ciega desde los tres años merced a una meningitis que la dejó sin vista. 

Dos días a la semana acude a un programa de memoria, organizado por el ayuntamiento, por la mañana, martes y jueves."Quería ir a natación pero no me coincidían los días”, confiesa. Y aún conduce, con una serenidad envidiable y gran tino. "En mis 50 años de carné no me han puesto una multa, ni he dado un parte al seguro", destaca con orgullo. "A usted la compañía de seguros tenía que devolverle dinero", le suele decir   un vecino guardia civil de Vilela. De lo de ir a vivir con los hijos, “mientras pueda, no”. El menor, que vivía con ella hasta hace dos años, la visita a diario y cenan juntos. Ella hace todas las tareas del hogar, del entretenimiento con la tele se queda con los concursos, series y películas no son de su interés. "Me llaman todos los días o les llamo", destaca de sus hijos. 

Voluntario y gratuitoO CARBALLIÑO 20/02/2018.- REPOR, VIVIR EN SOLEDAD.José Manuel Prado, 43 años, parálisis cerebral, ex-paralímpico; vive solo. JOSÉ PAZ

Fue de las primeras en apuntarse al censo porque le "aporta seguridad". En el taller de memoria ya son varias las personas interesadas, pero la cosa va lenta, la gente es reacia a alterar su intimidad; el servicio es gratuito y, por su puesto, voluntario. "El otro día una mujer se cayó en su casa y tuvo consecuencias graves por vivir sola", dice que fue uno de los temas a tratar en el taller, en el apartado de noticias locales, que alguna de ellas leen en voz alta, para no olvidar. 

José Manuel Prado, de 43 años, también vive solo, en O Carballiño. Su caso es distinto, sufre parálisis cerebral de nacimiento y hasta los 21 años vivió en Méjico donde, como tantos carballineses, un día se fijaron los intereses de la familia. Hasta que un verano decidieron quedarse. "Para mi enfermedad estoy más asistido aquí, además mucho más seguro", afirma. 

Vivir solo para él es una proeza, un reto más en su vida: “Llevo 11 años viviendo solo”, dice, con la dificultad con que le brotan las palabras, algo que no merma su capacidad de retranca y su animosidad ante la vida, aunque a su ánimo en los últimos tiempos le faltara algo de lustre.

Fue también de los primeros en apuntarse al censo, una buena iniciativa, reconoce, aunque vivas en un piso en un edificio de seis plantas como es su caso, con los vecinos la relación es pequeña,a todos nos pasa. Toda una proeza verlo sortear rampas con su pequeña silla eléctrica que le da mucha vida, y abrir puertas con la dificultad de su mano atrofiada y rígida. Al principio, cuando decidió independizarse, tuvo mucha resistencia, sus padres, amigos, "tenían miedo de que me pasara algo, al qué dirán", pero sus propósitos eran tan firmes como los que le llevaron a competir en dos Juegos Paralímpicos. "Una experiencia única, uno de mis mayores logros", valora. La última, en 2016.

Al principio vivía en el mismo bloque donde lo hacían sus padres, hace un año se mudó a un inmueble más alejado, "para ponérmelo más difícil", dice entre risas. Una asistente lo asea y ayuda en las tareas, por las mañanas. ¿Cocinar? “No quiero provocar un incendio, lo único, batidos, me gustan mucho", explica. Aunque no es fácil, el otro día su apreciada licuadora se desplomó contra el suelo, y se hizo añicos. Come siempre fuera, con su madre. "Una cosa es ser independiente, y otra no ver a la familia”, también con amigos; cuando toca en casa es con algún precocinado. 

En agosto, en la carretera de Pontevedra, al venir del pueblo Regueiro (O Paraño), "una carretera un poco fea", de noche, en una curva, se le fue el coche, un BMW, que se compró con dinero obtenido tras las olimpiadas. Se rompió un pie, y sigue en recuperación. 

Pero no siempre ha estado solo. El año pasado tuvo pareja, que tenía ya tres hijos, a los que también cuidaba. Cinco meses fue el tiempo que vivieron juntos, "una experiencia compleja", como reconoce. Aunque tiene una pequeña pensión, y también una por orfandad –su padre falleció hace seis años-, su propósito es poder trabajar. "Si es complicado para los demás, imagínate para mí", apostilla. Hasta 2013, trabajó en una empresa de internet, pero hubo problemas económicos.

El censo, una iniciativa importante. "Tengo una vecina que vivía sola, era un poco mayor, y apareció muerta; si no llega a ser por otra vecina nadie se hubiera enterado", asegura.  Todos conocemos alguien a quien el final de sus días le ha llegado en soledad, sin nadie que lo asistiera; en muchos casos una realidad buscada, en otros unas circunstancias sobrevenidas, las que todos andamos inmersos y a las que ayuntamientos como el de Carballiño tratan de paliar o minimizar sus efectos. 

Ahora dice que quiere escribir un libro, seguro. No es por aportar tema, el relato de la soledad es bastante pertinente, seguro. 

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