REPORTAJE - TURISMO

El tren termal de Ourense, un viaje con humor

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photo_camera El tren termal, la velocidad a la que circula, las vistas en algunos puntos del recorrido y los baches del mismo.

La estampa del turista que llega a la ciudad no se entiende sin los coloridos y lentos vagones que llevan a los enclaves ourensanos más importantes. El humor suple las "taras" de un servicio que no cuesta ni un euro.

Un clásico del turista es el viaje en el tren termal. Ochenta y cinco céntimos de inversión en un colorido "convoy" desde la plaza Mayor hasta Outariz y que cruza–lentamente– la ciudad, hasta llegar a los principales enclaves donde el visitante flipa con las aguas que vende la marca Ourense. "¿Hemos llegado? ¿Estas cuáles son? ¿No habla una voz para contarnos algo?", se preguntan confundidos en el vagón unos andaluces al llegar al Muíño da Veiga. Los "defectos" del servicio, desde dentro, se llevan con humor desde el punto de partida.

El horario está en la puerta del tren, así que los buenos de los locales de la plaza Mayor imprimen la ruta para los turistas que hasta que no ven llegar su transporte o encuentran la web de Urbanos de Ourense, se desesperan. "Es que si va moviéndose, ¿cómo voy a ver cuando sale?", razonan. Y se ponen a la cola.


"Los Picapiedra"


"Esto es así a todas horas", dice el conductor mientras la gente busca hueco. "Yo solo voy hasta el Puente Romano", comenta una joven, que más tarde cae en la "mala inversión" de evitar el paseo a pie. "Bueno, el puente viejo solo se puede cruzar en este transporte", se consuela. Arranca puntual. 

"Ay, que no tira. Ya nos veo sacando los pies como Los Picapiedra", bromea una mujer cuando se enciende el motor. Las quejas típicas hasta el Puente Romano: calor y lentitud, o un expresivo “buf”, que lo refleja todo. La joven de antes se baja en su destino, sonriendo: "Al final no pierdo el tren, el de la estación". Se sube "Super padre de Alba y Alicia", eso dice la camiseta del hombre que se apea con la familia y un carrito de bebé.

Las protestas ahora van por los baches, desde la zona de A Chavasqueira hasta la última terma, Outariz. “Prohibido apearse”, dice un cartel. Alguno se lo piensa. "Pensé que nos irían diciendo algo de los lugares por los que pasamos", se percata un usuario. "Yo creí que nos daría una vuelta por el centro", opina otro. 

La maleza y las pintadas decoran buena parte del panorama exterior que ve el turista en su viaje en el tren termal. Pero no parece importarles demasiado. Final de viaje. 

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