MUNDO VINÍCOLA

De vendimia en barca por la Ribeira Sacra, un desafío para los sentidos

Últimos coletazos de la vendimia en la otra orilla del Sil, Outeiro (Sober), en A Cividade, con desniveles máximos, vides sostenidas en bancales y un paisaje agreste para acceder en barca, en una experiencia llena de belleza y argumentos épicos.  

El paraje es de vértigo, de accesos casi imposibles, incluso hoy, donde las escarpadas vides de la Ribeira Sacra se han ido modernizando en tecnología y extendiendo caminos hasta llegar en coche a la propia viña. Aquí no, el coche queda a tres kilómetros en el embarcadero de Pacios -por llamarlo de alguna manera, una experiencia de no poco vértigo-, el resto es un viaje en barca de quince minutos, a traves de millones de litros de agua embalsada, entre bosques de castaños y robles, paredes de piedra en desniveles plenos, y algunas viñas del pasado que resisten. Vinificar en estas latitudes es apto para valientes o personas de una resistencia única.

La barca hoy es a motor, la primera, a remo y prestada, gracias al ingenio de un viticultor ya fallecido -Constante-, que tras la operación de construcción del embalse (Saltos del Sil), donde muchas viñas quedaron sumergidas, vislumbró la posibilidad de seguir atendiéndolas desde el río de manera menos laboriosa. 

A la viña en barca

En el embarcadero hay varias barcas, una de madera en claro abandono, otras de pescadores y la de la familia Verao, quien nos traslada a una experiencia de otra época.

“Esta viña se atende por sentimento”, apunta Brais, de 23 años, quien se ha puesto ya al frente de esta pequeña bodega de Sober (Outeiro) -12 mil botellas-, recoge la sabiduría de José Ramón, de 61 años, su padre, a quien la artrosis y varias hernias le han obligado a ceder los mandos antes de tiempo. José Ramón reconoce que para poder vendimiar hoy en A Cividade antes se ha tenido que tomar varios calmantes. Cuando camina se le percibe una leve cojera, de verlo entre guijarros que parece se han ido moldeando al paso, subir y bajar cajas, diríamos que el vino si no lo cura, lo transforma.

A Cividade es una finca protegida, donden las vides apenas tienen tierra, tampoco crían malas hierbas. Aquí las heladas no existen, aunque las horas de sol, por su especial disposición no son muchas, ¨De 11h á 17h, no verán, pero se a protexes contra o oídio, o mildeu apenas lle afecta”, dice Suso (63 años), hermano de José Ramón, que aunque la finca familiar ya no le pertenece, se le ve sujeto a una emoción digamos que histórica, marcado por los recuerdos y su presencia desde niño.

De no acceder a través de barca, queda otra opción, subir hasta la cima de la finca, de la que desde abajo se ve una colina y un paisaje entrecortado, “entre nubes”, apunta Suso, -no voy a subir a comprobarlo- pienso para mí, que después hay una pequeña “chaira”. Así se hacía antiguamente.

Llevar una caja de uvas, antes cestos -30 kilos-, “O meu pai non os cargaba moito”, empleaba no menos de una hora, a lo largo de una jornada de trabajo, una persona no subía más de tres, “Até chegar á cima había cinco pousas”, cada “pousa” era esa toma de respiro que se daba la persona para descansar, y echar la vista al paraje que hoy percibimos de una belleza inigualable, pero que en el esfuerzo de aquellas personas pudiera no ser más que un juramento constante. Quien más veces subía hasta la cima era el padre de José Ramón y Suso, en más de una ocasión hacía noche en A Cividade. Arriba les esperaban las vacas que trasladaban los cestos a la bodega.

Los bancales son regulares y de trazo corto, el acceso entre guijarros dispuestos a capricho -digamos que- es fácil, se perciben los senderos y subiendo, es fácil orientarse; mucho más complicado es la bajada. Algunas de las vides se han ido perdiendo, y otras fueron arrasadas por un desprendimiento, un episodio de hace cinco años que casi remata con José Ramón, el susto de su vida sin duda, que los pilló de faena.

De hecho tardó casi un año en volver. Aquel mismo año, cayó una tormenta de pedrisco, que arrasó la cosecha. Se sacaron no más de cinco cajas -veinte kilos cada-; en el mejor de los años se pueden obtener 1.500 kilos. Donde se produjo el desprendimiento, las vides que no sucumbieron, se perciben agazapadas.

El silencio del Sil en estas latitudes rara vez se rompe, algún ave y de cuando en vez alguno de los catamaranes turísticos, uno de ellos para muy cerca, como tratando de ver algo más de lo que les parece increíble, que haya, entre paredes de piedra, vendimiadores capaces de obrar el milagro.

Jabalíes y zorros

A la finca la familia acude media docena de veces al año, para podar, sulfatar y otras labores, siempre con el mismo medio, en barca. El hecho de tratarse de una propiedad resguardada de manera natural, junto a otras barreras sumadas, no ha sido impedimento para que la presencia de zorros y jabalíes se hayan cobrado este año una parte importante de la cosecha. Es un problema importante, también para la viticultura, cuando hasta ahora eran sólo las aves quienes se cobraban parte del botín.

La tecnología apenas ha llegado hasta A Cividade. Tan sólo un cable elevador, De manera mecánica a través de una rudimentaria polea construída con una vieja rueda de carro unida a una llanta de coche que recoge el cable -aportación de Brais, que pretende mejorar-, se permite bajar las cajas hasta la barca.

Hoy el agua del embalse está tres/cuatro metros más abajo, algo que supone un sobreesfuerzo para guiar la mercancía hasta la barca. Nueve cajas, el último porte incluye una bombona de butano, que es la que ha activado un mecanismo ensordecedor tratando de ahuyentar a los animales. Sin demasiado éxito.

De vuelta, entre racimos y esta gente que expresa una especie de cierta paz interior que se refleja en sus caras, la del trabajo que se hace por respeto a la herencia de los antepasados, uno percibe estar viviendo una experiencia única, si no milenaria, casi. Para que luego se diga que este vino es caro.

¿Cuánto cuesta una botella de vino en un paraje único? 

A Cividade produce una media de 12.000 botellas, -6 euros, en bodega- que se recogen en otras de la propiedad. Esta es la primera vez -según cuentan- que vinificará aparte. Seiscientos litros de vino que reflejarán toda esta labor heroica. Serán dos euros más.

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