DÍA INTERNACIONAL EN LA LUCHA CONTRA EL CÁNCER DE MAMA

Una voz ourensana sobre el cáncer de mama: "No te quieres hacer a la idea"

Han pasado 10 años desde que Rosa Rodríguez padeciese un cáncer de mama, que golpeó su vida. Sus antecedentes preveían que pasaría y ella intento evitarlo, pero llegó por "mala suerte" 

Su voz suave descuelga el teléfono. Saluda y coge aire. No es fácil, recordar el miedo. Rosa Rodríguez (22/08/1965) ejemplifica, en el Día Internacional de la lucha contra el cáncer de mama, la superación y la habilidad personal para enfrentarse a una patología que teme toda la sociedad femenina. 

"Me lo noté yo. Me levanté y me noté una masa que no me gustaba. Por mis antecedentes, siempre tenía revisiones periódicas para prevenir la enfermedad", inicia su historia la ourensana. Coge aire y reanuda. "Era un tema que me asustaba porque mi tía y mi madre lo padecieron. Mi madre fue a los 76 años y yo fui a los 43. Es duro. Faltaban cinco días para hacerme una revisión cuando me noté el bulto. Me asusté y sabía que no era nada bueno". 

Cinco días y cuatro noches, donde su cabeza no descansaba. No encontraba ese vacío para disfrutar y abstraerse. Solo pensaba en acudir a la consulta. La noticia se confirmaba. "Cuando acudí a la consulta con una amiga la cara del cirujano ya me lo dijo todo. Tenía que pincharme para ver cómo era ese bulto y la cara del patólogo fue muy parecida. Fue un mazazo. No te quieres hacer a la idea. Cuando salí se lo conté a mis amigas, ellas me animaron. Debía contárselo a mi familia y no fue fácil". 

Rosa tenía miedo. Esperaba que fuera solo cirugía, porque temía a la quimioterapia. "Los sentimientos son una montaña rusa en ese momento. Fueron 9 meses, en los que tras la cirugía pasé por seis sesiones de quimioterapia y 30 de radioterapia". Se acuerda de las sesiones exactas y de la fecha en la que empezó. "Fue un seis de marzo". 


Una "herencia"


Rosa revivió en primera persona un problema que su madre había padecido. La "herencia" tuvo como destino que el cirujano de Rosa fuera el mismo que trató a su madre. "Él me dijo que mi cara la resultaba conocida y le expliqué por qué. Su cara me lo dijo todo". 

Han pasado 10 años y al hablar de los efectos de la quimioterapia necesita respirar. Los recuerdos brotan y el miedo regresa a la hora de contarlo. "Quedé muy sensibilizada. Los efectos de la quimio eran un horror, pero no en todas las mujeres son los mismos. A mí, me dejaba muy mareada y me encontraba mal. Además, los pinchazos me dolían mucho". 

Se descubre como si estuviera enfrente del espejo. Sola. "Perder el pelo fue lo más duro. Imagínatelo. En una mujer es duro verse sin pelo. Estuve con el pañuelo, pero era un símbolo del cáncer y quería olvidarme. Quería vivir. Entonces me puse peluca y bueno, lo pasé mal porque me tocó vivirlo en los meses de verano". Pero después de nueve meses, algo ha cambiado. Empieza sonriendo y acaba riendo: "Me hice un cambio de look. Ahora soy rubia rubia. Por necesidad, que las canas empiezan a aparecer". 


"No pasa nada"


"Fue por mala suerte. Meses antes me había hecho una mamografía y había unos quistes que el médico no vio. Después me dijeron que esos quistes debían ser analizados como una posible opción de cáncer. Pero bueno a 'toro pasado' es muy fácil verlo", describe Rosa. 

Tiene un lema para no vivir encerrada en el cáncer. Las puertas se abren porque "no pasa nada. Hay que vivir, no puedes pensar que tienes un cáncer. Y aconsejo que se realicen exploraciones personales cada mujer y que acudan a las revisiones. Es muy importante".

Diez años después a Rosa le cuesta hablar. Es un capítulo cerrado, pero cada vez que quiere releerlo, el miedo aparece. "No quiero volver a pasar por eso". Realiza sus revisiones periódicas y en el trabajo está más contenta que nunca. Porque la felicidad ha vuelto a ser rutina. 

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