REPORTAJE

El bienestar se puede medir

Un informe coordinado por el holandés Jan Luiten van Zanden sobre bienestar indica que desigualdad, inseguridad personal y mala calidad medioambiental conviven a menudo con altos niveles de PIB

Por qué los africanos son cada vez más bajos y los japoneses más altos, cómo ha influido la emancipación de la mujer en la sociedad o por qué las aulas importan más que los mercados. A esas cuestiones trata de responder un informe que rebasa índices al uso para medir un concepto tan impreciso como el bienestar.

Elaborado por el grupo internacional de historiadores económicos "Clio Infra", el estudio "How Was Life?" (¿Cómo era la vida?) propone una panorámica de la calidad de vida desde al menos 1820 con el objetivo de "perfeccionar nuestro conocimiento del desarrollo económico actual y pasado, y cómo éste afecta a nuestras vidas". Y las diferencias se reducen. Empujado por la bonanza de China o India, "el bienestar global ha aumentado en el curso de los últimos 200 años", revela el coordinador del informe, Jan Luiten van Zanden.

"El desarrollo positivo de un indicador de bienestar no supone necesariamente la mejoría del resto de índices", recuerda este historiador holandés tras precisar cómo "la desigualdad, la inseguridad personal y la mala calidad medioambiental" conviven a menudo con altos niveles de PIB. Mientras la globalización "propiciaba la desigualdad en el seno de los países involucrados", la brecha de renta entre naciones no hacía más que estrecharse. Una "cierta generalización del bienestar" pese a todo imperceptible en el África subsahariana y que, según el estudio, traza un "mundo de masivos niveles de desigualdad".

Frente a esa brecha los resultados subrayan el rol beneficioso de la educación, directamente ligada al bienestar y una fuerza significativa para explicar el aumento general de la calidad de vida por su repercusión en la estabilidad política, la mejora de la salud o la competencia técnica de una sociedad. Atento a variables de toda índole, el informe apuesta por una perspectiva amplia que, lejos de "limitarse al PIB", valora, por ejemplo, la decisiva influencia de la alimentación en la altura media de una población determinada.

Si a partir de 1870 la estatura de los europeos comenzó a aumentar despegándose de otras poblaciones, la altura de los africanos -relativamente superior- inició un "paulatino retroceso" motivado por un "prolongado subdesarrollo estructural" que hoy convierte a África en la "única zona del mundo donde recula la estatura". Países como Japón, en cambio, registran hoy un alza sostenida de su altura media que debe argumentarse en la "globalización parcial de su alimentación".

Destaca, por otra parte, la relevancia de la emancipación femenina en el aumento del bienestar, un índice de desarrollo que hasta ahora, subraya Van Zanden, "nunca había sido tenido en cuenta en ningún medidor económico convencional". Todas ellas son nuevas estrategias para un planeta anciano cuya población ronda ya los 7.000 millones de habitantes, causa principal del deterioro de la biodiversidad, así como del aumento de las emisiones de hidrocarburos, motivo de "más del 80% de las enfermedades conocidas".

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