PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA

García Márquez y su mágica realidad

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photo_camera Carlos G. Reigosa, director de información, y la directora de documentación escuchando a Márquez durante su visita a la Agencia EFE.

En los amores de sus padres se inspiró García Márquez para escribir “El amor en los tiempos del cólera” en una prosa alucinante

Gabriel García Márquez pasó por el mundo como una colorista brisa de verbena, dejándonos un interminable empedrado de metáforas, palabras de luces fosforescentes e increíbles historias donde soplan vientos indomables o llueven más litros de agua que en el diluvio. Sus obras son de una belleza exagerada. El nació y se crió en un entorno parecido a su obra. En el registro de su nacimiento no se llamó únicamente con el sobrio nombre de Gabriel, sino que lo inscribieron como Gabriel José de la Concordia como si fuera un vecino de Macondo. 

Su padre Gabriel era telegrafista y llegó a Aracataca con los sentimientos a flor de piel y los febriles latidos de sangre caribeña. Se enamoró perdidamente de Luisa, hija del coronel Ricardo Márquez, cosa que contrarió al coronel que no le consideraba el hombre adecuado para su hija, entre otras cosas porque él era un veterano de la centenaria guerra con los liberales y el telegrafista parece que tenía tendencias conservadoras. No contaba con que el telegrafista era tenaz y asedió a la novia con fantásticas serenatas de violín, con poemas de amor rimados en sánscrito, cartas incandescentes de pasión y mensajes telegráficos de oficio. La muchacha terminó rindiéndose ante tal desbordamiento amoroso y el coronel aceptó la rendición y fue el orgulloso padrino de boda. En un duelo antiguo, el coronel Márquez había matado a Medardo Pacheco y cargó toda la vida con la pesada carga de ese muerto. Tú no sabes lo que pesa un muerto, le comentó en varias ocasiones a su yerno que la utilizó en varios de sus escritos. El coronel Márquez vivió amores tumultuosos de los cuales tuvo tres hijos en el seno del matrimonio y otros nueve de distintas mujeres. Plural fue la historia de su corazón. 


El creía que había hecho muy buena literatura en el periodismo y me citó la narración “Retrato de un náufrago"


En los amores de sus padres se inspiró García Márquez para escribir “El amor en los tiempos del cólera” en una prosa alucinante donde flotan y giran los fastuosos olores del trópico y los agresivos colores caribeños. En el deslumbrante comienzo de "Cien años de Soledad", dice: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo". El también recordaría a lo largo de sus días la mañana en que su padre le llevó a conocer el hielo en el almacén de la "United Fruit Company". 

La obra de García Márquez está trufada de los personajes y las historias con los que convivió en su niñez cuando las cosas se ven con unas dimensiones desmesuradas. Quizá ahí reside su grandeza creadora, ve con la imaginación y los ojos aurorales de un niño las realidades cuotidianas de los mayores. De esa visión nace el realismo mágico. Siendo muy pequeño sus padres se trasladaron a vivir a Barranquilla en donde el padre se transformó de telegrafista en farmacéutico y el se quedó en Aracataca con la abuela Tranquilina Iguarán Cotes. Una mujer imaginativa y supersticiosa que por las noches llenaba la casa con historias de fantasmas, premoniciones y signos sobrenaturales. Algunos creen, y yo entre ellos, que la abuela Tranquilina a la que llamaba Mina fue su principal influencia literaria. 

Mi entrañable y permanente amigo, el escritor y periodista Carlos G. Reigosa lleva treinta años tratando de demostrar que la abuela Tranquilina era gallega. Para defender su tesis, en la que cree como una verdad revelada, ha escrito un libro: “A Galicia Máxica de García Márquez”, aparte de innumerables artículos y conferencias. Además de preguntar por aquí y por allá a conocedores del escritor para confirmar su certeza. Si no nos llega a convencer de forma definitiva que Tranquilina nació en Galicia, nos siembra serias dudas. A mí me tiene hecho un Hamlet repitiendo el ser o no ser de la galleguidad de Tranquilina. 

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El 31 de enero de 1991 García Márquez vino a comer a mi despacho de la Agencia Efe, tenía una gran curiosidad por conocer la cuarta agencia de noticias del mundo y la primera en el ambiente hispanohablante. Él se consideraba esencialmente periodista y ejerció este oficio a lo largo de toda su vida, a pesar de su triunfo global como novelista. Quiso pasar por las distintas redacciones en donde todos querían fotografiarse con él en medio de un clamor de simpatía y admiración. Durante la comida copó la conversación con un desfile de anécdotas narradas con voz lenta que despertaron tanto nuestra curiosidad que Carlos G. Reigosa, director de información de Efe, se olvidó o no se atrevió a romper la magia de los impagables relatos preguntando si era gallega la abuela Tranquilina. Desamparada su verdad, a falta de un testimonio directo de Gabo, me releía el artículo “Viendo llover en Galicia” donde dice: “De aquella experiencia surgió mi interés de descifrar su ascendencia, y buscando la suya encontré la mía en los verdes frenéticos de mayo hasta el mar y las lluvias feraces y los vientos eternos de los campos de Galicia. Solo entonces entendí de dónde se había sacado la abuela aquella credulidad sobrenatural donde todo era posible, donde las explicaciones racionales carecían por completo de validez… murió muy vieja, ciega y con el sentido de la realidad trastornado por completo, hasta el punto de que hablaba de sus recuerdos más antiguos como si estuvieran ocurriendo en el instante, y conversaba con los muertos que había conocido vivos en su juventud remota.”

A las cinco y media de la tarde se despidió de los directivos de la Agencia que habían comido con él, y yo le acompañé al hotel Ritz donde se hospedaba, me pidió que le acompañara haciendo tiempo hasta las ocho y media en que tenía que asistir en el teatro de la Comedia a la representación de la obra “El Perro del Hortelano” de Lope de Vega dirigida por Pilar Miró. Acepté encantado. Nada más sentarnos, me preguntó:

-¿Por qué Felipe no salió a defender con fuerza a Pilar (Miró) cuando la atacaron con el pretexto de los regalos estando de directora de la televisión?
Pilar había pasado muy malas horas acusada de apropiación indebida y otros supuestos delitos por la compra de unos bolsos o caso así cuando era directora de la televisión. Ignoraba con precisión lo que había pasado y se lo dije. 

Me preguntó de donde era y al responderle que era gallego, de la Galicia profunda, se le abrieron mucho los ojos y me pidió que precisara más. Le conté que era de la raya seca, de Calvos de Randín, un pueblo al igual que otros pueblos de la zona están a un lado y a otro de la frontera. Son unos lugares en donde los muertos se mezclan con los vivos, algunas mujeres después de muertas, ciertas noches, acuden a dormir con los maridos.

-No me digas. ¿Conoces alguna historia concreta?

.- Sí. En unos prados que estaban a la salida de mi pueblo, en las noches de luna llena, se aparecía el  arzobispo de Pernambuco caminando vestido con los paramentos pontificales y arrastrando cadenas en los pies descalzos. Una joven del pueblo había emigrado a Pernambuco, era bellísima, conoció al arzobispo que se enamoró perdidamente de ella convirtiéndola en su amante. Cuando murió Dios le condenó a purgar sus pecados recorriendo en las noches frías los prados de Calvos de Randín.

-Es bueno, carajo- , me dijo García Márquez- debes escribirlo. Hice alguna alusión a esta historia en algunos de mis escritos, pero como tal no lo llegue a

escribir.  
En 1971, Mario Vargas Llosa, el otro gran escritor del boom sudamericano leyó su tesis de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid sobre la aventura literaria de García Márquez, que más tarde publicó en libro con el sugestivo título de "Historia de un deicidio". Ahí sostiene que García Márquez como creador literario se rebela contra la realidad e intenta sustituirla por la ficción que él mismo fabrica, suplantando en cierto sentido el poder de Dios.

Escribir novelas es un acto de rebeldía contra la realidad, contra Dios y contra la creación de Dios que es la realidad. Eso fue en los tiempos en que eran íntimos enemigos. Fue antes de que les separaran los celos y una pelea a puñetazo limpio. Después vino la distancia hostil y silenciosa que les separó hasta la muerte de Gabo.

En aquella larga tarde del Ritz seguimos hablando de periodismo y de literatura. El creía que había hecho muy buena literatura en el periodismo y me citó como ejemplos su narración “Retrato de un náufrago" e “Historia de un secuestro”.

-Y Macondo ¿Qué es Macondo?

-Macondo es un estado de ánimo, no un espacio físico – me respondió. 

Macondo terminó siendo un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera de un huracán bíblico.

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