PAPELES DEL ROCK

Sábado a la noche... en la plaza del pueblo

Br
photo_camera Tequila se convirtió a finales de los 70 en un auténtico fenómeno de masas en España.

No solamente se convirtieron en superventas absolutos sino que pasaron a ser un grupo encuadrado dentro del llamado fenómeno “fans”

Es sumamente significativo comprobar con la perspectiva que proporciona el paso del tiempo, ahora, en este verano de 2018, hasta que punto fue crucial no solo para la historia política española -los debates de la Constitución que consolidó el régimen del 78, la aprobación de ésta en referéndum, etc.- sino para la historia de nuestra música y más concretamente para nuestro rock, todo lo sucedido en 1978. Desde el primer y mítico festival Folk de Ortigueira, que ha celebrado ahora como Festival Mundo Celta su 40 aniversario a la eclosión del rock andaluz -fenómeno al que dedicamos el “papeles del rock” de la semana pasada- pasando por la consolidación del rock duro madrileño con las primeras ediciones de discos como los de Asfalto, Bloque o Ñu junto a la celebración del I Festival Rock Villa de Madrid, la consolidación del Rock Catalá con el Canet Rock Festival y también el nicio la “invasión argentina”, fruto de la diáspora de escritores, actores, artistas y sobre todo músicos que llegaron a España en ese periodo. Los músicos argentinos llegados en los 70 a Madrid y Barcelona aportaron un notable talento, una personalidad y un acento muy característico a nuestra música, aunque desde luego de manera muy distinta a como se ha pontificado desde determinados púlpitos de la prensa y la crítica musical.

Pongámonos en situación: el 24 de marzo de 1976 se produce el golpe de estado militar que derriba al gobierno constitucional y democrático de la Argentina y el Teniente General Jorge Rafael Videla se erige en la máxima autoridad del país. La persecución política, los arrestos arbitrarios, las torturas en los centros de detención, en definitiva toda la situación de verdadero terror que a partir de ese día se instala en Argentina provoca un éxodo masivo no solo de oponentes políticos a la dictadura militar, sino de toda clase de artistas e intelectuales temerosos de ser considerados “subversivos”, con lo cual, muchos, muchísimos de ellos eligen asilarse en España, en donde se está produciendo justamente el fenómeno contrario.Tras la muerte de Franco, el país empieza a dar pasos firmes hacia la instauración de un sistema democrático, y ello atrae en cantidades ingentes a ese exilio argentino que encuentra además aquí la facilidad de hablar el mismo idioma. 

20180721190453704_resultAunque llegó a Madrid en el otoño de 1975, quizá previendo lo que iba a suceder en Argentina tan solo unos meses más tarde, Mauricio Biravent, Moris, músico uruguayo pero afincado desde hacía muchos años en Buenos Aires que ya tenía una carrera desarrollada como músico e incluso algunos discos editados en el país austral, tales como "Treinta minutos de vida", editado en 1970 o "Ciudad de guitarras callejeras" de 1973 y según cuenta que el fue su descubridor y principal valedor para conseguirle un contrato discográfico en Madrid, Mariskal Romero, en un primer momento hacía un tipo de rock muy influido por la escuela clásica blues rock argentina de finales de los 60 y comienzos de los 70 que en España apenas era conocida y que como bien intuyó Romero, en ese momento no iba a tener éxito aquí. 

El popular diskjockey, periodista y promotor del sello Chapa Discos le convenció de hacer un tipo de rock más acorde con lo que era esa explosión de libertad que ya desde 1976-77 se vivía a nivel de calle y Moris captó a la perfección el mensaje. Tanto que en su mítico disco debut de 1978, "Fiebre de vivir", un álbum de puro rock'n'roll urbano y callejero, se incluyó una maravillosa canción que se convirtió en el himno más sincero, genuino y rockanrollero de las noches de cualquier gran ciudad española de aquellos primeros años de libertad: “Sábado a la noche”. 

“Sábado a la noche / ya cobré/ y mi dinero yo me lo gané / mi madre me dice / ven y quédate / pero es sábado a la noche / ¿y qué puedo hacer? / lo gastaré por ahí / La invitaré a salir / a recorrer la ciudad / como yo soñé”. Ninguna letra como esta logró reflejar en un rock'n'roll la esencia de la noche madrileña. Por supuesto, "Fiebre de vivir" fue uno de los álbumes de rock más vendidos en España en el verano y el otoño de 1978 y 40 años después, aun es reeditado periódicamente. 

Ariel Rot y Alejo Stivell sí pertenecían a esas miles de familias que huyeron del país para evitar la represión de la dictadura. Ariel conoció al poco de llegar a Felipe, bajista de una formación llamada Spoonful Blues Band habitual de los clubes del underground madrileño y en el que ya estaban la base de los futuros Tequila. Un amigo de Ariel, el también argentino Alejo Stivell entra en la banda a propuesta de aquel como cantante y ambos incorporan una influencia muy acusada tanto del rock clásico argentino como muy especialmente de los Rolling Stones. 

Uno de los que sería con el tiempo uno de los más veteranos ejecutivos de la industria de disco, Miguel Angel Arenas, alias Capi, les ve una noche y asombrado por el potencial de esa banda le propone a Mariskal Romero que se fije en ellos, incluso que piense en ficharles para Chapa. De nuevo, Romero les hace entender la necesidad, como en el caso de Moris, de hacer un tipo de rock fresco, provocador, rompedor, y a partir de ahí, nacen Tequila, quienes también en 1978 incluyen en su disco debut "Matrícula de honor" otra canción que si en el caso de Moris, su “Sábado a la noche” captó a la perfección todo el espíritu de una ciudad, en el de su “Rock'n'Roll en la plaza del pueblo” hizo lo propio en esas ciudades pequeñas, en esos pueblos en las noches de verano, vivían como un verdadero evento la llegada de las primeras bandas de rock'n'roll que desplazaban a las orquestas que llevaban 30 años tocando el mismo repertorio.  

Pero “Rock'n'Roll en la plaza del pueblo” fue solo el comienzo. En apenas cuestión de meses Tequila no solamente se convirtieron en superventas absolutos y grupo bandera de los 40 Principales, sino que pasaron a ser un grupo encuadrado dentro del llamado fenómeno “fans” que lanzaron desde la industria del disco las principales multinacionales con productos como Miguel Bosé, Pecos, Pedro Marín o Iván y oportunamente amplificado por revistas de tirada masiva como la celebérrima Super Pop e incluso por Televisión Española, en donde los programas de José María Iñigo o “Aplauso” del inefable José Luis Uribarri hicieron de Tequila un verdadero fenómeno de masas... aunque para ello sacrificasen su vena rockera, su espíritu underground, perdieran su personalidad y se convirtieran en un objeto de consumo para adolescentes, que inevitablemente no duró más allá de tres años más. 

Para muchísima gente de mi generación, los nacidos a mediados-finales de los 60, Argentina y 1978 solo significaron durante muchos años el mítico once albicelste que ganó ese año el campeonato mundial de fútbol celebrado en su propio país bajo la vigilancia de los “milicos” en el que maravillaron al mundo Fillol, Pasarella, Olguín, Galván, Tarantini, Ardiles, Bertoni, Ramón Díaz, Kempes y Luque, dejando KO a las poderosas Polonia, Holanda y Brasil de aquellos recordados tiempos. Pero en esos años, de los que ahora se cumple el 40 aniversario, y mucho antes de que manera generalizada y poco informada se asocie rock argentino exclusivamente con Andrés Calamaro, llegó a España un grupo de músicos que no solamente se supo integrar y formar parte de lo mejor del rock español, sino que le dio parte de su personalidad y lograron el éxito que invariablemente nunca habrían obtenido en su país, o no al menos de la forma en la que lo consiguieron en España. Téngase en cuenta, sobre todo por parte de determinados medios tradicionalmente demasiado dados a contar la historia de manera ciertamente tergiversada.

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