CON LOS PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA

Con Shimon Peres y el embajador Haddas

Shimon Peres
photo_camera Shimon Peres, que fue presidente de Israel desde 2004 a 2014

Shimon Peres fue uno de los padres fundadores, estaba en 1948 cuando Ben Gurion proclamó la existencia del pueblo y de la nación judía

Lo primero que le dije a Shimon Peres cuando nos sentamos a comer en un restaurante de Colón es que siempre había tenido una idea equivocada sobre él y sus orígenes. Por su apellido Peres pensaba que era judío de origen portugués, sefardita puro.

- No eres el único que me lo dice. Me pasa con bastante gente, se debe al apellido que adopté. Pertenezco a una familia askenazi llamada Perski (lo cambié en Peres) y nací en el pueblo de Wiszniew, que entonces pertenecía a Polonia y antes a Alemania. 

En la actualidad su pueblo forma parte de Bielorrusia. Esto explica los cambios de fronteras y de países en la móvil geografía centroeuropea del Este, antes y después de las dos guerras mundiales. 

El cuarto comensal -los otros dos éramos mi mujer Ana y yo- era Samuel Haddas, nacido en Argentina, en el Chaco, en el seno de una familia también askenazi, se apellidada Aides y cuando se trasladó muy joven a Israel cambió su apellido al hebreo y lo convirtió en Haddas. Ana era entonces delegada del gobierno en Madrid. Hacía poco tiempo que España había normalizado las relaciones diplomáticas con Israel. En cierto modo lo estábamos celebrando. 

Hubo que atar muchos cabos y hacer un gran despliegue diplomático para lograrlo. Felipe González era partidario desde siempre de tener embajadores en Madrid y Tel Aviv, pero había que superar algunos problemas con los países árabes. Franco había mantenido, sin fisuras, un rechazo claro a las relaciones con Israel; mantenía las obsesiones, los prejuicios y la agresividad asesina contra los judíos heredada de los nazis. Tenía en la mente y lo repetía constantemente en sus discursos, el estereotipo de la conspiración judeo-masónica como enemigo permanente de España, aparte del comunismo, claro.


De los padres fundadores


Shimon Peres ya había sido casi todo y terminaría siéndolo todo en Israel, al ser elegido presidente en el año 2004, mandato que mantuvo hasta 2014. Fue uno de los padres fundadores, aunque de segunda fila formando parte del equipo de Ben Gurion y Golda Meyer, estaba en la foto cerca de ellos, en mayo de 1948 cuando Ben Gurion proclamó la existencia del pueblo y la nación judía con aprobación de la ONU. Peres nos recordó aquel día luminoso para el sionismo, al fin tenían una tierra, pero antes de poder celebrarlo ya estaban en guerra con todos los países árabes, participaron en la invasión contra los judíos tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y transjordanas, aparte de contingentes de voluntarios libios, somalíes y yemeníes. 

Fueron días de disparos implacables donde se impusieron los israelíes con un pequeño ejército, pero mejor entrenados de lo que nosotros mismos creíamos, comentó Peres. "De aquella guerra aprendimos una cosa, si queríamos mantener nuestra existencia como nación teníamos que ganar las guerras que nos plantearan los árabes. La filosofía árabe era de un pensamiento radical contra la misma existencia de Israel, no peleaban por una ciudad o un valle, luchaban por echarnos al mar. Esa filosofía ha definido todos nuestros planteamientos de defensa y articuló las coordenadas de nuestra carrera armamentista. Para los árabes el desenlace fue una catástrofe y la llamaron Nakba, la derrota".

Las relaciones diplomáticas con España, una vez instaurada la democracia, era un asunto prioritario para Israel y terminó siéndolo también para España. No podía ser de la noche a la mañana, había que crear un clima favorable conocido también por los árabes para que unas relaciones normalizadas fueran como una conclusión lógica o una derivación práctica de la ley de la gravedad. 

Samuel Haddas llegó a Madrid como delegado de Israel ante la oficina mundial de turismo en 1982, OIT, que tiene aquí su sede. Era ya un diplomático experimentado, venía de ser embajador en México y en Bolivia. El ser el delegado ante la OIT, era la tapadera perfecta para ejercer de “embajador in pectore” ante el Estado español. Felipe González lo sabía y lo sabían todos los dirigentes de los partidos políticos, esta falsa clandestinidad diplomática facilitó su labor, creó grupos de amistad y de relaciones con Israel, facilitó contactos a empresas que querían hacer negocios en Tel Aví o Jerusalén. También tuvo discretos contactos con periodistas, intelectuales y políticos. Si tuviera que calificar a Samuel Haddas diría que era la discreción personificaba. Su eficacia la ponía en las razones nunca en las palabras altas.

En ese momento nos interrumpió Shimon Peres para decir:

- Teniendo a Samuel aquí, en la posición en que estaba no necesitábamos otro embajador, él nos tenía al corriente de todo y hacía todo tipo de gestiones para el gobierno israelí. Claro que a nivel de Estado hay que guardar los protocolos y los ritos.

Shimon Peres no era un hombre simpático, ni carismático, parecía que siempre tenía entre manos algo trascendente. Y lo traía. Al principio ocupó puestos de director general, pero pronto escaló puestos de ministro y lo fue de varias carteras: de defensa y de Asuntos exteriores, aparte de otros. Fue dos veces primer ministro y terminó siendo presidente de Israel desde 2004 a 2014. Pasó por todos los puestos políticos, pero también por todas las fases anímicas: fue halcón y paloma de Israel, aparte de por toda la gama que se mueve entre esos dos animales simbólicos. Entre sus títulos, el más preciado fue el de Premio Nobel de la Paz que compartió con Isaac Rabin y Arafat, en 1994. Tiempo después cuando le encontré de nuevo en Jerusalén, reflexionamos sobre ese premio, pasaba por la fase de paloma de la paz, estaba decepcionado. Todo había sido inútil. Se había entregado con entusiasmo a las negociaciones del llamado proceso de paz que comenzó en Oslo, pero encontró todas las dificultades para llevarlo adelante, a pesar de que hombres como Clinton pusieron toda el alma en el empeño, pero fue como predicar en el desierto. 

El asesinato de Isaac Rabin complicó sobremanera la situación. Rabin era un líder con una gran capacidad de persuasión con sus interlocutores, además era un líder que no temía desgastarse, al contrario de lo que sucedía con Arafat. Esa es la diferencia entre líder y mito. El líder es el hombre capaz de convertirse en guía, sin considerar lo que le pueda costar a su prestigio; el mito es el que todo lo reduce a su función de mito. Arafat era el mito temeroso de perderlo. Después cuando el halcón Benjamín Netanyahu llegó a primer ministro de Israel, se confirmaron las esperanzas más negras, llegaron las horas de los cuervos y murió toda esperanza. El proceso de paz sigue muerto, a pesar de que de vez en cuando ambas partes aludan a él, pero las alusiones desprenden los olores de un cadáver.

Comimos un cocido khoser, es sin tocino, sin chorizo y cualquier aditamento porcino, pero de todos modos estaba riquísimo, los dos comensales lo alabaron mucho.

- ¿Cuál ha sido el momento más fascinante como dirigente de Israel? -le pregunté-.

- Tuve tantos, demasiados. La historia de Israel ha sido una historia tormentosa. Muchas veces al borde del abismo. Por quedarme con algo, me quedaría con la Guerra de los Seis Días, en el año 1967. El general Dayan con su ojo con venda de pirata fue el estratega de los judíos, hizo operaciones envolventes que permitieron destrozar las fuerzas árabes, mejor equipadas que en la primera guerra. La victoria nos permitió ampliar nuestro dominio sobre la Cisjordania y la parte Vieja de Jerusalén. Algo tan íntimo para los religiosos judíos como el Muro de las lamentaciones y Cardo, el barrio que la rodea.

En uno de sus pensamientos más firmes Shimon Peres sostiene: “Diseñar bien el futuro genera una energía positiva que permite superar los obstáculos del presente y del futuro.” Nos lo repitió durante la comida. 

Haddas hablaba con mucha deferencia hacia Shimon Peres, ya que era uno de los padres fundadores de Israel y había participado en todas las luchas guerreras y diplomáticas para mantenerlo. Murió a los dos años de dejar la presidencia de Israel, con el dolor de que sus combates por el buen fin del proceso de paz fueron inútiles. Samuel Hadas murió en su amada Jerusalén, en 1910, después de haber sido embajador en el Vaticano. Un premio a su discreción y a su eficacia.

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