La mejor forma de hacer turismo, economía y ubicación

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Elijamos un destino turístico cualquiera, paseemos por sus calles y centros culturales, caminemos por los senderos de sus parques y bosque y bañémonos en sus playas, visitemos sus monumentos naturales y aquellos que fueron hechos por el hombre. Después piensa brevemente en aquello que no te ha hecho disfrutar al 100 % de tu estancia en el lugar de vacaciones.

Muy posiblemente no tengamos que pensar demasiado para responder que todo el tiempo hemos estado pensando en el dinero, sobre todo en el que gastamos y en aquel al que no le sacamos el rendimiento suficiente para que podamos decir que mereció la pena.

Esta sensación viene paralela comúnmente al coste de la estancia, que siempre se lleva la mayor parte de nuestro dinero destinado a las vacaciones, como son los hoteles, que cobran tan caro porque ofrecen unos servicios que después no aprovechamos, ya que nos llevamos todo el tiempo fuera, visitando aquello que realmente merece la pena.

Para evitar esta sobrecarga en gastos, podemos recurrir al Alquiler turístico para asegurarnos unas vacaciones económicas, destinando el dinero que tenemos programado a la visita de museos, a cenas en restaurantes o a copas en los bares. Los apartamentos de alquiler ofrecen esos lugares momentáneos de residencia que necesitas, bien ubicados para recorrer el lugar que quieres visitar y económicos para dedicar el dinero a disfrutar de tus salidas.

Y es que encontrar una vivienda completamente equipada, en perfectas condiciones de habitabilidad y en el centro neurálgico de la zona o región que quieres explorar y descubrir es, sin lugar a duda, el mejor método para no perderse ni un solo detalle del lugar, pero además es idóneo para relacionarse con los vecinos, gentes del barrio, del pueblo o la ciudad donde esté ubicada la vivienda. 

Pues si realmente queremos conocer un lugar es imprescindible conocer sus gentes, su idiosincrasia y su forma de ver y entender el mundo, esto es, probablemente lo que más enriquezca al viajero ocasional.

Conocer la cultura del lugar de visita para enriquecerse en cada viaje 

Es lógico suponer que si logramos una vivienda turística bien posicionada en un barrio céntrico de una gran ciudad o en un pueblo de la sierra sea con intenciones de comprender y aprender el máximo de la cultura tradicional del lugar. 

El viaje que se realiza por motivos culturales, ese que va más allá de chiringuitos en la playa, siestas en la arena y noches de fiesta, también debe dar un paso más allá de la mera observación y reconocimiento de las fiestas populares, de los archivos históricos, de sus vestidos y danzas tradicionales, de la visita edificios pretéritos y colocar en un lugar predominante la cultura que se realiza en el tiempo presente.

La cultura actual, la que vive y late en el tiempo presente en las calles debe ser colocada en el puesto que se merece. Así por ejemplo, si vamos a la capital de España, tras ver sus grandes e importantes museos, conocer su historia y saber lo que es un chulapo, podemos también hacer un reconocimiento y ver conciertos en Madrid de la música que en la actualidad se mueve por sus calles y su gente. Reconocer el ocio musical que es tendencia en las calles de las ciudades que se visita, también es y así debería ser reconocido como turismo cultural. 

Es genial conocer las raíces del pueblo que se visita, es fantástico recorrer sus calles empedradas, visitar los hogares museos de personajes célebres, pero por qué no hacer lo mismo con la presentación de un libro de un escritor contemporáneo o apreciar un concierto de algún grupo local. 
Esta es la nueva tendencia cultural para los viajeros, reconocer no solo la parte antigua de los lugares que visita si no la actualidad, la diversificación de la oferta cultural que en la actualidad se da en un determinado lugar.

Cuando la cultura del lugar es un misterio

Aunque bien es verdad, que hay lugares en el mundo que la cultura milenaria que pudiera haber tenido es casi imposible de reconocer, y que no tiene actividad en la actualidad porque sus habitantes se extinguieron sin dejar huella de su modo de vida o cultura.

Este es otro tipo de turismo que viene a posicionarnos en una especie de vacío intelectual, donde solo podremos suponer qué ocurrió, qué fue lo que en realidad pasó en ese determinado lugar. En estos casos, va a depender en gran parte de la imaginación y la creatividad de cada visitante para poder hacerse una idea más o menos acertada de lo que tiene ante sus ojos.

Ejemplo característico de este tipo de viaje es la visita a las ruinas de Machu Pichu en el Perú. Esta ciudad inca construida en lo más alto de una montaña guarda junto a sus templos, andenes y canales de agua la incógnita de saber quiénes fueron sus verdaderos constructores y por qué eligieron una posición tan elevada.

Si quieres contemplar la majestuosidad de sus construcciones hechas a base de enormes bloques de piedra, tendrás que adquirir una entrada a Machu Pichu. Y es que la entrada a Machu Pichu, así como la entrada a Huayna Pichu, montaña de menor tamaño que forma parte del conjunto orográfico conocido como batolito de Vilcabamba, no es tan sencilla como desearíamos, debido a la fuerte demanda turística que recibe todo este monumento histórico.

Al parecer las investigaciones arqueológicas apuntan a que fue construida por petición expresa del inca Pachacútec, dividiéndola en dos grandes sectores, el agrícola con una compleja red de terrazas destinadas al cultivo, y el urbano, donde se encuentran las construcciones del Templo del Sol, Templo Principal, Templo de las Tres Ventanas y el sector cóndor.

Pero nada en su arquitectura o en su estructura permite averiguar cómo hacían para conseguir el agua suficiente para sus cultivos, cómo es posible moldear la roca como lo hacían ellos para crear muros como si fueran puzzles, porque no existía conexión con la base que permitiera tráfico de mercancía, lo que los hacía permanecer casi aislados en las cumbres, o más misterioso aún, la inexistencia de cementerios o restos de cadáveres. 

Todas estas respuestas quedan a la espera de que el turista sepa sacarlas de la oscuridad. ¿Te atreves?
 

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