MANUAL URGENTE DE OURENSANISMO

La lluvia siempre vuelve hacia arriba

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En las ciudades en las que llueve poco, y aquí está siendo un verano más seco que un enterrador euskaldún, la lluvia desajusta todas las normas de convivencia y calma.

He lavado el coche. Ya se han enterado en Meteogalicia. Así que va a llover. El diluvio universal comenzó cuando Noé decidió pasarle un trapito al Arca para quitarle el polvo. El primer efecto de la lluvia tras la sequía es el barro. El segundo es la acumulación de porquería. Y el tercero es esa nube de paraguas de colores que los turistas esgrimen con una naturalidad que da miedo. Cada verano, entre cien y doscientos turistas fallecen por el impacto del paraguas de otro turista que camina portando un paraguas y desplegando un gran mapa. La lluvia, aliada de la muerte y de la vida. Porque gracias a ella crecen las plantas, supongo. Y así tenemos tabaco y café, y todas esas cosas sin las que no podríamos vivir.

ORIGEN DE LA LLUVIA

El primer chubasco cayó en la Edad de Piedra dando comienzo a la Edad de Piedra Mojada, con miles de muertos por resbalones, y anticipando la Edad del Barro, cuando los trogloditas aprendieron a tirar tazas de barro a la hoguera y acabaron cocidas. Entonces inventaron la queimada para llenarlas. Y ellos también acabaron cocidos. 

No obstante, el origen de la lluvia es incierto. La razón es que no sale de la tierra hacia el exterior, sino que todos los científicos aseguran que cae de arriba, lo que dificulta mucho las pesquisas. Además, es el único caso de agua que cae de arriba que no puede resolver el fontanero y el seguro, porque arriba no sé hay vecinos, no llegan los fontaneros, o no estoy seguro. Se me escapa el asunto de las nubes, aunque las veo ahora comiéndose poco a poco el azul de este cielo ourensano y me las imagino llenas de angelitos cazando pokémons. 

EN LA CIUDAD

En las ciudades en las que llueve poco, y aquí está siendo un verano más seco que un enterrador euskaldún, la lluvia desajusta todas las normas de convivencia y calma. Con las primeras gotas la gente empieza a cruzar en rojo como si fueran a darles un premio si lo hacen por el sitio más peligroso e inoportuno, y los coches aceleran y encienden el limpiaparabrisas, que es un artilugio que se utiliza para esparcir la porquería por todo el cristal y nublar lo suficiente la visión como para que el impacto inminente no se te quede grabado en la retina. A los pocos minutos, las aceras resbalan, surgen los primeros charcos, y las baldosas inestables ocultan pequeñas bolsas de agua que salen disparadas en vertical cuando pisas, ascendiendo por tu pierna un chorro de agua fría y sucia. Es buen momento para repasar la genealogía de la corporación municipal y del Director General de Aceras, a voz en grito, hasta llegar al menos a Caín y Abel. 

VENDO PARAGUAS

Como caracoles -yo no como caracoles ni de coña, es un ‘como’ comparativo-, nadie sabe dónde se ocultan durante la sequía, pero llega la lluvia y aparecen esos vendedores ambulantes de paraguas. Siempre tan oportunos que te hacen exclamar: “anda, qué buena idea”. Luego le compras el paraguas. Y entonces doblas la esquina y sopla un poquito el viento, y ves volar las varillas y se rasga. Y ya lo tirás en la papelera. Y así hasta la próxima calle donde habrá otro vendedor de inigualables paraguas con el que podrás volver a empezar el proceso. “Anda, qué buena idea”. Etcétera.

EL PLACER DE MOJARSE

Conviene redescubrir el placer de mojarse vestido en verano. Hoy cuando caigan las primeras gotas saldré a hacerlo. Brazos abiertos. Música de cine. Y girando. Si lo haces, vete comprando Frenadol. Es para una cosa.

ESCAMPARÁ

Hasta las peores tormentas de verano terminan escampando. Al menos en esta parte de Galicia, donde la lluvia cae con pereza, y solo porque no le queda más remedio si después queremos tener vinos ricos en los próximos años. Al final volverá a salir el sol. Nos asaremos. Y suplicaremos al buen Dios que nos envíe más lluvia. Para poder volver a quejarnos de lo raro que es este agosto, que de pronto se pone a llover, que el tiempo está loco, y que esto no se recuerda desde hace siglos: por lo menos, desde el año pasado. Que hay que ver. Que desde que ha empezado el cambio climático, el tiempo está como siempre.

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