De Mafra a la Ericeira, la ‘Aldeia do Sobreiro’

Exterior del taller de cerámica del alfarero José Franco.
La Aldea do Sobreiro es uno de los lugares con encanto más singular de todo Portugal. A ello ha contribuido en buena medida el alfarero y escultor Jose Franco, fallecido el pasado abril a los 90 años de edad. La sensibilidad le permitió dar vida a las figuras de barro, componiendo un paisaje propio.
Visitar Portugal es delicioso cuando uno se sumerge en sus más variados rincones, por sus carreteras tortuosas, cada día menos con la llegada de buenas y cuidadas autopistas o autovías. De norte a sur existen lugares por descubrir y, en su inmensa mayoría, con un litoral todavía virgen sin mastodónticos edificios fruto de brutales especulaciones urbanísticas como tenemos en España tantos y tan variados ejemplos.

Apenas aparece en las guías turísticas un lugar entrañable como es la Aldeia do Sobreiro. En el camino de Lisboa a uno de los más bellos y cuidados pueblos portugueses que es la Ericeira, donde se encuentran bellas playas, mejor paisaje y un marisco que los españoles llamaríamos exquisito (palabra vetada para los portugueses por significar lo contrario) y que allí dicen que está óptimo. Y, aguarde un momento, también las mejores y frescas sardinas a las que me invita mi buen amigo Armindo el párroco del lugar.

En esta nuestra excursión primero está Queluz, el palacio real, a la derecha, a poco de la salida de Lisboa. Después dejamos otro palacio, también real, a la izquierda que es el de Sintra con su Palacio da Pena y el Castelo de Mouros. Seguimos y, otra vez a la derecha el majestuoso Palacio de Mafra que los lugareños gustan de comparar con nuestro Escorial.

La buena vida real

¡Qué bien vivía la monarquía portuguesa con tanta residencia de invierno, otoño y hasta primavera! El mejor el de Ajuda, en Lisboa, para que nada falte. Pues a pocos kilómetros de Mafra está la Aldeia do Sobreiro a la que ha dado fama el alfarero José Franco, quien fallecía el pasado 14 de abril, con noventa años de edad: artista do barro e da vida um homem do povo. Um portugués que nasceu com o dom misterioso da beleza e a distribuiu como um bem de todos, como lo calificaba Jorge Amado (Salvador de Bahía 1912-2001), uno de los mejores escritores brasileños. Supo distinguir, y lo tenía muy claro, la ciudad y el pueblo. Amaba y estaba enraizado en la gente de pueblo gente saloia a la que dedicó en su pequeño recinto bien organizado, un plástico homenaje a las profesiones saloias. Saloio viene del árabe Çahroi que significa hombre del campo. Recuerda, en diminuto, el seguimiento de El pueblo español de Barcelona dedicado, en este caso, a los distintos oficios populares del lugar.

Aldea

Nesta aldea camponesa / Onde a vida é tao sabia / O bom vinho a nossa messa / E a força da naturaza / Sao o pâo de cada día.

Se recordar é viver / E se queremos ser felizes / Evoluir é saber / Que nâo podemos crescer / Sem conservar as raizes.

Su esposa le siguió en la pasión artística y apoyó en el empeño de su sueño dorado que fue construir un museo vivo de su tierra, reproduciendo las artes, los oficios, la arquitectura, los usos y costumbres antiguos de su región saloia. Junto a piezas artísticas sumó su arte figurativo de forma entrañable. Suma el arte popular, la imaginación y la etnografía.

Poco a poco fue añadiendo, en pequeñas casitas, las distintas escenas tiernas y entrañables reflejo de una vivencia secular de la zona. Todo con un gran colorido que le da un tono fes tivo al elenco patrimonial allí reflejado con gran ingenuidad y todo lujo de detalles apasionantes.

Un hermoso molino de viento, típico de la zona, flanquea la entrada; dentro del recinto también lo hay de agua (azenha). Ambos conforman típicamente estas aldeas cercanas a Lisboa. Después un delicioso recorrido con un oficio en cada departamento. La curandera, que para unos es santa y para otros bruja, sanando de enfermedades que la misma ciencia veía inexplicables.

La sala del barbero y dentista, en original maridaje de profesiones.El barbero sentaba en la silla al que requería sus servicios dentarios, le ataba un hilo al diente, picaba con la tijera al sujeto y aparecía el diente colgado del hilo Alli se encuentra la mercería, lugar para la venta de todo un poco, además de ser lugar de tertulia y cotilleo. Otro está destinado al lagar habida cuenta que los saloios eran cosecheros de buenos caldos autóctonos.

Con razón; ya que cuando lo de la filoxera en toda Europa, que atacaba al pie de la planta, sólo dos zonas se libraron: Colares, en el entorno de Mafra y parte de nuestra Rioja. Los demás tuvieron que traer pies resistentes a la filoxera en los que injertaron nuevas vides.

Reproducir la vida

Y el zapatero, el lugar de la música, la capilla, un paisaje de la costa con toda suerte de detalles marineros, la escuela, un paisaje activado de la zona y hasta la panadería en la que se degusta el célebre pâo com chourizo que, dicho se de paso, a mi me gusta mucho más el choripan argentino. Tampoco faltan las pequeñas capillas para los tres santos populares portugueses: Santo Antonio, San Juan y San Pedro.

En medio de tantas pequeñas habitaciones independientes un lugar para el descanso, como una plaza castellana, con palco incluido y mesas y bancos para recrearse después de haber contemplado tan original recinto.

Tras la visita, ya sea en la hermosísima Ericeira o en Ribamar, o en las playas circundantes, uno puede relajarse tras degustar, ténganlo presente, el mejor marisco do mundo (como ellos dicen), y sanear muy bien los pulmones con un aire con sabor a mar y un olor entrañable (inesquecivel cheirinho) y original del lugar. Terrazas para ello abundan y paisajes inolvidables, desde cualquiera de ellas, nunca van a faltar.

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