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Educar con paciencia

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photo_camera Un joven participante en una prueba de atletismo.

El arte de saber esperar y centrarse en lo que es realmente importante

La paciencia, sumado a la perseverancia sean, quizás, los mayores valores del ser humano para el desarrollo y crecimiento personal, en la consecución de nuestros objetivos y el logro de nuestros éxitos. 

Vivimos en una sociedad con un ritmo de vida alto, a menudo frenético, donde queremos resultados inmediatos, y potenciamos inconscientemente el “aquí y el ahora”. Ser impacientes nos trae sufrimiento, frustraciones e insatisfacción. Esta forma de vivir tiene un papel transcendental en diversos ámbitos como el laboral, social, personal, deportivo y educativo, donde está teniendo un gran impacto en la educación de nuestros hijos e hijas. 

Son muchos los padres y madres que quieren que sus hijos e hijas deportistas alcancen el éxito, logros y resultados pronto, poniendo en juego el desarrollo normal de su educación y de su actividad deportiva. Estos padres “resultadistas”, se centran en la importancia del resultado y no del proceso y de todo lo que ello conlleva en la educación en valores. El deporte tiene valores fundamentales y mucho más importantes que los resultados como son la cooperación, la disciplina, la autonomía, la pasión, el compromiso… El resultado, en el deporte igual que en los estudios, no es más que la consecuencia de lo anterior, de hacer las cosas bien, de entrenar, aprender, luchar por mejorar, superarse a sí mismo.

La educación física en las escuelas son una parte vital de nuestro sistema educativo, a veces infravalorada, por que es allí donde se aprenden estos valores básicos que tiene el deporte, pero también se deben de trabajar en el contexto de un club deportivo y todavía más en el contexto familiar, pues es allí donde comienza todo. 


CULTURA DEL ESFUERZO


A menudo tenemos la oportunidad de vivir situaciones donde se pone de manifiesto la gran sobreprotección que se ejerce desde los padres en la educación de sus hijos. Podríamos poner muchos ejemplos sobre este aspecto totalmente visible: que un padre o madre haga los deberes del colegio, que le haga la mochila de entrenamiento y además cargue con ella, que no se separe en ningún momento del día… De esta forma estamos haciendo que no tengan ni autonomía ni autoestima, pues no estamos permitiendo que se desarrollen y tomen decisiones por ellos mismos. Debemos permitirnos el lujo de que equivoquen alguna vez, que aprendan a fallar y a asumir sus propios errores, para poder cambiarlos y mejorar. 

Sabemos la importancia que tiene para la educación de los menores fomentar y desarrollar la autonomía, la disciplina y el esfuerzo, pero para ello debemos cambiar ciertos hábitos que suelen ser no conscientes en nuestra conducta. Promover la cultura del esfuerzo es una tarea y un reto diario, en cada acción, cada conversación, cada decisión que tomamos a favor o en contra de nuestros hijos e hijas.


MODELO DE REFERENCIA 


Para educar con paciencia, ya seamos profesores/as, padres, madres o entrenadores/as, debemos asumir un modelo de conducta basado en que no somos perfectos, que como todo ser humano cometemos errores, pues cuando queremos que nuestros hijos e hijas sean perfectos, hagan todo a la primera, tengan las mejores notas y ganen competiciones, cuando aparece alguna dificultad por el camino, aparecen las frustraciones. Esa presión ejercida sobre ellos en casa, en el club deportivo, en la escuela, hacen que en ocasiones no disfruten de su deporte, y de su vida, cuando lo más importante no son las notas, ni los resultados deportivos, si no que cumplan sus objetivos, se relacionen con otros, se diviertan y aprendan valores básicos como el esfuerzo y la superación, que serán vitales durante toda su vida. Sin embargo, existen puntos contrapuestos en cuanto a la opinión de todos ellos, pero el elemento común es que todos quieren que sean felices. 

        Equipo: UPCD-Libredon

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